Tijuana. — Sonó su celular y del otro lado del auricular un hombre, que no le dijo su nombre, lanzó la respuesta que Lucía había buscado desde hace casi un mes: en la colonia 10 de Mayo, de Tijuana, bajando un cerro, entre la basura y puercos, pasando un arroyo, enterrado en medio de un bosque, ahí está tu hermano. Y así fue como tres días después encontró el cadáver, en una fosa en la que, se presume, podría haber entre 50 y 100 cuerpos.

Lucía (como prefirió ser nombrada por seguridad) y su familia lanzaron una campaña de búsqueda, a través de redes sociales, para hallar a Cristian. Desde el 31 de octubre su familia ya no supo de él.

Los primeros días sus familiares se dedicaron a pedir información y compartir fotografías del joven de 18 años, delgado, con dos tatuajes, un par de perforaciones en la oreja y otra en los labios.

Reportaron su desaparición ante la Fiscalía General del Estado (FGE), pasaron tres semanas sin que les hubieran dado una pista de su paradero, la desesperación alcanzó a la familia. Decidieron investigar por su cuenta para buscar hasta bajo las piedras. Lucía conoció lugares y personas a las que no pensó encontrarse, poco a poco le daban alguna información que tampoco le arrojaba resultados.

Su número se había compartido en cientos de perfiles de Facebook que se unieron a su caso y compartieron en sus propias cuentas la historia. El equipo de la Brigada Estatal de Búsqueda por los Desaparecidos de Baja California —conformado por voluntarios y hombres y mujeres que también buscan a sus familiares— se unió, ya con la experiencia de decenas de búsquedas, algunas con resultados positivos, se convirtieron en su bastón.

Fue el miércoles 20 de noviembre cuando sonó su celular. Un desconocido le dijo que Cristian estaba enterrado junto a otra persona. Su cuerpo, les explicó, fue escondido entre árboles y matas, a unos pasos del arroyo Alamar.

“Me dijo que lo buscara, que era en esta colonia, que había puercos… un arroyo, que había un bosque”, relata Lucía un día después del hallazgo, “el sábado nos vinimos con el colectivo y no daba, no daba, ya estaba que me iba, pero me decían que buscara y sí, dimos con él. En cuanto miré el cuerpo lo reconocí”.

Finalmente, Lucía encontró a su hermano a 23 días de su desaparición. Eran casi las tres de la tarde, según el parte de la Fiscalía General del Estado, cuando los dos cuerpos fueron hallados por la joven de apenas 21 años y los colectivos de búsqueda, en un área despoblada donde cavaron hasta que encontraron el hueco, de donde salieron gusanos, moscas y se disparó un olor de muerte que les reveló el hallazgo.

Ese mismo día, Lucía recibió otra llamada: “Sigan buscando porque ahí, en ese mismo lugar, hay otros 50 cuerpos”. Ayer, activistas retomaron la búsqueda.

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