El médico pasante Francisco Lomas Juárez, de la Universidad Juárez del Estado de Durango, recuerda que antes de trasladarse a la comunidad donde hace su servicio social, tenía toda la ilusión de atender a la gente, pero a seis meses de concluir el servicio, el miedo e incertidumbre permea después de la muerte del médico pasante Eric Andrade en Pueblo Nuevo, en el mismo estado.

“El deseo de ayudar o salvar vidas no justifica para nada el riesgo de regresar en un ataúd”, sentencia Francisco Lomas Juárez, oriundo de Gómez Palacio, Durango.

El médico pasante hace su servicio social en la comunidad Los Zarqueños, a 40 kilómetros de la cabecera municipal de Indé, Durango, un municipio de menos de 5 mil habitantes, donde todos los días, cuenta, vive y trabaja con las carencias del sistema de salud.

Su jornada oficial es de 9 de la mañana a 4 de la tarde, pero como médico pasante se le exige trabajar las 24 horas y estar atento a las urgencias, aun cuando éstas no sean calificadas como tales por ser dolores de estómago o de cabeza.

“La mayoría de los pasantes en las unidades rurales no contamos con luz, gas, agua, internet. Prácticamente estamos una semana incomunicados y tenemos que esperar al fin de semana para ir a ver a la familia, a los compañeros”, relata el pasante de 25 años.

Además, duerme en un cuarto adjunto a la clínica, donde apenas cabe un refrigerador que no funciona, una estufa de gas con una fuga y una cama cuyo colchón de plástico es parecido a los que usan en las cárceles municipales.

“Las comodidades brillan por su ausencia, pero no pedimos comodidades, pedimos que nos den al menos lo básico para trabajar, hay veces que no tenemos ni siquiera unas pinzas para atender un parto”, relata.

Todo por una beca de mil pesos a la quincena que no le alcanza ni para los traslados a ver a la familia. A pesar de las condiciones y temores, se mantiene intacto el sueño de estudiar la especialización de medicina interna y posteriormente la subespecialidad en nefrología clínica.

La violencia es latente

El médico pasante dice que no tiene nada que decir de su comunidad salvo palabras buenas, pero que por ello no se puede tapar el sol. Asegura que, aunque a él no le haya pasado, no quiere decir que a 10 minutos de su comunidad no haya ocurrido un hecho violento.

“A 10 minutos, existe un pueblo llamado Las Delicias en donde hace dos semanas extorsionaron y secuestraron a un compañero pasante de mi generación y de mi facultad”, comenta.

Francisco Lomas reconoce que los pasantes que están ubicados en la parte de la sierra de Durango, tienen que vivir con la presencia del narcotráfico.

“Nosotros estamos expuestos todas las veces que vamos y nos regresamos de la comunidad. Siempre cualquier médico que le preguntes te va a platicar de algún suceso de violencia, de hostigamiento, de acoso, de violación”, asegura.

El médico tiene adscrito el servicio social en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y dice que no les han dado indicaciones del retiro de la plaza. Considera que son actos de poca empatía.

Adelanta que, si no ve apertura, no tiene problema en no presentarse a laborar hasta que se establezcan y esclarezcan las indicaciones, y exista una certeza de seguridad o que los reubiquen a las plazas urbanas.

“Para nosotros existe el temor más que a la comunidad, a las represalias por parte de nuestras instituciones de salud”, añade.

ml