Santa María Tonameca.— Ana Andrea Aguilar Fabián camina con cuidado entre las miles de tortugas golfinas que ocupan los seis kilómetros del santuario

Ella es una de las 10 mujeres de las poblaciones de Guapinole y Barra del Potrero que forman parte del Programa de Conservación para el Desarrollo Sostenible (Procodes), que se encarga de monitorear el desove de las tortugas en el campamento a través del método de transecto.

Sólo del 13 al 17 de octubre pasados se registraron 324 mil 274 ejemplares de tortugas golfinas en Playa Escobilla, considerado el más importante santuario de ese tipo de animal en México y el mundo.

En las cuatro arribazones qaue han sido reportadas durante 2022 suman 911 mil 453 tortugas y contando.

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“Este santuario me atrevo a decir que es un ejemplo en México y toda América, es un trabajo arduo, pero buscamos fortalecerlo con aliados que son las comunidades, que ellas sean parte y entiendan la importancia de este recurso natural. Un logro importante es la reducción considerable del saqueo, a diferencia de Morro Ayuta por ejemplo”, explica el biólogo Ángel Guillermo González Padilla, coordinador de Playa Escobilla.

El recibimiento

De cuatro de la tarde a ocho de la noche, Ana Andrea, de 26 años, carga dos tubos de PVC que hacen las veces de instrumentos de medición; el primero se coloca entre las tortugas, en línea recta, hacia un pilar de madera en el límite de la playa, con el número de estación de monitoreo anotado. Son 50 estaciones.

El segundo tubo, de dos metros, lo sostiene en forma horizontal y camina con él desde la orilla del mar hasta una de las tortugas que deposita sus huevos, se hinca y verifica si está desovando para luego anotarlo en una hoja.

Esto es lo que ella llama transecto, que no es más que un muestreo o toma de datos que luego entrega a los encargados del campamento para ser vertidos en una base de datos.

Durante esta temporada de arribazón de tortugas, Ana Andrea también limpia la playa, busca nidos, rescata crías y elabora trampas para escarabajos, uno de los depredadores de los huevos de tortugas.

Este empleo temporal la ayuda a obtener un ingreso extra durante los ocho días que dura la cuarta arribada, alrededor de mil 200 pesos por cuatro horas.

“Es la primera vez que participo en esta actividad, no es pesado y me ayuda a obtener un recurso extra para sostener a mis dos hijos, de paso aprendo a conservar el santuario, me hace pensar en la importancia que tiene mantenerla de los saqueos, de que se logre la recuperación de la especie de tortugas.

“Es una buena forma de integrar a la gente que vive cerca del santuario”, explica Ana mientras anota en la hoja la hora, la estación de monitoreo y el número de tortugas desovando en su perímetro de medición.

De acuerdo con la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), dependiente de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), para realizar las acciones de monitoreo se cuenta con 20 personas del Programa para la Protección y Restauración de Ecosistemas y Especies Prioritarias (Prorest), 10 de la comunidad de Guapinole, y 10 de Barra del Potrero.

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El santuario ejemplo, amenazado por el turismo

En años pasados, Playa Escobilla registró la presencia de más de un millón de tortugas durante nueve a 10 arribazones; cada arribazón dura de ocho a 10 días, comienza en junio y concluye en febrero, mientras que cada tortuga deposita entre 90 y 100 huevos.

Debido a la alta densidad de nidos, falta de humedad, falta de lluvia, saqueos y altas temperaturas, sólo eclosionan exitosamente 20%.

El biólogo González Padilla considera que este centro ha sido un modelo exitoso durante más de cuatro décadas, pues existe un trabajo coordinado de preservación con las comunidades que participan en los programas. También hay una estricta aplicación de monitoreo después de que se presentan mil tortugas en la playa, pues se da aviso a la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) y a la Secretaría de Marina (Semar), por lo que el saqueo disminuye considerablemente, dice.

A pesar de ser un santuario importante para la anidación, se enfrentan a una problemática mucho más fuerte que el saqueo: la expansión de la mancha turística en la zona, pues a pesar de ser una reserva, los desarrollos inmobiliarios comienzan a ofertar terrenos cercanos, resaltando como atractivo las arribazones de tortugas.

Las empresas aprovechan la falta de claridad en la delimitación del polígono, en la extensión de la playa como santuario, lo que representará un riesgo en el futuro.

En cuanto a protección y vigilancia, en esta última arribazón el santuario solicitó apoyo a la Profepa delegación Oaxaca, que comisionó a tres inspectores, y a la Semar de la 18 Zona Naval base Huatulco, que envió a ocho elementos.

Las acciones de monitoreo también se llevan a cabo bajo la coordinación de la Conanp, que cuenta con la colaboración de un técnico de la asociación civil Costa Salvaje, así como de voluntarios.

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