“Vergüenza ustedes, los que difunden, los que traicionan, los que pagan por sexo, los que limitan a nuestros cuerpos a ser hoyos, pero no objetos de derecho”. A la voz de Olimpia la quisieron apagar y culpar, y no lo hicieron. Aunque es originaria de Huauchinango, Puebla, Olimpia Coral Melo encontró su hogar en el respaldo y lucha de otras mujeres, así se convirtió en la impulsora del reconocimiento legal y penal de la violencia digital contra las mujeres, que ya conquistó 28 de 32 códigos penales del país, la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia y próximamente el Código Penal Federal.
En entrevista con EL UNIVERSAL, Olimpia narra que en estos años de activismo, que inició en 2013, luego de que en su tierra natal se difundiera un video sexual suyo sin su consentimiento, se ha topado con todo tipo de obstáculos, desde el cambio de conciencias en sociedad, hasta los prejuicios violentos de personajes políticos.
“Los diputados nos decían: ‘¿Por qué debo legislar a favor de la putería de las mujeres?’ (…) por normalidad hemos responsabilizado a las víctimas, más cuando se trata de ellas”, apunta.
La lucha de la activista es constante. Tras la aprobación de la ley en México que lleva su nombre, ahora Olimpia, el Frente Nacional para la Sororidad y Defensoras Digitales, busca llegar a la iniciativa privada: Facebook, Twitter e Instagram, que además de redes sociales se han convertido en espacios donde se explota, en impunidad total, a las mujeres y sus cuerpos.
Tanto en avances como en retrocesos, ¿qué está pasando en México en materia de violencia de género?
—Antes de la entrada de este gobierno había más conservadurismo, más represión. Sólo con la Ley Olimpia esperamos seis años para que se lograra subir a una agenda nacional.
Claro, no fue gracias al gobierno ni a los políticos, sino al movimiento y a las compañeras.
Lo malo es que hay incongruencia. Por un lado hay apertura para hablar de temas tabú, de estigma, salud sexual o violencia digital, pero, en contraste, el Presidente nunca ha mencionado la palabra feminicidio, le ha pasado la estafeta a la secretaria de Gobernación para hablar de “temas de mujeres”.
El presidente Andrés Manuel Lopez Obrador a veces se siente muy machista, muy misógino, lo que no se nombra no existe y para nosotras es muy importante que se nombre.
¿Qué se debe modificar en las políticas públicas para garantizar a las mujeres seguridad y justicia?
—Creo que poco sirven las leyes, la alianza y la lucha si no se hace primero un cambio de conciencias. Existe esta revictimización constante, no sólo en ejercer las políticas públicas o programas gubernamentales.
Se debe eliminar la idea de que las mujeres somos propiedad privada. Dicen: “Respeta a las mujeres porque puede ser tu mamá, tu hermana…”, tal pareciera que las que no somos de su familia no merecemos ser respetadas. No basta con políticas con perspectiva de género, se necesitan políticas con perspectiva feminista, y no es cierto que el machismo y el feminismo sean lo mismo: el machismo le quita la vida a las mujeres y el feminismo no ha matado a nadie.
Yo pienso que el presidente Andrés Manuel tiene un rango de popularidad gigante, si él utilizara esa voz en su sistema político electoral y partidista para decir: “Todos los de Morena o mis seguidores que revictimicen a una mujer por el sólo hecho de serlo, no pueden seguir al Presidente”, ¡uff!, ¡imagínate!, olvídate de invertirle millones a las políticas públicas.
Además, lo que debería de pasar es que las compañeras de territorio sean las que estén sentadas también en la toma de decisiones y en el diseño de las políticas públicas. El gran mensaje debe ser ese: no sin nosotras.
Fuiste víctima de violencia digital, ¿cómo pasas del dolor a la lucha?
—Cuando estaba más chica grabé un video sexual con quien era mi pareja. Ese video se empezó a difundir en muchos lugares. La violencia digital es como si te violaran sin siquiera tocarte o penetrarte, es dormirte llorando noches enteras con la idea de que te dejaste grabar.
