La tradición dicta que la procesión para presentar los cuetes para la fiesta de la Virgen de Guadalupe se hace el 11 de diciembre; el contingente debe llegar a la capilla antes de que amanezca, caminan las cargadoras, los representantes de las diferentes asociaciones, una banda de música (que este año vino de Oaxaca) y el albero, quien va lanzando cuetes para anunciar el paso de la columna.
Una de sus hijas lo alcanzó más tarde y lo esperó adentro de la capilla. Desde diferentes puntos, ambos fueron testigos de la tragedia. Se buscaron y al encontrarse agradecieron estar con vida.
“Fue la de malas”, responde el anciano a la pregunta de si recuerda un hecho similar. La gente observa las maniobras de los peritos de la fiscalía estatal para levantar los cuerpos regados en el atrio.
Una mujer que está con sus hijos y sus nietos comenta que no tiene ningún familiar entre los heridos y los muertos, pero: “Siento un nudo en la garganta y me duele el corazón porque son mis vecinos, la gente con la que convivo”.
Narra de un señor que iba con sus dos niñas en la procesión y falleció. Era divorciado y él las cuidaba.
El pueblo está triste y el párroco oficia una misa en honor a los fallecidos. La gente lo aprueba.