Empalme.— La calma tras la tormenta no ha llegado a Empalme, donde parte de la población sufrió dos inundaciones en menos de 24 horas. Todas sus pertenencias se encuentran sobre las banquetas, convertidas en cacharros. Las lluvias registradas el fin de semana los dejaron devastados.

En tres días, en Empalme-Guaymas se registraron 457 milímetros de agua, cantidad que recibe el estado en un año.

El preludio a esta gran inundación inició la mañana del sábado 20 de agosto con una alerta emitida por una mujer a una radio local. Era una residente de La Salvación, comunidad del ejido San José de Guaymas. “¡Ayuda, nos estamos inundando!”, exclamó.

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Guadalupe Arvayo, de 62 años, es vecina de la colonia Bella Vista, la zona más afectada por las lluvias. No daba crédito: “¿Cómo es posible, si no está lloviendo?”.

Ya había sufrido otras dos grandes inundaciones; la primera en 1990, con una tormenta provocada por el huracán Diana y la segunda en 2009, cuando Jimena pegó con toda su fuerza y su vivienda quedó bajo el agua.

La experiencia y un sexto sentido la impulsaron a resguardar sus pertenencias. Si bien había llovido mucho días antes, en el momento de la inundación, poco antes de las 11:00 horas, no llovía, pero sospechó que el bordo de Ortiz se reventaría.

Lo peor estaba por ocurrir. En media hora las casas de las colonias Pitic, Pesqueira, Rony Camacho y Bella Vista estaban rebasadas.

La ruptura parcial del Bordo Regulador Fusible de Ortiz, que es un retén de la presa Punta de Agua, provocó uno de los mayores desastres naturales en los últimos años en Sonora.

La tragedia

En redes sociales se multiplicaron los pedidos de auxilio de familias y personas atrapadas en el agua, tanto de la zona rural de Empalme, como de Guaymas.

Un helicóptero Black Hawk de la Secretaría de Marina, con rescatistas especializados, recuperó sana y salva a una familia de seis personas —cuatro adultos y dos niñas— que estuvo 22 horas sobre el toldo de un carro que quedó atrapado entre dos arroyos.

También fue rescatado Juan Luis Aguayo Huerta, quien se aferró a un árbol de mezquite 24 horas, luego de que su caballo fue arrastrado por la corriente.

De acuerdo con un reporte oficial, elementos de la Marina hicieron más de 20 rescates.

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Tras perderlo todo, volver a empezar

El martes, la población damnificada dormía “a rais”, como dice María Castro a EL UNIVERSAL. Estaba desencantada porque en la repartición de ayuda no alcanzó colchonetas y tendría que dormir otra noche en el suelo. La madre de dos niños relata cómo han sido sus últimos días tras haber perdido todo lo que tenía, y lo triste que está, pues va a “seguir durmiendo con los chamacos encargados”, porque no los puede acostar en el suelo de su casa porque hay gusanos.

“Gracias a Dios estamos vivos, pero no tenemos nada, no tenemos ni zapatos, es volver a empezar, primeramente Dios, porque no hay más que hacer”.

“‘A rais’, así tenemos que dormir, nos inundamos dos veces, el segundo día fue muy rápido, ya nos habíamos salido y cuando bajó el agua volvimos, pues nos volvimos a inundar y a perder la ropa que nos habían dado”.

María duerme en el suelo “con el miedo de que nos vaya a picar un animal, con el miedo de una infección, de que se vaya a explotar la electricidad”.

Explica que no puede ir por sus hijos, pero está preocupada porque uno de sus pequeños despide un olor desagradable desde uno de sus oídos. Sospecha y teme que se trata de una infección ocasionada por el agua sucia.

Lo peor, ni ella ni su familia tienen el dinero para atenderlo.

Se perdieron los útiles escolares

Los damnificados sólo esperan que las consecuencias de las lluvias terminen pronto, pues entre lo más valioso que se fue están los útiles escolares recién comprados con mucho esfuerzo para regresar a clases el 29 de agosto.

Alejandra Maldonado ya había adquirido el material para su hijo de secundaria, con un costo de mil 800 pesos, y para su niña que cursará cuarto año de primaria, desembolsó mil 100 pesos. Todo se lo llevó el agua.

Relata que el sábado estaba en la iglesia, en un bautizo, cuando sus hijos le llamaron para decirle que estaban juntando la ropa porque los pescadores alertaban que “ya venía el agua”.

Recuerda que a las 11:40 horas llegó a su casa y 20 minutos después ya andaban las pangas por las calles ayudando a la gente.

Ahora su preocupación es pedir una prórroga para comprar de nuevo los libros para su hijo y luego completar los de su hija.

Guadalupe Arvayo dice: “Es la primera inundación a causa de las lluvias en que un gobierno se muestra interesado por cómo nos encontramos. El gobernador vino, entró a las casas, nos pidieron datos, están más organizados, digo las cosas como son”.

Ahora espera que los apoyos sean directos.

En las colonias afectadas se observan cuadrillas de la Guardia Nacional repartiendo agua y alimentos; elementos de la Marina limpiando calles; personal de Salud Sonora, con labores de fumigación para evitar la proliferación del dengue, y un escuadrón de jóvenes de la Secretaría de Infraestructura y Desarrollo Urbano organizando la limpia de calles y ayudando a sacar todo lo dañado de las viviendas. Las autoridades contabilizan en 15 mil 273 a los damnificados.

Las familias afectadas esperan otro tipo de respaldo de los tres niveles de gobierno, pues en este momento no tienen posibilidad de pagar recibos de agua potable ni energía eléctrica.

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