García.— Sin nubes a la vista y soportando temperaturas cercanas a los 40 grados centígrados, las vecinas del Tercer Sector de la colonia Villas de Álcali, en el municipio de García, buscan protegerse de la radiación solar a la sombra de un árbol o con una sombrilla, mientras esperan pacientes que se llenen uno a uno los recipientes que habilitan para almacenar agua, la más posible, para satisfacer sus necesidades básicas.
Por la baja presión, el líquido no llega a las tuberías del interior de las casas, por eso en una rutina que no siempre da resultados, los vecinos sacan una silla, se sientan y se ponen a esperar desde las siete de la mañana a que caiga el agua en las redes de distribución de la calle, para lo cual desconectan la manguera que alimenta su toma domiciliaria.
Pero a veces desisten al paso de las horas. Luego se enteran por otros vecinos que anda alguna pipa por ahí cerca y se dirigen a buscar su dotación de agua.
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En un recorrido por la calle Morion, el sábado por la tarde se observó que prácticamente todas las familias, en ambas aceras, estaban en la misma tarea de recolectar agua en cubetas, botes, garrafas, ollas y hasta en las bañeras de bebés, pues después de 18 días que de sus llaves no salía ni una gota, por fin jueves, viernes y sábado de la semana pasada tuvieron el líquido, aunque fuera durante una hora o poco más.
Para abastecerse, desconectan la manguera que alimenta su toma domiciliaria sobre la banqueta, ya que la baja presión impide que el agua llegue a las llaves al interior de las casas.
Mientras los mayores de 60 años comentan que esta situación supera la crisis de agua que se vivió hace más de 40 años, cuando debió construirse la presa Cerro Prieto, los más jóvenes no recuerdan algo similar.
Entre estos últimos está María Elena Galván, madre de un bebé de un año, quien dice que en los más de ocho años que lleva viviendo en Villas de Álcali no había pasado por algo igual.
Reconoce que ocasionalmente había fallas en el servicio, por falta de presión los sábados o los domingos, pero nunca al extremo de pasar 18 días sin una gota.
Durante esos 18 días han tenido que acarrear agua desde el Sector Dos de la misma colonia, donde a veces llegaba el agua, aunque fuera con poca presión, y las vecinas les avisaban a través de redes sociales con mensajes como: “Tenemos agua por si quieren venir”, y al poco rato se formaban filas de personas con cubetas.
Y también pudieron superar esos días difíciles gracias a que el municipio de García les mandó alguna pipa en tres ocasiones, pero no bastaba porque había demasiada gente, y hubo hasta pleitos porque alguien se quería meter sin esperar su turno.
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Llenan hasta el bote de basura
Un delgado hilo de agua va llenando poco a poco la bañera de su bebé, de donde la señora Mary toma con un recipiente más pequeño para ir llenando botes y cubetas, y si alcanza, también la tina de la lavadora, además de un tambo de 200 litros que antes usaba para la basura, y que ahora se cotiza hasta en 400 pesos.
“No me da vergüenza decirlo, uso el bote de la basura para guardar agua, lo lavé bien y le tapé con silicón un agujero que tenía, de ahí agarro para lavar los trastos, para la lavadora, para bañarnos”, dice la joven mujer.
Comenta que el agua de la primera carga de ropa de la lavadora, la reutiliza para una segunda carga, y para el enjuague de las prendas de las dos lavadas, usa agua limpia que posteriormente utiliza para trapear, mientras emplea el agua más sucia de dos lavadas para los sanitarios.
Para lavar los trastos usa dos botes, en uno los enjabona, en otro los enjuaga, y luego reutiliza el agua para el baño.
Esta crisis aumentó los gastos de las familias, ya que el agua purificada en garrafones de 20 litros subió de 35 a 50 pesos, algo que no puede evitar la señora Mary porque necesita preparar cuatro mamilas diarias para su niño. Para ahorrar, ella y su esposo toman agua hervida de la tubería, aunque tiene sabor desagradable.
Dice que en agua purificada se les van unos 500 pesos mensuales, que se suman al gasto de pañales, leche y el Infonavit, con los mil 700 pesos semanales que gana su esposo, quien en ocasiones se tiene que ir sin bañar al trabajo. “Yo ando a veces toda sudada, me quiero asear, pero luego pienso: ‘Mejor baño a mi hijo’”.
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