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Culiacán, Sinaloa.- Antes de que el excandidato a la Presidencia de la República Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco, mencionara la iniciativa de “mocharle la mano al que robe”; en Culiacán de Rosales, Sinaloa, ya lo aplicaban los miembros del crimen organizado.
El 24 de agosto integrantes de la Brigada Estatal de Búsqueda de Personas Desaparecidas hallaron en un tiradero cercano al fraccionamiento privado La Primavera bolsas que contenían más de 2 mil fragmentos de huesos de manos y, al parecer, también de pies, según el personal forense de la zona.
Aquellas bolsas deterioradas estaban cerradas, las dejaron no lejos de un camino donde pueden ingresar vehículos. Fueron rasgadas, se notaban rasguños y aperturas en el plástico, probablemente hechos por animales. Los huesos se esparcieron en la tierra. Tuvieron que entrar con cuidado para no pisarlos.
“Yo no puedo creer que sean de humano”, dijo uno de los peritos. “Es que son muchísimos”.
“Parecen de esos huesos que usan para el pozole”, le contestó su compañero.
La Primavera es “una miniciudad” en Culiacán. Las murallas no permiten ver al interior, pero este exclusivo sitio es hogar de empresarios, políticos y personas que pueden costear una casa que llega a valer más de 10 millones de pesos. Hay una laguna en el interior y un consejo administra las solicitudes de compra.
Desde hace años, cerca de sus murallas externas han hallado cuerpos. En el camino que lleva al tiradero La Cohetería, por La Primavera se pueden ver cruces que son el recuerdo de los cadáveres encontrados. Algunas tienen flores y lonas con la foto del finado. Una de las cruces se mantenía protegida con una chamarra roja, se veía que tenía pocos días de haber sido colocada ahí. “Acá acostumbran eso. Les dan identidad a sus muertos”, menciona un integrante de la brigada estatal.
A Martín Oswaldo Chávez lo asesinaron en 2011, tenía 31 años. Dos años después mataron a Jesús David Morales Medina, de 18. Fueron abandonados en el mismo sitio a las orillas de La Primavera. Hoy hay dos cruces que los recuerdan.
Las cosas cambiaron “un poco” cuando colocaron cámaras cercanas a las entradas del fraccionamiento. “Ahora ya no los tiran en el camino. Ya los dejan más adentro, por el tiradero, y nadie se da cuenta porque nadie anda por aquí en la noche”, menciona uno de los policías locales.
“El tiradero también les sirve de deshuesadero. Aquí vienen otros a desvalijar coches. Pura sabandija anda por aquí, pues: asesinos, rateros, de todo”, menciona una integrante de un colectivo de búsqueda.
La semana pasada a unos kilómetros del lugar, abandonaron el cuerpo sin vida de una mujer. Tenía una herida de bala y en su cuello colocaron un sapo muerto. “Pues le dejaron el sapo, por sapo [por delatar]”, cuenta un policía. “Dependiendo de cómo los maten o lo que dejan es la razón. También les cortan las manos a los que roban”.
Los miembros de la brigada estatal de búsqueda mostraron imágenes de las falanges encontradas en las bolsas a una antropóloga forense y ésta les mencionó que los huesos pertenecían a personas adultas, adolescentes y niños.
“Yo no entiendo”, dice una madre, integrante de la brigada.
“Los torturaban”, le contestan. “Les cortaban los dedos”.
“¿Y los huesos chiquitos?”
“Tal vez los levantaron junto con su familia, o no sé”.
Las bolsas sólo contenían huesos pequeños. “Ahí están las manos, pero ¿dónde está el resto de los cuerpos?”, pregunta una madre rastreadora. En este mes, las brigadas de búsqueda y colectivos han localizado 10 cadáveres en ese tiradero. Todos en diferentes condiciones y muchos fragmentos de hueso, sin contar las bolsas con falanges.
El fin de semana se hallaron dos cuerpos: uno de un hombre y otro que tenía aproximadamente más de dos meses en el lugar, según testigos. La mayoría de los que se han encontrado tienen un tiro en la nuca.
Yo sé dónde está tu hijo. Después de cinco años, una madre en busca de su hijo recibió una llamada hace unos meses: “Yo sé dónde está enterrado tu hijo y lo sé porque yo estaba ahí cuando lo mataron”. La mujer cuenta que se quedó sin palabras en el momento y quien la llamó continuó hablando: “Tu chavalo me pidió que te dijera, porque dijo que te ibas a volver loca si no sabías qué había sido de él. Yo no te había hablado antes porque creí que me ibas a matar…”. Ella lo interrumpió. “Yo sólo quiero a mi hijo de vuelta. Quiero que tenga un lugar donde le pueda dejar flores y llorar”.
“En tu lugar mi mamá hubiera matado”, le contestó el sujeto. “Yo no busco venganza, le dije”.
“Tu hijo está enterrado en tal lugar”, por el rancho que está por el camino viejo a Cerritos. Y si dices quién soy, nos carga la chingada a los dos”, la amenazó.
Por el camino viejo a Cerritos, en Mazatlán, Sinaloa, han encontrado 14 cuerpos en fosas en menos de tres meses. Con las lluvias, el terreno se vuelve fangoso y los enjambres de moscos traspasan los pantalones de mezclilla; muchas cosas complican la búsqueda, pero no la detienen.
El 23 de agosto al cavar, agua subterránea empezó a inundar una fosa, se hizo un pequeño canal para que corriera el agua pero apenas las palas sacaban, se volvía a llenar.
Una vez que se pudo ver tela y un hueso del pie se dejó el lugar a las autoridades, que no iban preparados para la situación por falta de equipo. “En ocasiones nosotros tenemos que prestarles nuestro material porque ni eso traen”, señala una mujer de la brigada de búsqueda.
“No saben tratar a los cuerpos y no saben sacarlos de las fosas”, menciona uno de los familiares presentes.
Hace cuatro meses se creó la Comisión Estatal de Búsqueda. Junto con la brigada estatal, la Comisión Nacional y Estatal de Derechos Humanos y los colectivos han encontrado más de 20 cuerpos. Trabajan de la mano con las familias en el campo. Han rastreado y encontrado puntos positivos, pero faltan muchos; hay carencia de recursos y de personal.
Desde 2011, el 30 de agosto es el Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas. En un informe de 2017 la CNDH indicó que en los últimos 20 años en México se habían reportado como desaparecidas 57 mil 861 personas.