Los textiles de Zinacantán son especialmente bellos. Flores y fauna en tonos azules, verdes, rosas y morados dan vida a las prendas elaboradas sobre un fondo oscuro, todas con técnicas prehispánicas. A cada una se le dedica entre 15 y 20 días de trabajo; sin embargo, no hay clientes.
Juana Morelia, habitante de este pequeño pueblo de origen maya, ubicado en los Altos de Chiapas, platica que las mujeres estudian la primaria y luego son “preparadas” por sus abuelas, madres y hermanas mayores en talleres de telar en cintura, tejidos, bordados y dibujo. “Nos toca aportar la mayoría de los gastos y el dinero lo sacamos de la venta de las prendas que bordamos y cosemos; los hombres trabajan en el campo en la siembra del maíz y frijol, pero no se venden, es el que consumimos”, añade.
Zinacantán, cuyo nombre significa adoradores del Dios Murciélago en náhuatl, se ubica en los Altos de Chiapas y tiene alrededor de 36 mil habitantes, de acuerdo con el Inegi. Fue un importante centro comercial y la capital de los tzotziles en la antigüedad hasta que en 1486 cayó a manos de los aztecas.
Hoy es conocido por su artesanía y el cultivo de flores en invernaderos en diferentes variedades, por ejemplo, crisantemos, rosas, claveles, entre otras especie que son comercializadas en Campeche, Veracruz, Tabasco, Yucatán, Puebla y la Ciudad de México.
La lucha por los clientes
El pasado 9 de agosto inició la fiesta en honor al patrono de Zinacantán: San Lorenzo Martir. Durante este mes, la autoridad local permite a las mujeres textileras instalar puestos frente al parque central. “Guerita ven; te vendo blusas, tapetes, rebosos y huipil”, ofrecen las mujeres a los turistas nacionales e internacionales quienes llegan a este pueblo.
En la época de vacaciones, las artesanas logran comercializar a la semana unas tres blusas con un precio de 300 pesos; de uno a tres centro de mesa en 700 pesos, de cinco a siete tortilleros en 50 pesos, tres bolsas en 350 pesos y uno o dos chal en 400 pesos, debido a que también hay mucha competencia, porque más de un centenar de mujeres se dedican a esta actividad.
Pero en días normales, las ventas se desploman hasta en 70%, debido a que llegan muy pocos turistas. La poca ganacia que les deja su bordado, explican, la invierten en su materia prima: el hilo; otra pequeña parte es para ayudar en la economía familiar.
Las mujeres se quejan de que son pocos los turistas que llegan al pueblo y menos los que se interesan por las prendas que se venden; “además de que se les hace caro”, platica María, quien en toda la tarde no ha vendido nada.
Ellas se quejan de que no tienen el apoyo del gobierno federal o del estado para comercializar sus productos en el país o en el extanjero, y “los pocos turistas que llegan al poblado compran muy pocas prendas, además no pagan el precio que merece nuestro trabajo”, señala Juana Morelia.
Vida ritual
Los indígenas de estas tierras tienen la creencia que en los cerros verdes que rodean a la comunidad habitan sus náhuales y el espíritu de sus ancestros; por eso cuenta con 29 lugares sagrados donde se realizan rituales ceremoniales.
La vestimenta autóctona de los pobladores de Zinacatán como el chal, huipil y nahua de las mujeres; el traje emplumado, que es utilizado para ceremonias rituales o para vestido de novia, y el poncho de los varones, así como los caminos y centros de mesa, manteles, rebozos, tortilleros, fajas, bolsas, muñecos de tela y cojines son realizados totalmente a mano.
Juana Morelia explica que para elaborar un huipil, chal, un pocho centro de mesa o falda, el primer paso es hacer el telar que se lleva de 15 a 20 días, dependiendo de las medidas.
Posteriormente, continúa otra de las artesanas de nombre Hermelinda, se estampan los dibujos de flores y fauna de la localidad; luego se realiza el bordado en diferentes puntos, además del tejido. Refiere que el costo de la vestimenta completa que utilizan las mujeres tiene un costo aproximado de mil 500 pesos, que incluye la blusa con bordados multicolores alrededor del cuello y pecho, el chal, faja y falda bordada.
El traje típico de los hombres es un zarape de algodón tejido en colores oscuros como azul, verde y morado, con algunos detalles de figuras florales. El pocho tiene un valor de 500 pesos y su elaboración es de aproximadamente 15 días.
Juana Morelia platica que “los talleres de textilería los tenemos instalados en la vivienda”, lugar donde también venden sus productos, debido a que no cuentan con un espacio para comercializarlos.
En representación de las mujeres de esta comunidad Juana hace un llamado al gobierno estatal y federal para que las apoyen con asesoría para que puedan vender sus productos a nivel nacional e internacional.
Artesanas mayas
En julio pasado, EL UNIVERSAL reveló que bolsas de la marca Christian Louboutin, diseñadas y confeccionadas por indígenas mayas de Yucatán, fueron vendidas en 28 mil pesos cada bolsa, mientras que a las mujeres se les pagó 238 pesos por cada una.
Las mujeres en este proyecto de bordado son provenientes de la comunidad Maxcanú en Yucatán; asimismo, se unieron a esta empresa mujeres pertenecientes a zonas cercanas como Oxkutzcab, Canek Maní y Xohuayán.
El diseñador francés suministró a las bordadoras mayas la materia prima (hilos, pedrería, ornamentos, etcétera) requerida para realizar esta labor.