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Aldama.— La mañana del domingo, tres niñas indígenas tzotziles de la comunidad de Cocó esquivaron las balas que grupos de hombres armados les dispararon desde las montañas de Chenalhó; las pequeñas lograron resguardarse junto con sus familias en una hondonada que construyeron dentro de su vivienda para estos casos.
Ese día, a las 7:28 horas, un vehículo Tsuru blanco que transitaba por la carretera de terracería —única vía entre la cabecera municipal y las comunidades del municipio de Aldama—, fue atacado a balazos a la altura de la localidad de Cocó. EL UNIVERSAL fue testigo de ese momento.
Segundos después, dos niñas salieron de la parte baja de una vivienda, mientras otra corrió por la calle para alcanzarlas. Se escucharon las detonaciones de arma de fuego desde las montañas de Chenalhó; las menores lograron ponerse a salvo detrás de una pared de tabla y concreto, para luego entrar a su casa con su familia.
Fin de semana de violencia
El viernes pasado, en ese mismo paraje, María Luciana Lunes Pérez, de 12 años, recibió dos impactos de bala: uno en el rostro y otro en el brazo. Utilizaba el telar de cintura en el patio de su casa cuando inició una balacera entre grupos armados.
Un helicóptero de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana también fue atacado, sin que se registraran víctimas.
La menor fue dada de alta el sábado por la tarde del hospital de Las Culturas de San Cristóbal de las Casas, y convalece en el piso de un pequeño cuarto de la comunidad de Xuxchen, que les prestó un familiar, el cual comparte con sus ocho hermanos y sus padres, debido al desplazamiento forzado por las constantes agresiones.
Melchor Lunes y Manuela Pérez señalan que su hija está afectada sicológicamente porque grita por las noches y llora constantemente.
“Estoy preocupada porque grita que tiene miedo y no puede dormir”, dice Manuela a través de un traductor de tzotzil, mientras acaricia el rostro y la mano de su hija que duerme.
El padre de la menor explica, también a través de un traductor, que no puede regresar a su casa porque está muy cerca de los linderos entre Aldama y Chenalhó, donde opera el grupo armado.
Refiere que en la huida dejaron sus pocas pertenencias y no tienen con qué vestir a sus hijos, y menos para darles de comer.
“Mis tierras me proveían de comida ya que sembraba frijol, maíz y café, y ahora no tengo nada que darle a mi familia”, lamenta el hombre, víctima de un conflicto que el gobierno de Chiapas no ha podido detener.
El problema
El viernes 17 de julio, pobladores de las comunidades de Xuxchen, Tabac, San Pedro Cotzilnan y Tzelejpotob, todas del municipio de Aldama, reportaron al gobierno estatal y local la presencia de camionetas con gente armada y vestida de negro.
La disputa por 60 hectáreas de tierras que mantienen Aldama y Chenalhó, desde hace 40 años, se recrudeció luego de un presunto intento de asalto que sufrió el presidente municipal de Chena-lhó, Abraham Cruz, a principios de mes. En el ataque murió su chofer, Efraín Pérez.
La agresión fue atribuida a la gente de Aldama, lo que rechazó el presidente municipal tradicional de esta localidad, Adolfo López Gómez.
“Nosotros no agredimos, respetamos el pacto de no hacerlo. Hemos sido testigos de [cómo] varios grupos se mueven cerca de los linderos y se ubican en trincheras en Santa Martha”, asegura.
“¿Saben quién lidera este grupo armado?”, se le pregunta. “Son varios, hay como ocho personas que se ha dado a conocer sus nombres ante la fiscalía; ellos están entrenándolos”, contesta.
Sobre quién les compra las armas y las balas, declara que “saben que hay actores políticos”, pero no quiso dar nombres.
“Queremos poner fin a este conflicto y como [muestra de] buena voluntad aceptamos la propuesta del gobierno estatal de ceder a Chena-lhó 27 hectáreas de tierras de las 60 que reclama, a pesar de que nosotros somos los ofendidos y que ante el Tribunal Unitario Agrario esas tierras son legales, pero la otra parte no ha dado respuesta”, expuso.
Bajo ataque
El equipo de EL UNIVERSAL, guiado por tzotziles de Aldama, vivió las agresiones de los grupos armados de primera mano.
A las 22:38 horas del sábado, cuando reporteros se dirigían en auto a Xuxchen, iniciaron las detonaciones. “No podemos avanzar, ya se dieron cuenta que estamos aquí”, dijo el chofer de la unidad.
La familia Lunes Ruiz brindó alojamiento. Su vivienda tenía impactos de bala, no era segura, pero afuera se corría más riesgo.
El domingo por la mañana regresaron los disparos y las personas corrieron a resguardarse en las hondonadas de sus viviendas. “Tenemos mucho miedo”, dijo una mujer que minutos antes tejía en su patio.