Atitalaquia.— “Quien tiene miedo de morir mejor que no nazca”, dice Dulce García, cuyo objetivo es claro, cruzar las carreteras a bordo de un tractocamión.
Hace apenas seis años aprendió a conducir y hoy se prepara para ser operadora de un vehículo articulado. Tomar el volante de un tráiler no sólo es su sueño, sino también su futuro.
Dulce tiene 39 años, es originaria de Tlaxcoapan, Hidalgo, y forma parte de las mujeres que no tienen miedo a romper barreras y dejar huella, de las que saben que el mundo no sólo pertenece a un género.
La quinta rueda ha dejado de ser un trabajo dominado por hombres, ella y otras 11 mujeres se preparan en el Instituto de Capacitación para el Trabajo del Estado de Hidalgo (Icathi), plantel Atitalaquia. De aquí ya salió una generación de 10 conductoras y la mayoría labora en una empresa.
Dulce y Jennifer serán las siguientes, ellas terminan su curso en agosto próximo.
Cuenta que desde niña le llamaba la atención conducir un vehículo, pero fue hasta los 33 años que aprendió. Divorciada y con un hijo de 17 años, platica que es hora de cumplir sus metas y una de estas es ser operadora de camiones.
Señala que manejar es una terapia, y que luego de separarse de su pareja, su autoestima no era buena, por lo que el curso no sólo le ha devuelto la confianza en que puede lograr lo que otros no han podido, sino que también forjarse un futuro.
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Aunque no proviene de familia de operadores, piensa que el manejar se le da bien: “El profesor me preguntó si ya había manejado un tracto y dije que no, sólo he manejado un vochito, pero con ese vochito he rebasado tractos”.
Para ella, conducir no únicamente es una actividad, es una pasión. Por eso su familia no se opuso cuando les dio la noticia, de hecho, cuenta que fue su hermano quien la impulsó. “A la última que se lo dije fue a mi mamá, pensaba que se iba a oponer, pero sólo movió la cabeza y me dijo que de todas maneras siempre hago lo que quiero”, dice.
Recuerda que el gusto que tenía de niña renació al ver un video en el que una joven conducía un tráiler. “Parecía tan fácil cómo tomaba el volante y se iba de reversa que dije: ‘yo quiero hacer eso’”. Así que al emitirse la convocatoria en el Icathi no lo pensó dos veces y ahora está a punto de lograrlo.
Aunque sabe de los riesgos que implica conducir un tractocamión, admite que el miedo paraliza y no permite hacer las cosas. Por ello, con el apoyo sicológico que llevan en el curso, mientras le preguntan si está segura de seguir adelante y si lo ha pensado bien, no duda.
Sabe que hay riesgos, pero esto no la detiene, tampoco el estar lejos de casa o la violencia. “Sólo hay que salir con la bendición de Dios, en el momento en que tengamos que partir así será. Vivir en casa con miedo no es vivir, hay que hacer las cosas que nos gustan”, enfatiza.
“Escucho el ruido de un motor y se me pone la piel chinita”
Jennifer Hernández, una joven de 28 años, asegura que no hay nada que la detenga para cubrir las rutas, desde niña los tractocamiones han formado parte de su vida. Su padre, hermanos, tíos y primos son operadores de estas unidades, por lo que en algún momento llegó a conducirlas, aunque sólo fue el tractor.
“Escucho el ruido de un motor y se me pone la piel chinita, es algo que anhelé. Me costaba aventarme, no es fácil, pero a mí me llegó en el mejor momento”, confiesa.
Sabe por su familia de los riesgos y peligros que hay en la carretera. “Me cuentan sus experiencias y la verdad es que sí es algo de miedo, de preocuparse, pero yo no me arrepiento de estar aquí”.
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Jennifer, a diferencia de Dulce, aprendió a conducir desde los 14 años y también cuenta con el apoyo de su familia. Aunque sabe que es un ambiente pesado y que podría tener algunos inconvenientes debido a la convivencia con hombres, menciona que está preparada no sólo para poner límites, sino para trabajar.
Afirma que no hay diferencia en que un hombre y una mujer puedan conducir un tractocamión, ambos tienen las mismas habilidades y si están capacitados pueden salir a carretera. “Todos podemos hacer las cosas bien”, reitera.
