Puebla.— Separados por kilómetros, con música de mariachi y con el dolor atravesado en el alma de los suyos, ayer fueron despedidos Francisco Javier Tirado, un estudiante universitario, y Josué Vital Castillo, conductor de Uber. Ambos jóvenes.

Entrada la tarde, los vientos del norte que habían golpeado a la ciudad de Xalapa, Veracruz, cesaron por completo.

El féretro con los restos de Francisco Javier Tirado habían llegado a su última morada: el Panteón Bosques del Recuerdo.

Junto a las banderas de México y Colombia, la casaca del equipo cafetalero también acompañó al muchacho a su tierra natal, la capital veracruzana.

La música del mariachi se fundió con los gritos de dolor de sus padres y familiares más cercanos por la partida de un estudiante de Medicina considerado alegre, solidario y feliz.

En tanto, a cientos de kilómetros, un balón desgastado en color rojo y la playera de su equipo de futbol el Cruzeiro acompañaron a su última morada a Josué, padre de un niño de siete años.

En la humilde vivienda de la familia Vital Castillo, familiares y amigos le dijeron adiós al chofer del Uber. Pegada al féretro, tumbada sobre la tierra, una mujer grita por su hijo y entonces los corazones se hacen pequeños.

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