Cuernavaca.- De su lema “Estamos hasta la madre” en 2011, por el clima de violencia y el asesinato de inocentes por el crimen organizado, pasó a la protesta y las marchas en 2012 durante la administración del presidente Felipe Calderón.
Dos años después se reunió con el mandatario Enrique Peña Nieto para impulsar la Ley nacional de víctimas, y cuatro años después, en septiembre de 2018, participó en el equipo del presidente electo Andrés Manuel López Obrador en la búsqueda de una justicia transicional.
“Con Andrés Manuel nos reunimos varias veces y acordamos una agenda de verdadera búsqueda de justicia y paz, basada en la justicia transicional en septiembre de 2018, cuando ya era presidente electo, y ahí salimos a unas mesas con Gobernación que simplemente no funcionaron porque no le interesaron lo que trabajaron con nosotros y las consecuencias ya las vemos”, recordó Sicilia.
Estudioso de Gandhi, Martin Luther King y de la Teología de la Liberación además de admirador del subcomandante Marcos, Sicilia conoce las rutas de la manifestación y los métodos para convencer, liderar y protagonizar marchas que surgen con unos 20 participantes y en el trayecto suma adeptos por la identificación de su descontento: inseguridad pública.
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Así inició su protesta en marzo de 2011 cuando células del Cártel del Pacífico Sur (CPS) mataron a su hijo Juan Francisco y seis de sus amigos en una casa de seguridad del municipio de Jiutepec, municipio conurbado a Cuernavaca. Los cuerpos fueron arrojados en un orilla de la autopista México-Acapulco, en el tramo correspondiente al municipio de Temixco, unos cinco kilómetros al sur de la capital del estado.
El abogado de Javier Sicilia fue Julio de Jesús Hernández Barros, actual defensor de Rosario Robles, y durante las gestiones legales lograron detener a 21 presuntos responsables, entre ellos al líder de la célula criminal Julio de Jesús Radilla Hernández, “El Negro Radilla”.
Esa noche, el “Pelón” entró al cuarto con la orden de matar a Juan Francisco Sicilia y sus amigos, los cuales estaban sometidos en el piso de una casa de seguridad. Entre los cuerpos amontonados, maniatados y vendados de los ojos, Isacc Hernández Villarino, el “Pelón”, reconoció a Juan Francisco Sicilia Ortega como uno de sus excompañeros de la universidad privada donde estudió en alguna ocasión.
Además lo había visto recientemente en un bar de Cuernavaca, relató ante el Ministerio Público Federal, Víctor Manuel Valdez Arteaga, el Gordo Varilla, otro implicado en el crimen.
Enseguida el Pelón salió del cuarto y caminó hacia su jefe Julio de Jesús Radilla Hernández, el Negro, para interceder por Sicilia: “A él no”, le pidió. “O todos o nadie”, respondió el jefe del CPS.
Valdez Arteaga dijo que cuando entró a la habitación escuchó a sus compañeros que los jóvenes suplicaron por el perdón de sus vidas a cambio del pago de uno y hasta dos millones de pesos, pero nada los salvó.
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En abril de 2011, unos días después de la masacre, anunció su primera marcha a la Ciudad de México para exigir al gobierno de Felipe Calderón Hiojosa cambiar el método de lucha contra el crimen organizado, porque la secuela de detenidos y asesinatos de inocentes se contaban por miles.
Desde un templete en el zócalo de Cuernavaca, Javier Sicilia exhibió su fuerza moral para exigir un encuentro con Calderón Hinojosa. Ahí estaban Julián LeBarón, Olga Reyes, del movimiento 5 de junio de la Guardería ABC; Emilio Álvarez Icaza, el padre Miguel Concha, Miguel Ángel Granados Chapa y de Alberto Athié.
“Tenemos la deuda de poner en claro los nombres, apellidos, historias de los más de 40 mil muertos de esta guerra mal hecha, mal planteada, mal dirigida, para reivindicarlos moralmente e indemnizar a sus familias, que, además de sufrir el desprecio y la criminalización de las autoridades, son pobres”, expuso Sicilia.
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Más adelante propuso a los cárteles del crimen organizado una tregua y los conminó a retomar sus códigos de honor y comunicar si realmente estaban dispuestos a respetar a la ciudadanía, “si nos van a proteger, si no nos van a matar, si no se van a meter con nosotros no van a matar a nuestros hijos, no van a sembrar el terror en esta nación”, expuso.
Ahora con el proyecto de retomar las calles, el poeta considera necesario plantear otra vez a los capos del narcotráfico una tregua para detener los crímenes violentos, aunque lo más importante para el activista es lograr un encuentro con el presidente Andrés Manuel López.
La tregua es necesaria porque “tienen ensangrentada la casa” y eso es perjudicial para todos. “Tienen que volver (los grupos delictivos) a una mínima ética, una responsabilidad de ellos, así como de la ciudadanía y el Estado”, sugirió.
En el plan de manifestaciones están considerados varios activistas, entre ellos Julián LeBaron, cuyos familiares murieron acribillados en Bavispe, Sonora, y en solidaridad Sicilia convocó a una gran marcha rumbo a la Ciudad de México pero encontró el rechazo del presidente López Obrador.
“No sé qué pasó con Andrés Manuel. No entiendo sus cambios de humor, sus cambios de estrategias, sus compromisos muy específicos. Creo que en lugar de rebajar las cosas debería responder a la altura de las circunstancias”, sostuvo.
Vía telefónica, el activista consideró que el gobierno federal evidencia una pobreza política e intelectual pero dijo que el presidente López Obrador todavía tiene tiempo de reaccionar y releer la carta que le envió y mirar la realidad del país.
La marcha, dijo el activista, no será en estas fechas porque se acerca la protesta de los grupos feministas, luego vienen los festejos de la Cuarta Transformación y después Navidad.
“Necesitamos un espacio tranquilo para posicionar un argumento que no sea capitalizado por grupos adversos al presidente, que sea un encuentro del cual surja un acuerdo para unir al país”, dijo.
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afcl