Tras varios intentos de suicidio, de conocer a otras víctimas de violencia digital, de escuchar lo que me dijo mi mamá: “Hija, tú no tienes la culpa, todos y todas cogemos, la diferencia es que a ti ven coger”, me di cuenta de que no encontrabas un nombre para esta violencia.
Así inició el camino hacia la Ley Olimpia.
—Empecé a redactar la primera reforma legislativa en México en 2013, que se dio a conocer en 2014. Propuse que se hicieran dos cambios legislativos, incluso una fiscalía especializada en delitos digitales, pero como no nos hacían caso tuvimos que cambiar el plan inicial.
¿Va a servir? ¿Va a funcionar? No lo sabemos ¿Es perfectible? Claro ¿Es todo lo que se tiene que hacer? No, claro que no, pero ya se comenzó a ver la punta del iceberg y que venga lo demás.
No nos importa la punibilidad, que haya castigo y gente tras la rejas, nos interesa que las mujeres tengan herramientas para el empoderamiento.
La ley es un parteaguas para que las personas comiencen a cuestionarse sobre el mundo patriarcal en internet, pero también de la coparticipación de las empresas privadas, como Twitter, Instagram y Facebook.
Ahora que la Ley Olimpia llegó a las legislaciones, ¿cuál es el paso siguiente?
—Nosotras lo que quisiéramos hacer es un observatorio nacional de violencia digital, pero no tenemos recursos. Lo haremos tal vez no de manera tan profesionalizada.
Además, sabemos que se debe firmar un tratado internacional, como el de Budapest, contra el cibercrimen, para hacer que se coadyuve con las autoridades.
En cuanto a la ley, para nosotras es un antes, durante y después. Cuando se aprueba, al menos son tres cosas las que pedimos: que se instale un protocolo de atención de casos, que se generen campañas de sensibilización para los ministerios públicos y las personas encargadas de procuración de justicia y trabajo en equipo, no sin nosotras.
¿Por qué son tan importantes los cambios desde la iniciativa privada?
—Hay que dejar claro que el exigirle cuentas no debe ser a las mujeres, sino primero a las autoridades y luego a quienes son copartícipes, como Facebook, Instagram, Twitter y las empresas privadas que siguen permitiendo abusos y siguen ganando dinero a costa de nuestros cuerpos y nuestras vidas.
Las cifras hablan, Puebla es un estado violento para las mujeres. ¿Qué percibes tú?
—Lo único bueno de Puebla son mis compañeras que tomaron el Congreso. La misma alcaldesa de Puebla creo que ha sido víctima de misoginia por parte del gobernador, han renunciado las directoras de los institutos de las mujeres, por violencia.
En Puebla hay una iglesia casi por cada día, así como hay un cómplice por cada mujer que es asesinada y violentada.
¿Por qué es importante reconocer que lo virtual es real?
—A raíz de la pandemia queda claro lo que veníamos diciendo desde hace muchos años: que lo virtual es real. No solamente la política o las finanzas, sino en las relaciones humanas.
Tenemos que reconocer la identidad de las personas en los espacios digitalizados y las autoridades deben de comenzar a hacer trabajos de actuación para proteger no sólo los datos, si no las identidades, lo cual no quiere decir que tengamos que mutar a un sistema autoritario.
¿Cuál es tu mensaje para las mujeres del país?
—Cuando estábamos chiquitas nos decían: “Mujeres juntas, ni difuntas”, hoy estamos juntas hasta difuntas.
A las víctimas de violencia digital quiero decirles que no tienen la culpa, que no están solas, que nuestros cuerpos desnudos no son un crimen, que difundirlos antes sin consentimiento era algo que no se hablaba, hoy es un crimen, y no lo digo yo, lo dicen 28 códigos penales de los estados y un dictamen del Senado de la República, que esperemos que la Cámara de Diputados respalde. Queremos estar seguras en internet, hasta que la dignidad se haga costumbre.