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Pese a la modernidad y la creciente tecnología, en Oaxaca se preserva la tradición de honrar a los muertos, los días 31 de octubre, 1 y 2 de noviembre, con particularidad en cada una de las ocho regiones del estado.
En los Valles Centrales, la población zapoteca de Santa Cruz Xoxocotlán -uno de los municipios emblemáticos por estas festividades- ha preparado todo para recibir a sus muertos con tradiciones prehispánicas y coloniales que aún conservan.
Aunque los sismos de septiembre dañaron el templo del antiguo panteón, los pobladores ya han limpiado las tumbas de sus familiares para la velada de hoy 31 de octubre.
En este municipio ubicado a cinco kilómetros de la capital de Oaxaca, donde la conmemoración del Día de Muertos se impregna de misticismo, se encuentran tres cementerios, uno de ellos es el de San Sebastián, que es el más antiguo y tiene un templo del siglo XVI; llamado así en honor al primer santo que tuvo como patrón esta comunidad.
Hoy, los habitantes de esta población ubicada en las faldas del cerro del centro ceremonial Monte Albán, cuentan con otra iglesia, la de Santa Elena de la Cruz, situada frente al palacio municipal, que también resultó afectada por los fenómenos naturales.
Pero el templo de San Sebastián fue intervenido durante las últimas dos semanas por el personal del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) para reforzar la entrada de este inmueble histórico, afectado por los terremotos de septiembre y las torrenciales lluvias.
Se apuntalaron las partes débiles para evitar que haya incidentes durante la velada, explica Enrique Reyes, uno de los responsables de la reparación.
La tradición de la conmemoración aún se conserva en el antiguo camposanto por su historia, aunque con menor afluencia a diferencia de los otros dos panteones, explica la subdirectora de Cultura del ayuntamiento de Xoxocotlán, Catalina Guadalupe Suárez Aquino.
“Lo histórico es el templo, lo fundamental, nuestra raíz del inicio del pueblo pues está en el templo de San Sebastián”.
Este lugar emblemático alberga los restos de los nativos de la población con 888 tumbas, la mayoría aún de cantera verde y rosa. Incluso, aquí se encuentran dos sacerdotes apreciados por la comunidad: Francisco Aldiñach Rosh, de origen catalán, y Rafael Neri.
De acuerdo con Suárez Aquino, el cura Aldiñach Rosh es considerado uno de los benefactores de Xoxocotlán porque además de haber ofrecido su servicio religioso, enseñó a la población a cultivar el melón, la sandía, el gusano de seda y hasta los acordes musicales, con los que formó una banda en la época cristera.
Su historia y cultura de este lugar, narra Catalina hace de la conmemoración del Día de Muertos, un encuentro entre lo terrenal y lo divino.
“Ese misticismo de oración de recordar a quienes ya no están con nosotros frente a sus tumbas”.
Para la velada, luego de haber puesto sus ofrendas dentro de sus hogares, las familias acuden al panteón desde las seis de la tarde del 31 de octubre y se retiran en la madrugada o hasta la mañana del 1 de noviembre.
Lo mismo sucede con los otros dos camposantos más recientes, uno de ellos llamado Mitlancíhuatl.
En esta víspera de Todos los Santos, doña Catalina Esteva Esteva, de 72 años de edad, ha reunido todos los elementos para colocar su altar este martes, con el que recibirá a sus padres y abuelo; ese mismo día acudirá a los panteones a colocar flores, veladoras y rezará frente a las tumbas de sus familiares.
Después regresará a su hogar para estar con las almas de sus seres amados el 1 y 2 de noviembre, donde les preparará el tradicional platillo conocido como pletamal y el chocolate, que estará acompañado del pan de muerto.
“Es muy místico, de mucho respeto, es ir a rezar, es de santa paz. Uno cree firmemente en que ellos vienen y que traen a sus invitados”, cuenta.
Aunque en años anteriores los tres días de la conmemoración se escucha el repique de campanas que anuncian la llegada de las almas de los fieles difuntos, según la creencia, en esta ocasión los habitantes ya se han resignado a que posiblemente no sonarán debido a los daños causados en el templo por los sismos del 7 y 19 de septiembre.
Pero sin campanas, dicen, continuarán con su tradición donde el martes a las tres de la tarde llegarán los angelitos, quienes son las almas de quienes murieron siendo aún niños; a la misma hora pero el 1 de noviembre recibirán a los adultos y el 2 de noviembre en el mismo horario los despedirán respetando sus rituales.
sjno