Tula.— Aquí hay un enorme enojo y decepción. A 45 días de que se registrara el desbordamiento del río Tula, que inundó por dos días esta ciudad la madrugada del 7 de septiembre, los pobladores han tenido que salir adelante como pueden. Fuera de despensas, no han recibido apoyo y se multiplican las mantas en las que denuncian las pérdidas económicas sufridas por una inundación, que, aseguran, fue provocada.
Señalan como responsable a la Comisión Nacional del Agua (Conagua) y exigen indemnización del gobierno federal.
En la calle Cuauhtémoc, que se ubica entre el centro de la ciudad y el río, casas y negocios cuelgan en sus fachadas mantas que la organización de damnificados UnidosxTula ha distribuido entre los afectados. Resalta la consigna: “Tula no se inundó, la inundaron”.
Allí vive Consuelo Ortiz. Hoy, como desde hace 45 días, cuando su vivienda se anegó con aguas negras, continúa con la limpieza. El local, que hasta el 5 de septiembre funcionaba como tienda, se encuentra vacío, sólo luce una vitrina vacía.
Ropa apilada, desechos de lo que alguna vez fueron artículos de cocina y una estufa inservible dan fe de lo que pasó en este lugar. Consuelo, con escoba en mano, limpia aún la suciedad que dejó la inundación.
Dice que ninguna autoridad se ha acercado a ofrecerle ayuda. Lo ha perdido todo y hasta el fin de semana la parroquia de Tlahuelilpan les llevaba alimentos, pero esta ayuda se terminó y ahora no sabe qué hacer.
En su casa viven seis personas, incluidas dos niñas; todos duermen en colchonetas que les regaló una empresa de telefonía, pero dice que son muy delgadas y entre el frío y lo duro del suelo ya les ha empezado a afectar.
Para ella y su familia el gobierno federal ha resultado una desilusión. “Ellos están bien, tienen que comer, tienen donde dormir, por eso no les importa lo que nos pasó”.
“El mejor Presidente nos olvidó”
“Andrés Manuel López Obrador es un buen presidente, pero nos abandonó. Nos falló”, dice Vicente Castillo, un hombre mayor dueño de una de cerrajería.
Los daños económicos son inmensos, dice, y sólo ha recibido despensas que no le sirven para nada porque no tiene en qué cocinar, no tiene un plato para comer o una taza para beber, todo se perdió.
Cuenta que en cuestión de minutos su casa se inundó. Su familia se quedó dentro de la vivienda mientras él ponía a salvo un vehículo; al regresar, su hogar estaba tres metros bajo el agua.
“López Obrador dijo que nos visitaba a los 15 días, pero no lo hizo ni lo hará. Hemos tenido mucha fe en él, es un buen presidente, pero a nosotros nos abandonó”, dice don Vicente con tristeza.
Un hecho provocado
Yésica Ochoa Hernández es dueña de una lavandería donde se perdieron ocho máquinas, entre lavadoras y secadoras, computadoras y enseres domésticos. Ella, como la mayoría en Tula, está convencida de que la inundación fue provocada.
Sus pérdidas, dice, ascienden a 150 mil pesos, pero a su puerta sólo fueron a pedirle sus datos, que, asegura, fueron mal utilizados porque, casualmente, a todos los vecinos que dieron su información ya les hablaron por teléfono de parte de financieras que les ofrecen préstamos con altos intereses.
“Nosotros no pedimos que nos regalen nada o nos ayuden, demandamos que nos paguen, que nos den una indemnización por un hecho que el gobierno provocó, no la gente, no la naturaleza. La Conagua debe asumir su responsabilidad.
“Al gobierno no le ha quedado claro, ellos piensan que pedimos ayuda y lo que nosotros exigimos es que reparen el daño que nos causaron”, dice.
Hoy Tula está lejos de levantarse, de volver a la normalidad. Los negocios que ya abrieron sus puertas han colocado letreros en cartulinas para llamar la atención de los clientes.
“Estamos abiertos”, “hay servicios”, “se vende tortilla”, se lee en los carteles que hay en esta ciudad, la cual, a cambio de empleo y crecimiento económico para el estado, ha recibido olvido y afectaciones.
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