Torreón.- El 15 de enero de 2012, cinco jóvenes originarios de Gómez Palacio, Durango, regresaban del municipio de San Pedro, Coahuila, a 60 kilómetros de distancia, a donde habían ido a trabajar en perifoneo y entrega de volantes de Telcel. En el camino, José Esparza Garnica, el supervisor, se comunicó con su jefe para informarle que una camioneta con hombres armados los estaban parando.
Desde entonces las cinco familias desconocen el paradero de sus hijos.
Erick Esaú Villagrana Huerta estaba por cumplir 16 años cuando lo desaparecieron; Jorge Ulises Grijalva Castañeda tenía 27 años; Trinidad Flores Gallegos, 19 años; Carlos Iván Rodríguez, 19 años y José Esparza, el supervisor, también 19 años. Salvo José, todos iban vestidos como arlequines y regresaban a bordo de una combi de Telcel.
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Los detuvieron a la altura del entronque al ejido San Antonio de Gurza, en San Pedro, lugar donde el colectivo Vida que busca a sus desaparecidos en Torreón, tiene catalogada como una zona de exterminio por los cientos de restos óseos que han encontrado en los últimos años.
“Habían terminado su jornada de trabajo. Como dicen, en el peor lugar, la hora menos indicada. Víctimas inocentes”, dice Rocío Huerta Terán, madre de Erick Esaú.
Cuatro de las cinco familias se reunieron la tarde del viernes en la explanada de la Plaza Mayor de Torreón para exhibir que a nueve años de la desaparición de sus hijos, no hay investigaciones ni trabajos por parte de las autoridades de Coahuila .
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A los 10 días, un grupo de presuntos secuestradores se comunicaron con el papá de uno de los muchachos para exigir el pago de 10 mil pesos por cada joven. No pasó nada. “Puras líneas de investigación pero nada concreto”, reclama la señora Rocío.
Para José Luz Esparza, padre de José Esparza Garnica, han sido nueve años de lucha, de pistas de un lado y pistas del otro, pero nada aterrizado. “Nuestro caminar buscando y buscando”, platica.
Dice que como familias han viajado o visitado cualquier sitio donde les dicen que han visto a sus hijos. José Luz Esparza asegura que la fiscalía les ha dicho que sus hijos están vivos, “Queremos saber dónde están”, exige.
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Herminia Castañeda, madre de José Ulises Grijalva, pide a la gente que se solidarice y que si tiene información se comuniquen con ellos.
“Que no tengan miedo, solo queremos recuperar a nuestros hijos. Le puede pasar a cualquiera. Si ven las caritas de nuestros hijos que nos hablen. Ya son nueve años. Que no se guarden lo que saben”, comenta.
La señora Castañeda cuenta que en nueve años las familias se han enfermado y describe a los muchachos como trabajadores, algunos estudiantes, que no estaban haciendo nada malo.
Su hijo Jorge Ulises estudiaba psicología en la universidad y tenía ocho meses trabajando.
Erick Esaú tenía tres años trabajando como arlequín. Tenía 16 años pero se veía de más edad. Su madre Rocío lo describe como un hijo destacado en el deporte que soñaba con ser profesor de educación física y viajar mucho.
“Era alumno ejemplar con primer año de aprovechamiento, muy desenvuelto, tenía muchos sueños. Quería darme una casa, me ayudaba en el sustento de la casa”, platica.
La señora Rocío Huerta dice que ve a sus hijos en otros jóvenes y se pregunta qué estaría haciendo Erick. Cada mañana y noche, afirma, su primer pensamiento es su hijo.
Las familias mencionan que el camino en nueve años ha sido difícil, y que por más que quisieran ver una luz de esperanza, no hay ninguna. “Nos hemos topado con gente prepotente, que no le interesa, puras vueltas, no hay investigación”, comenta Rocío Huerta.
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