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Xochistlahuaca, Guerrero
Heladio López Santiago concluyó la primaria y no sabe si estudiará la secundaria. Lo cierto es que en la escuela Benito Juárez de la comunidad ñomndaa (amuzga) Llano del Carmen, en Xochistlahuaca, en la Costa Chica, dejó huella: la inclusión, gracias al apoyo del profe Frank.
Frank Israel Urióstegui González, un joven profesor con especialidad en atención a niños con problemas visuales, llegó un año después. Comenzó sensibilizando a sus compañeros y a los alumnos, les enseñó cómo tratar sin discriminar y sin aislar a un niño con discapacidad, y después los instruyó para que aprendieran el sistema de lectura braille.
Abriendo brecha
Son las 12:00 horas del sábado 29 de junio en la primaria Benito Juárez, en la comunidad Llano del Carmen. La ceremonia de graduación está por terminar, ya bailaron el vals, la polca, se hizo el cambio de escolta y es momento de la entrega de documentos. El último en recibirlos es Heladio. Lo hizo como casi logró todo en esta escuela, con la ayuda de su profesor. Frank lo toma por la espalda para guiarlo al momento de subir los escalones de la empinada escalera.
Para Heladio, Frank no sólo fue su profesor, también su mejor aliado, su mejor amigo y ahora es hasta su padrino.
Frank llegó hace cinco años a la escuela de Benito Juárez procedente del municipio de Huitzuco, en la región norte de Guerrero, a unas 10 horas. Se mudó por completo. En esta escuela se encontró con el mismo reto de la mayoría de escuelas: no hay profesores preparados para convivir, menos, para enseñar a un niño con discapacidad. También encontró una escuela que no era apta para un niño como Heladio.
Luego se impuso un reto personal: no se iría de la primaria si Heladio no aprendía a leer y escribir. El reto no fue fácil. Comenzó en la casa de Heladio, enseñó al papá a hablar español, pues sólo hablaban su lengua materna, el ñomndaa; después a él y a la mamá les explicó cómo usar el sistema braille. Era necesario para que el niño tuviera seguimiento.
Después inició con Heladio hasta que logró que aprendiera a leer y escribir en braille. Además, con Frank, el menor conoció la playa y el mar, con él salió por primera vez de su pueblo y de su municipio.
También cumplió varios de sus sueños: se sentó en la cabina de Radio Ñomndaa. Y aprendió a tocar la guitarra y el teclado.
Los retos que se puso Frank los cumplió, pero ahora siente que falta algo, que Heladio comience a ser independiente, que la música se convierta en su oficio y su fuente de empleo, que sea autosustentable.
Músico
En la fiesta por su graduación el menor cantó boleros, cumbias tocando su teclado, que Frank le adaptó con el sistema braille.
Durante los últimos tres años, a Heladio lo apoyó llevándolo y recogiéndolo de la escuela su hermano menor, Eduardo, un niño de cuatro años. Pero ir a la telesecundaria implicaría un riesgo para los dos: que un auto los atropelle o que al regreso de Eduardo le pueda suceder algo.
Pagar para que alguien lleve y recoja a Heladio es casi imposible. Viven al día. La familia es pobre, como la mayoría en Llano del Carmen, donde los índices de marginación son altos, de acuerdo con registros oficiales. No hay calles pavimentas, no hay drenaje, 86% de las viviendas tienen piso de tierra y 63% de la población es analfabeta. Las escuelas son espacios precarios pero, sobe todo, los trabajos dignos son escasos.
El profe Frank ha insistió tanto a Heladio como a sus padres sobre la necesidad de que continúe estudiando. Les ha planteado que con la beca Benito Juárez que recibe Heladio le pague a una personas para que lo lleve a la escuela y lo recoja, pero considera que ese dinero lo podrían utilizar para cubrir otras necesidades, como comprar alimentos.
También, el profe Frank está pensando en que Heladio pueda irse y regresar con sus compañeros, al final serán los mismos con los que estudió la primaria y que no sólo lo aceptaron, sino lo ayudaron en la escuela.
Si Heladio y su familia deciden que continúe estudiando, el profe Frank está dispuesto a ir a la telesecundaria, tal vez no de tiempo completo, pero sí un día y emprender todo el trabajo que hizo en la primaria.
Ni para vivir...
En Llano del Carmen no sólo es difícil que un niño con discapacidad pueda estudiar, sino vivir. Es un pueblo donde antes de atender las necesidades de un discapacitado están buscando cómo sobrevivir.
Cuando Heladio llegó a la primaria, la profesora Edith Griselda Pineda Onofre era la directora: se enfrentó a los primeros retos de tener a un niño con discapacidad.
Pineda Onofre fue quien solicitó a la Unidad de Servicios de Apoyo a la Educación Regular (USAER) 127 de Xochistlahuaca, fue entonces que enviaron al profe Frank.
Después de su dirección, ella y los demás profesores continuaron gestionando. Casi cuatro años después de que llegó Heladio, la Secretaría de Educación en Guerrero (SEG) decidió construir una rampa y colocar unos barandales.
“Las autoridades no ayudan, lo que hemos logrado es porque uno ha insistido mucho, por eso tenemos ese poco”.
Para el profe Frank, uno de los grandes problemas que enfrentan es la falta de personal, de infraestructura y de capacitación en las escuelas para atender a los niños con alguna discapacidad.
En la USAER 127 sólo hay 10 profesores con especialidad para atender a niños con alguna discapacidad, pero son 100 las escuelas, es decir, su capacidad es para apenas 10%.
En pueblos como Llano del Carmen, dice el profe Frank, hay muchos niños con alguna discapacidad que se quedan sin la oportunidad de estudiar por las carencias. En algunos casos los maestros no saben cómo atenderlos, los niños no aprenden y al final los padres deciden sacarlos. Otras veces no los llevan, los mantienen encerrados, aislados.