A sus 28 años, piensa en el futuro y en volver a casarse, argumenta que el matrimonio no será un impedimento para que pueda cumplir con este sueño. Pero por ahora tiene clara una cosa, no tendrá un amigo más leal que su quinta rueda. “Quiero un amigo tan leal como es mi carrito y quiero tener uno más grande”. Con él no sólo espera recorrer las carreteras de México, sino ir más allá, que el GPS marque una interestatal americana.
La capacitación es la clave
De acuerdo con el gobierno de México, en el primer trimestre de 2024 se contaba con 1.19 millones de conductores de camiones, camionetas y automóviles de carga, de los cuales los hombres representaron 98.7% y las mujeres 1.29%, también son ellos quienes ganan un mayor salario que las conductoras.
Sin embargo, de manera paulatina estas diferencias han comenzado a ser derribadas, ya que las empresas buscan abrir sus puertas también al sector femenil, con un ingreso que se determine por la ruta y el tipo de carga, igual que para los varones.
Para la Fundación Generation, incluir al sector femenil es uno de sus retos y esperan que en este año puedan certificar a 150 operadoras de transporte para que cuenten con licencia tipo B y C. Está capacitación se realiza de manera conjunta con Quálitas, Canacar e Icathi como centro capacitador.
Gonzalo Torres, mentor instructor de la Fundación Generation México, señala que buscan instruir a jóvenes o adultos que quieran insertarse en el ramo de operación de tractocamiones. La importancia, refiere, es profesionalizar el servicio y empezar desde cambiar la forma como los identifican de chofer a operadores.
Explica que la fundación junto con grupo Quálitas pagan el curso, la licencia, el certificado médico y se les vincula a la bolsa de trabajo de la empresa. Al terminar el curso, los operadores tienen 70% de capacitación, ya que lo hacen en el patio. El proceso a 100% se termina una vez que son contratados por las empresas que tienen la obligación de continuar con la enseñanza.
El objetivo es que en las carreteras haya personas responsables al frente de un volante y con ello garantizar no sólo su seguridad, sino la del resto de los usuarios.
En la práctica, asevera el instructor, las condiciones y habilidades de manejo son las mismas en hombres y mujeres, lo que al abrir ruta sí se busca que de inicio ellas puedan ser enviadas a lugares cercanos que les permitan regresar a sus hogares, ya que la mayoría también tienen que cumplir con tareas del hogar.
Señala que al empezar a abrirse el sector se deben de hacer algunas modificaciones ya que la infraestructura está destinada únicamente a varones. Desde los baños, dormitorios y comedores, tanto los que tienen las empresas como en los distintos paraderos que se ubican en carretera.
Todo ello debe de empezar a ser incluyente, ya que las mujeres han comenzado a interesarse en este empleo, donde además se ha podido constatar que ellas son más precavidas en el cuidado de la carga.
Sobre los salarios, indica que estos dependen de los kilómetros que tienen para el traslado de mercancía, así como de la carga que puede ser desde frágil hasta productos altamente peligrosos, por lo cual estos pueden ir desde los 20 mil hasta los 100 mil pesos.
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Sólo basta una oportunidad
La directora del Icathi, Daniela Ramírez Copca, resalta la importancia de poder abrir brecha para que las mujeres comiencen a ser parte de los operadores de carga pesada. Las capacidades son las mismas, por lo que considera que de manera paulatina las mujeres serán más visibles en este tipo de empleos.
Explica que se ha trabajado de manera conjunta con algunas empresas de tractocamiones, con quienes se ha sacado el programa de quinta rueda, dirigido únicamente a mujeres y el de Generation, el cual es mixto.
La capacitación de los operadores se da tanto en simuladores como en el patio de maniobra que se complementan con la que ofrecen las empresas, ya que se requiere la adaptabilidad al trabajo. “Lo que se busca es disminuir los accidentes, por ello se les otorga las materias que van desde el manejo legal, maniobras de patio, mecánica y habilidades blandas”.
El curso está compuesto de 180 horas, las cuales son impartidas por cinco docentes en un horario de 9 a 3 de la tarde, de lunes a viernes con 80% de práctica y 20% de teoría. El costo es de 2 mil 500 pesos, que es erogado por la fundación.
Icathi es una escuela capacitadora para estas empresas y el plantel Atitalaquia el único en Hidalgo.