“El dolor total es como si el cuerpo no pudiera sentir ni la mente pensar en ninguna otra cosa; sientes todo y una sola cosa a la vez: dolor”, asegura Alfredo Vilchis, un joven que, contra todo pronóstico, ha retado a la muerte desde que lo desahuciaron por un cáncer con metástasis desde hace 10 años.

La clave para sobrevivir, afirma, es paliar el intenso dolor.

Aunque la morfina es el opioide más común para pacientes que viven con dolor total, el problema es su escasez en farmacias. Existen otras alternativas que no siempre están al alcance debido a su alto costo: una es la buprenorfina y la otra es el fentanilo, uno de los más eficaces, pero también atractivos para su venta clandestina.

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Durante el último año, Baja California alcanzó una cifra récord no sólo en el decomiso, sino en muertes por sobredosis de fentanilo que, en el mercado negro, incluso puede ser comprado en farmacias que lo venden sin receta médica, de acuerdo con una investigación realizada por la Universidad de Los Ángeles, California (UCLA).

La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés) reveló que en 2022 el decomiso de todas las drogas ilegales registraron una disminución, a excepción de una: fentanilo, con un aumento de 5% comparado con 2021.

Aunque la presencia de fentanilo se entraña con facilidad en las calles, para quienes necesitan comprarlo de manera legal a fin de aliviar el dolor no es igual de sencillo, pues su costo es dos o tres veces mayor al de la morfina, que ya no es tan común.

Alfredo Vilchis, quien vive con dolor crónico, debe comprar dos o tres cajas de morfina, equivalente a unos 900 pesos al mes. Si no logra hallarla en farmacias, su siguiente opción es buprenorfina, de la cual serían alrededor de 6 mil pesos, y en el caso del fentanilo el precio es todavía mayor, entre 10 mil y 12 mil pesos mensuales. En el mercado negro una aplicación sólo cuesta 50 pesos.

“Tengo pavor de quedarme sin medicamento. La morfina la hemos buscado en otras partes, en otras ciudades, en farmacias especializadas (…) No he tenido la necesidad, pero he pensado en drogas ilegales, cuando tenía como 23 o 24 años me quedé sin medicamento”, asegura mientras se inyecta una dosis de buprenorfina para aliviar un dolor que lo aqueja desde que se inició la entrevista.

Durante una de sus visitas médicas fuera de Tijuana, Vilchis terminó en un hospital en Sonora. Allí, a un costado de su cama, conoció a otra paciente que recién salía de una cirugía sin que le hubieran colocado algún medicamento para el dolor. Mientras él intentaba descansar escuchaba el llanto descontrolado de aquella mujer, a la que nadie asistía. Su familia había logrado, como era costumbre, ingresar su medicina para el dolor, la que siempre trata de racionar para no quedarse sin tratamiento y así, sin que nadie se lo pidiera, le regaló una ampolleta de morfina a esa mujer.

“Eran oro. También he sido ese adulto, ser ese adulto y llorar, gritar, sollozar, creo que es de los niveles más tristes y más representativos de los puntos más graves de necesitar un medicamento y no tenerlo, más en estos casos de dolor”, recuerda.

La anestesióloga con especialidad para Clínica del Dolor y Cuidados Paliativos Samaí Ureña trabaja con pacientes en México y Estados Unidos que se encuentran en etapa terminal, pero también con los que sufren de dolor crónico; Vilchis es uno.

Durante los últimos meses hallar un medicamento tipo opioide para sus pacientes ha sido un reto, porque aquellos que cuestan menos escasean y los que sí están en existencia, como la buprenorfina y el fentanilo, son prácticamente inaccesibles por su precio.

“Los opioides son fármacos excelentes para la anestesia. Dentro del quirófano y postoperatorio es increíble bloquear el dolor; sí hay otras opciones, se llama anestesia libre de opioides, pero eleva los costos porque es como una analgesia multimodal que usa muchos medicamentos para llegar a la potencia de un opioide, entonces ¿en realidad nos van a garantizar su existencia?”, cuestiona.

Eliminar el fentanilo de los hospitales, dice la especialista, no soluciona el problema de adicción porque no es la vía del consumo ilegal y, al contrario, se deja en un estado de vulnerabilidad a los pacientes que viven con dolor y también durante intervenciones quirúrgicas.

“No es desconocido que hay un problema muy fuerte en Estados Unidos de adicción, en México está regulado su consumo hospitalario. Fentanilo es el último opioide que prescribo, casi siempre en dolor oncológico en fase terminal, pero tiene que haber mucha vigilancia”, alerta la especialista.

El Servicio Médico Forense (Semefo) en Baja California reveló que durante un intercambio de información con sus homólogos en San Diego, California, reportaron que la principal causa de muerte en aquel lado es la sobredosis por uso de fentanilo.

Esas cifras encendieron las alertas para Baja California, por lo que decidieron realizar pruebas toxicológicas que les permitieran saber la relación de las muertes con el consumo de esta droga. De 100% de las pruebas realizadas, entre 50% y 55% dio positivo a alguna droga y, de estos casos, una tercera parte a fentanilo. Fue el segundo lugar en abuso de drogas; desbancó a la cocaína, la marihuana, barbitúricos y benzodiacepinas, sólo por debajo del crystal.

Sin embargo, aun con el aumento por muertes relacionadas con sobredosis por el uso de este opioide, hay quienes pelean por un tratamiento digno que les permita mantener su calidad de vida, una que no los obligue a sentir dolor en cada respiro.

“Cuando el dolor es insoportable no sabes a dónde hacerte, cuando llegas al punto de golpearte o tirarte al piso.

“Lo que estás sintiendo es como volver a esta parte más primitiva. El dolor moderado, pero perpetuo, no te deja tener calidad de vida en lo absoluto”, describe Alfredo Vilchis, quien, mediante su tratamiento paliativo con opioides, puede continuar tocando su guitarra y se empecina en terminar de escribir un libro autobiográfico.

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