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Son las nueve de la noche. La hora que puntualmente le recuerda cada día a Fernando que tiene otras 24 horas para vivir. Es el momento de consumir su antirretroviral, el medicamento que lo mantiene vivo frente al Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (sida).

Hace 15 años, Fernando adquirió el virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH), pero ante el temor y la negación tardó en hacerse la prueba de detección, lo que atrasó el inicio de su tratamiento médico y, como consecuencia, desarrolló el cuadro de sida.

Desde entonces, su vida cambió y aunque cada día renueva sus fuerzas, toma su medicamento y ejerce su profesión de contador; todas las noches vuelve a enfrentarse a su realidad. Lo hace cuando observa la pastilla que no debe dejar de tomar a las nueve de la noche todos los días, lo que le resta de vida.

“Sin duda, armarme de valor es muy complicado, en el día todo bien, pero cuando ya llega la noche, que es la hora de tomarme mi antirretroviral, nada más de ver el frasco es volver a caer en mi realidad, dependo de esta pastilla, es tener presente la muerte, es estar en ese recordatorio que es fuerte a veces”, narra.

Fernando, de 43 años, es una de las 6 mil personas infectadas de VIH-sida en Oaxaca, contabilizadas desde 1986 al primer trimestre de 2018.

Según el Sistema Nacional de Vigilancia Epidemiológica de la Secretaría de Salud (Ssa), de enero al 18 de agosto de este año se contabilizaban 272 casos de VIH y 87 de sida, frente a 308 y 91, respectivamente, en el mismo periodo de 2017, lo que muestra que el ritmo de contagio se mantiene casi estable.

Por estas cifras, Gabriela Vásquez Rosas, directora del Consejo Estatal para la Prevención y Control del Sida (Coesida), estima que no se cumplirá con la meta de ONUSIDA de poner fin a la epidemia para 2030, pues en Oaxaca cada semana se contabilizan hasta ocho nuevas personas infectadas.

“Va a ser muy difícil llegar a tener este reto que nos ha puesto ONUSIDA, el de poder terminar con la epidemia en 2030, simplemente para 2020 teníamos que bajar los casos, pero cómo, cuando el año pasado hubo un repunte de 1.8 millones de personas con nuevas infecciones a nivel mundial, el repunte de la infección por VIH-sida ha aumentado, no solamente a nivel mundial, sino también nacional”, indica.

Los datos le dan la razón a Vásquez Rosas. Se acuerdo con cifras de la Ssa, 2017 cerró con 9 mil 176 contagios de VIH a nivel nacional, frente a los 7 mil 723 de 2016. En cuanto a casos de sida, la cifra fue de 3 mil 508, frente a 3 mil 46 de 2016.

Nativos, la mayoría de casos

De los más de 6 mil casos de los que se tiene conocimiento en Oaxaca, 80% es población indígena, asegura la directora estatal de Coesida, Gabriela Vásquez. “De los 570 municipios que existen en el estado, más de 400 tienen personas infectadas de VIH o sida; es alarmante”, asegura.

El trabajo de prevención y el de detección oportuna de este virus se complica en las comunidades rurales, explica, debido a factores como los usos y costumbres de cada población, a los tabúes, a la diferencia de idiomas, que los pobladores no hablan español sino sus lenguas nativas, lo que dificulta la comunicación. Otra de las carencias es el presupuesto, lo que contribuye a no reducir el índice de casos.

Rechazo y discriminación

En otros casos, como el de Fernando, la situación se complica por el temor a ser rechazado y a la negación que viven en un principio. La asesoría sicológica, los grupos de autoapoyo y el asistir a congresos es lo que le ha permitido al contador aceptar su diagnóstico y disfrutar de la vida, aunque lleva 15 años viviendo discriminación, confiesa.

Cuenta que el rechazo no sólo es en el ámbito social, sino que incluso lo vive desde el sector salud, cuando es atendido por el personal médico tanto en clínicas como en hospitales públicos y privados. Por eso, platica, cuando requiere de una consulta vuelve a tener miedo por repetir el proceso de informar su estado serológico y de ser discriminado.

Aunque físicamente dice no tener un malestar, se mantiene alerta ante cualquier cambio, siguiendo rigurosamente el tratamiento, la alimentación y la higiene personal. Quiere seguir viviendo y estar bien para que su familia no sufra por él, no quiere verlos sufrir, confiesa Fernando.

Su experiencia de más de una década con la enfermedad lo llevó a fundar una organización para apoyar a personas con VIH. Coincide en que los contagios no bajarán, por ello asegura que perder el miedo, hacerse la prueba de detección a tiempo y creer en el tratamiento es la clave para continuar viviendo.

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