León.— Un tiroteo en el distribuidor vial en la salida a Silao, a 200 metros del Centro Comercial Plaza Altacia, sembró el pánico; decenas de automovilistas frenaron su marcha detrás de un taxi que se detuvo: un pasajero había muerto y su acompañante estaba herido por las balas.
El homicidio número 64 del mes de julio en León se registró minutos antes de las 11:00 horas de este martes; otro más ocurrió tres horas después en la colonia Infonavit Los Ángeles II.
“¡Esto está de miedo!”, expresó una comerciante de alimentos que presenció el ataque en las cercanías del distribuidor vial.
“No ponga mi nombre, ¡foto no!, vea cómo están las cosas”, pidió la mujer de 48 años. Ella dice que en León, clasificada en los indicadores criminales como la tercera ciudad más violenta del país, la situación es complicada.
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“¿Cómo me cuido?, me encomiendo al manto de Dios; es el único que nos puede cuidar. La policía ya no puede”, dice.
El lunes pasado, el presidente Andrés Manuel López Obrador mostró los 50 municipios de México con mayor incidencia delictiva, en la que aparece León en tercer lugar, con un millón 712 mil 215 habitantes, es la ciudad más poblada de Guanajuato, con más de mil 600 colonias.
El 84% de los leoneses se siente inseguro, de acuerdo con los resultados de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) realizada por el Inegi en diciembre de 2020.
En la colonia Real Providencia, de clase media, Antonio se coordinó con sus vecinos para construir un ojo vigilante las 24 horas del día con un sistema de videocámaras en postes y domicilios. Las protecciones de herrería son insuficientes. “Hay mucha delincuencia en todos lados, asaltos, venta de drogas, homicidios”.
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En su colonia, comenta que todos están alerta, a la defensiva, viendo si entra un carro que no conocen, en constante comunicación por WhatsApp, y pendientes de las cámaras.
Las familias de la colonia periférica Lomas de Jerez montaron barriles con escombro en la calle Pico de Bernal, para cerrarle el paso a los criminales, hartos de robos y balaceras. “Es para que no entren los rateros a robarse las baterías y los carros”, explicó María, quien los rodeó para salir, empujando una carriola.
La situación ha llevado a la gente a cambiar sus hábitos y hasta su forma de vestir, las salidas por las noches son con precauciones y usan menos joyas.
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Sandra, vecina del barrio de San Miguel, dejó de usar pulseras. Se asustó, dice, al ver que un hombre le jaló una medalla a la vecina y la amenazó con una navaja. “Ya ni el celular cargo”, afirma la joven al salir de una tienda ubicada entre las calles Río Balsas y Tierra Blanca, que ha sido escenario de diversos homicidios.
Ana (nombre ficticio), quien es enfermera, dejó de ir al cine por las noches; recientemente un sujeto le quebró la nariz de un puñetazo y otro individuo con un bat le dañó una costilla a su compañera en el estacionamiento de la Plaza Mayor.
Ahora conduce con los cristales arriba y en alerta cuando le toca en rojo el semáforo: “Estoy apanicada”, asegura.