Durango.— Por la ventanilla del avión Embraer 190 de Aeroméxico, José Luis Corral, un empresario de 52 años, miraba el fuerte viento acompañado de una tromba que azotaba en el estado . Así intentó despegar el vuelo AM2431 y José Luis, padre de cinco hijos, pensó que todo estaría bien.
José Luis luce fresco, si no fuera por el collarín que apenas le permite moverse quizá seguiría bailando, como lo hizo en la fiesta de 15 años a la que vino a Durango desde Oregon, Estados Unidos.
El sobreviviente del vuelo accidentado en Durango duda en un inicio en hablar, pero después se suelta. Va a bordo de un taxi que lo llevará a un hotel de la ciudad para descansar: “Yo pensé que se iba a ir al barranco”, es lo primero que comenta.
La versión que dio en un inicio el gobernador de Durango, José Rosas Aispuro, habla de que los trabajadores miraron cómo una ráfaga de viento dobló un ala, como el fuerte que domina en las vencidas al débil. Pero José Luis asegura que no sintió la ráfaga de viento.
Lo que sí recuerda es que el avión despegó y apenas iba levantando cuando sintió que dio un bajón, como si alguien lo aplacara, luego pensó que el piloto quiso retomar el vuelo, pero otra vez lo sentaron.
En la segunda vez, cuando azotó la aeronave en el pavimento, José Luis supo que había caído. Imaginó lo peor: “Tranquilos, todo va a estar bien, el avión lo van a controlar”, gritaba José Luis a la gente que en ese momento se convirtió en una selva de gritos y lloriqueos de niños. “Traté de calmar a la gente. Todo fue muy rápido”.El duranguense, quien migró hace años, vio que se oscureció por completo el vidrio de la ventanilla: “Yo pensé que sí se había elevado, que eso que se oscureció era por las nubes, pero no se elevó mucho porque no cayó de picada”, relata.
José Luis recuerda que notó cómo el avión iba derribando árboles como bolos de boliche y se imaginó que caerían a un barranco, de los muchos que hay en la Sierra de la entidad: “Ya no la hicimos, hasta aquí llegamos”, pensó.
Se imaginó al piloto tratando de levantar el avión, intentando vencer a la naturaleza, y supuso que no pudo y que por eso azotaron. “Considero que el piloto lo hizo bien”.
Cuando el avión cayó por completo, José Luis pensó que pasó una eternidad, cuando en realidad fueron sólo dos minutos. Todo era caos y gritos.
Para el hombre de 52 años lo más fuerte fue el avión, aparentemente descontrolado, andando sin rumbo. En esos momentos pensó en su familia. En sus cinco hijos que dejó en Oregon: “No dejé nada escrito”, platica que pensó para sí.
Pero está aquí, reunido otra vez con su familia, a quienes habló para decir que tuvo un accidente en el avión. “No lo creían, pensaban que estaba bromeando”.
A la distancia, José Luis sólo tiene la lesión en el cuello, un golpe en el pecho y una pequeña cortadura. Y eso sí, la “fuerte” experiencia que espera no se repita.
“Dicen que estamos aquí de milagro. Fue una experiencia increíble”.
—¿Cuándo regresa a Durango?
—Después, pero yo creo que manejando. Ojalá y ya no vuelva a suceder.