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Torreón, Coahuila.- Bernabé Rodríguez Cuevas alguna vez estuvo en aulas universitarias estudiando la licenciatura en Relaciones Humanas, pero los traslados de hasta hora y media y el gasto en transporte terminó por truncar sus sueños universitarios.
Ahora tiene 31 años y, como siempre quiso tener un título universitario, decidió entrar a la carrera que ofreció la Universidad del Bienestar Benito Juárez, que impulsa el gobierno federal en los municipios más pobres del país.
En Coahuila hay dos universidades del Bienestar y una está en Francisco I. Madero, un municipio agroindustrial de la Comarca Lagunera que tiene 58 mil habitantes. Las aulas actualmente son prestadas por el Cetis 24, una de siete preparatorias que hay en todo el municipio, incluidos sus 45 ejidos.
Hasta antes de entrar a la universidad, Bernabé trabajaba como cargador en un tianguis de la ciudad y ahora piensa que al estudiar la carrera de Ingeniería Agroalimentaria —la única oferta educativa que ofrece la universidad— puede convertirse en un factor de cambio para los habitantes de La Laguna.
“Podemos orientarlos de todo el potencial y que está limitado por desconocimiento”, platica entusiasmado mientras espera con un puñado de compañeros que empiece su clase.
A Bernabé le emociona que la carrera se enfoque en el campo, que pueda resurgir la vida del campo y que los habitantes puedan lograrlo inclusive con lo poco que tienen.
La directora de la universidad, Lilia Salas Pérez, menciona que no es una carrera inventada, sino una carrera que a futuro puede traer mucho beneficio para la región. Explica que los programas académicos fueron planteados desde la perspectiva del área donde se ubica. “Se tienen estudios de factibilidades de las necesidades locales”, asegura.
Añade que en la carrera de Ingeniería Agroalimentaria existe una necesidad de integrar otras temáticas como la agroindustria, por eso incluye desde el manejo de recursos, producción, transformación, creación de empresas, administración, logística, comercialización, exportación, venta. Algunas de esas temáticas han sido un lastre en La Laguna, donde históricamente se ha cultivado algodón y tiene fuerte producción de melón.
Para Salas existe la necesidad de implementar nuevas técnicas de extender tecnología, crear conocimiento y traducirlo a la producción de alimentos para humanos, para ser un país con suficiencia alimentaria. La carrera se enfoca en los proyectos de cultivos básicos para consumo humano, no tanto para animales, aclara.
Lo anterior, debido a que en la actualidad, el principal cultivo de las más de 80 mil hectáreas que se siembran en la zona es el forraje.
En 2019, según datos del Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP), se sembraron en La Laguna de Coahuila 13 mil 800 hectáreas de alfalfa, con una producción de más de 885 mil toneladas, 7 mil 200 hectáreas de avena forrajera con una producción de 262 mil toneladas, 21 mil 600 hectáreas de maíz forrajero y 7 mil 900 hectáreas de sorgo forrajero.
En cambio de frijol se sembraron 57 hectáreas, de cebolla 119, de tomate 519 y de melón 2 mil 69 hectáreas. La producción de alimento para las vacas se impone a la producción de alimento para las personas.
Segunda oportunidad
La Universidad Benito Juárez en Francisco I. Madero es una mezcla de jóvenes que recién egresaron de bachillerato y que encontraron en la Benito Juárez la mejor opción, y otros donde el tiempo y el dinero se impuso y apenas encontraron la oportunidad 10 años después de haber terminado la preparatoria.
Para la directora Lilia Salas, representa un apoyo para jóvenes que no han tenido la oportunidad de estudiar. De hecho, menciona que el promedio de edad de los alumnos es de 25 años, aunque hay estudiantes de arriba de 30 años.
Históricamente, Francisco I. Madero ha tenido pocas opciones de educación superior, todas encaminadas a formar maestros; sin embargo, ninguna ha arrojado más de dos generaciones. Aquí, las opciones son viajar a Torreón, a Gómez Palacio, Durango, o al Tecnológico de San Pedro, y emplear hasta 500 pesos a la semana tan sólo en traslados. Muchos jóvenes migran a Torreón, Monterrey o Estados Unidos, o de plano se emplean en la maquila, dice el cronista de la ciudad, Antonio Tonche.
La primera generación estuvo marcada por ese perfil de estudiantes, reconoce Lilia Salas: jóvenes que buscaron una segunda oportunidad. Hombres y mujeres que tuvieron que trabajar apenas salidos de la prepa, madres y padres con hambre de un título universitario, chavos a los que se les negó un sueño.
La generación que recién comenzó en agosto ya cuenta con más estudiantes de entre 18 y 20 años, recién salidos de la prepa. “De los dos grupos nuevos hicimos esa separación de alumnos: de 20 años para arriba y otro de entre 18 y 20 años. No traen la misma preparación”, comenta la responsable de la universidad.
Así lo sintió Mayela Martínez, de 33 años. Entrar a la Universidad Benito Juárez era su segunda oportunidad. Mayela tiene tres hijos de 13, ocho y siete años, y su meta es superarse y darles una mejor vida.
En los patios del Cetis 24 o en las aulas, se miran niños o bebés en carriolas. El profesor Elier Rocha dice que hay varias madres y que inclusive a veces se turnan para cuidarlos y puedan poner atención.
Mayela platica que quiso entrar a la universidad para poner el ejemplo a sus hijos, sobre todo al que estudia secundaria. “Si yo puedo con la responsabilidad de la casa y estudiar, ustedes con más ganas”, les dice.