Puebla.— En los últimos días, su vida ha viajado por un tobogán de emociones. De la desesperanza, incredulidad, rabia y coraje, pasó a la tranquilidad, fortaleza y ganas de seguir gritando en contra de las injusticias.
María Luisa Núñez Barojas encontró a su hijo, junto con dos de sus amigos.… cinco años después de su desaparición y en una fosa clandestina.
Dice que su corazón y su mente se rompen en mil sensaciones que brotan descontroladas.
“Es algo agridulce”, afirma con la voz entrecortada, aguantándose las ganas de estallar por la presencia y ausencia, paradojas de la vida, de su hijo Juan de Dios Núñez Barojas.
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“Lo encontramos buscando, buscándolo. Lo encontramos nosotros, lo encontré yo”, añade como si quisiera gritarlo a los cuatro vientos. “Por parte de las autoridades jamás hubo una investigación y jamás hubo una búsqueda, lo encuentro víctima de la inseguridad, víctima del delito”, recrimina.
Desde el pequeño pueblo de Tehuitzo, en el corazón del municipio de Palmar de Bravo, dice que la envuelven la amargura, tristeza, dolor y desesperanza, pero también la “tranquilidad y satisfacción de saber que mi lucha no fue en vano”.
En aquel lejano 2017, María Luisa se sacudió el miedo y se enfrentó contra un monstruo de mil cabezas en busca de su hijo, y lo hizo desde el temido Triángulo Rojo, una región poblana donde las bandas del huachicoleo tomaron el control a base de dinero, sangre y muerte.
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Ese viernes de abril, su hijo le notificó que pronto llegaría a casa; se encontraba a 15 minutos de distancia, en la localidad de Cuacnopalan, también del municipio de Palmar de Bravo. Había sido demorado en un retén, junto con dos compañeros, un militar en activo y otro en retiro... Nunca supo más de ellos.
En el camino para hallar a Juan de Dios y a sus amigos, los hermanos Abraham y Vicente Basurto Linares, María Luisa fundó el Colectivo Voz de los Desaparecidos, el primero en Puebla, y desde ahí dio la batalla.
Fue ella quien supo que no fueron cinco ni 10, sino 20 los perpetradores y ubicó, gracias a mensajes anónimos que llegaron al colectivo y a investigaciones propias, la fosa clandestina donde finalmente encontraron los cuerpos de los jóvenes.
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“Fue un acto de cobardía, sólo fue un acto de cobardía, de esos que se justifican [con] que ‘estás en el lugar equivocado y en el momento equivocado’. Sólo fue un acto de vileza y culpa de la inseguridad de este estado que reprime y que sigue revictimizando a las víctimas”, suelta con rabia contenida.
Agradece hallazgo
María Luisa dice que cuando descubrió la fosa imploró que no estuviera su hijo, guardaba la esperanza de que la información no fuera del todo cierta porque, a pesar de los años, quería creer que lo podría encontrar con vida, pero a la vez le agobiaba pensar que, si no era, entonces tenía que empezar desde cero.
Fue ella quien notificó a las autoridades del hallazgo de los cuerpos y solicitó su intervención. Dos resultados en genética, del Instituto de Ciencias Forenses de Puebla y de los Servicios Periciales de la Fiscalía General de la República, dieron pruebas científicas irrefutables de que se trataba de Juan de Dios, Abraham y Vicente.
Recuerda que su primera reacción, como madre, fue cuestionar los resultados, pensar en un error humano, y luego vino un dolor muy profundo, porque, dice, se acabó la esperanza de que su hijo pudiera regresar a casa, volver a verlo, como la última vez: “Es un dolor muy profundo que a pesar de estos casi cinco años no he aprendido y no he encontrado las palabras de cómo se dice este dolor... y esa sensación de que se acabó la esperanza, porque ya no hay más esperanza de pensar, de ilusionarme [con] que en algún momento regresaría por su propio pie”.
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Entre esa ambivalencia de sentimientos, María Luisa se dice agradecida como nunca con Dios y con la vida por lo que considera un milagro y un regalo: “Haberlo encontrado y tener la esperanza [de] que esté al lado de Dios Padre, ya sé que está mejor y que ya no sufre como los que estamos aquí en medio de tanta inseguridad, dolor, deshumanización y crueldad”.
Ahora lo que sigue, dice con voz firme, es ser la voz de cientos de personas desaparecidas. Y si en agosto de 2018, cuando el Colectivo Voz de los Desaparecidos hizo su primera aparición pública, 14 familias buscaban a sus familiares, ahora María Luisa tiene como meta ubicar a los 2 mil 500 desaparecidos que ellos tienen registrados en Puebla.
“Cuando lo quisieron desaparecer [Juan de Dios], no sabían que él había llegado a esta vida para permanecer. La Voz de los Desaparecidos en Puebla surgió para gritar (...) por él y por los que se han sumado”. Nos faltan, agrega, todos los demás. Ella seguirá su lucha “con un dolor profundo, pero de pie y con la voz más fuerte que nunca”.