San Cristóbal de las Casas, Chis
.- En julio del 2007, a la edad de 13 años de edad, Maximiliana Sántiz Pérez discutió con su padre, un conocido albañil de la comunidad Bachén, ubicado a 12 kilómetros de la cabecera municipal de San Juan Chamula , por un detalle que le pareció “exagerado” en la vestimenta que portaron los niños, durante la ceremonia de graduación en la escuela primaria de la comunidad .
A raíz de ese momento, la buena relación se quebró en la familia. Durante varios días, la adolescente suplició a sus padres que la inscribieran en una escuela cercana para proseguir sus estudios, pero su padre respondió que los mejor era quedarse en casa, para ayudar a su madre, dedicarse al cuidado de los borregos, recolectar leña, cocinar y tejer. El jefe de la familia fue inflexible. No había vuelta.
Maximiliana Sántiz Pérez. FOTO: ESPECIAL
Fue entonces, que pensó una noche que lo mejor era emigrar a Jovel, como le llaman los tzotziles a San Cristóbal de las Casas , pero tenía varios problemas , no sabía hablar español y no tenía a ningún conocido en la ciudad. Aun así, esperó, abordó el colectivo y pudo ver como se perdía a lo lejos el pueblo de más de 500 habitantes.
Después de media hora, había llegado al punto que se había fijado, pero al descender del colectivo , intercambió algunas palabras con el chofer y supo que a pocas calles de ahí estaba una escuela secundaria , donde se plantó con sus documentos para pedir su inscripción, que pagó con dinero que había ahorrado en su comunidad .
Ese mismo día rentó un cuarto y en la oscuridad recordaba la discusión que había sostenido con su padre días atrás, pero al siguiente día, lo primero que hizo fue buscar trabajo y lo encontró como trabajadora doméstica .
A finales de agosto de ese año, Maximiliana estaba lista para ingresar a la escuela secundaria , pero desde el primer día de clases, sus compañeros, muchos de ellos empezaron a hostigarla, a llamarla india y varios de ellos la golpeaban , pero el coraje para ella se convirtió en fortaleza y al regresar de su trabajo, se dedicó a estudiar hasta la medianoche, para conseguir buenas calificaciones y dominar el español.
En las primeras vacaciones aprovechó para regresar a Bachén y saludar a sus padres, que la vieron con recelo, mientras que sus conocidos aseguraran que había ido a Jovel, para “ buscar marido ”. En el mismo tenor estaban sus compañeros de trabajo , que le decían a la joven que mejor dejara de estudiar y que buscara un esposo.
Y antes de que terminara la secundaria, Maximiliana fue abusada sexualmente por su patrón , pero a nadie le contó lo que le había ocurrido. Se guardó ese dolor.
En los tres años que permaneció en San Cristóbal de las Casas , la jovencita trabajó como lava platos , empleada doméstica , mesera y ayudante de cocina y por fin en el 2010 consiguió completar su secundaria.
Ya animada pensó que lo mejor era viajar a Tuxtla Gutiérrez para estudiar la preparatoria, con la misma modalidad, estudiar en la mañana, trabajar en la tarde y hacer los trabajos en la noche, hasta que consiguió terminar los estudios cuando en el 2013, pero a la ceremonia invitó a sus padres a que asistieron a la entrega de documentos. Para ese entonces ya se había reconciliado con su padre.
Ya encarrilada, Maximialiana quería seguir estudiando y Carlos Albores , un amigo que conoció en la localidad de Tuxtla, estudiante de la carrera de bibliotecología en la Universidad Autónoma de Chiapas , la animó a seguir y un día la llevó a conocer el campus. El joven animó a su amiga a proseguir sus estudios, recuerda Maximiliana .
Ese día que se plantó en la Universidad , Maximiliana supo que quería ser arquitecta, porque su padre era el albañil de Bachén y qué mejor que ella estudiara una carrera enfocada al diseño de edificios. Era como un reivindicar el oficio de su padre.
Al ingresar a la Universidad, Maximiliana volvió a sufrir el desprecio de sus compañeros, muchos de ellos que la llamaron loca; le decían que no tendría el tiempo y dinero suficiente para terminar la carrera, pero lo que no sabían es que seis años atrás había conseguido terminar la secundaria y preparatoria con sus propios recursos , producto del trabajo que consiguió en varios oficios. Su dinámica era escuela y trabajo , recuerda.
La vida de Maximiliana tomó un giro cuando un día recibió una llamada de su maestra de la Escuela Preparatoria número 5, Helianeth González , que le dijo que había hablado con su esposo Antonio Moya , para que viviera con ellos, mientras terminara la carrera. En el lugar tendría un cuarto, comida y trabajo.
En los cuatro años, Maximiliana dormía únicamente cuatro o cinco horas, hasta que consiguió terminar la carrera de arquitectura , solo con una beca alimenticia como apoyo de la Universidad .
En noviembre pasado, la joven presentó un proyecto para la construcción de un mercado en el municipio de Tzimol, para beneficiar a una población de diez mil personas, con el fin de que los productores puedan comercializarlos en esa lugar y evitar viajar a Comitán de Domínguez, que es la cabecera regional.
Ahora Maximiliana , de 25 años de edad, busca hacer una maestría, ya sea en el extranjero o México, pero como profesionista se ha plantado apoyar a sus hermanas que siguen su ejemplo y quieren terminar una carrera universidad .
Ya reconciliada con su padre, Maximiliana le gusta escuchar que su progenitor hable con sus conocidos para decirles que cuando una mujer se propone un objetivo, lo puede lograr.
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