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Pachuca.— Las puertas de la escuela primaria Donaciano Serna, en Tizayuca, Hidalgo, se volvieron abrir ayer pero no retumbó la alegría de los niños; ahora fue la tristeza la que invadió el patio de la institución, pues fue el último pase de lista del grupo de segundo B y cuando se mencionó a Nicole Santos Palafox, el grito de “presente” de sus familiares y amigos cerraron el ciclo de vida de la niña.
Un pequeño féretro blanco, flores, globos y una gran fotografía quedaron en el recuerdo de la escuela.
En el patio, las aulas y los espacios de esta institución ya no se volverán a escuchar las risas y los gritos de esta pequeña de apenas siete años, quien el 2 de marzo fue sustraída afuera de su domicilio, en la colonia Rancho Don Antonio, en Tizayuca.
Esa noche del martes Nicole jugaba con sus amigos en la calle. Jorge, su padre, consideraba que nada podría pasarle por jugar afuera de su casa, en una privada que, creían, tenía que ser segura y que no lo fue para niña. De ahí desapareció y no la volvieron a ver con vida.
A la familia de Nicole, a sus hermanos, a sus padres, Jorge y Cecilia, les arrebataron su presencia. Tras la desaparición se inició una intensa búsqueda que culminó con un cuerpo encontrado entre la maleza, que requirió una prueba de ADN para su identificación.
Tras 20 días de haber salido esa noche de martes de su domicilio, Nicole regresó a su hogar, pero no pedaleando su bicicleta, sino en un féretro blanco. En su casa y en la escuela le dieron el último adiós.
El lunes por la tarde sus padres recibieron el cuerpo para ser velado, amigos y familiares al grito de “todos somos Nicole”, lloraron su regreso. El féretro donde se encontraba su cuerpo fue abrazado por el devastado padre, quien agradeció que al menos la encontró.
Luego de ser velada por la noche en su casa, fue trasladada a la escuela a la que solo pudo acudir dos años. Los directivos de la institución con lágrimas en los ojos lamentaron que la menor sea parte de los miles de asesinatos que ocurren en el país.
Su maestra Mirian Jiménez, sin poder controlar las lágrimas, agradeció el privilegio de conocerla, “tener que darte el último adiós es muy doloroso”, dijo.
“Es una experiencia dolorosa y difícil de superar, la partida de un ser querido, nos cuesta tanto convencernos que personas importantes ya no estarán más, pero Nicole continuará viviendo en nuestro corazón a través de los recuerdos”, dijo.
Vino entonces lo más doloroso: el último pase de lista. En esas paredes se escuchó el nombre de Nicole al que sus seres más queridos tuvieron que responder “presente”, porque hoy ella ya no puede hacerlo.
Una tumba para llorar
Su cuerpo partió al cementerio y ahora su padre, dice, se quedará a exigir justicia.
“Estoy bien, mi hijita regresó y lo que voy hacer ahora es ayudar a otras familias que pasen por lo mismo que yo”, señaló y con la voz quebrada dijo que Nicole le dará fuerza para unirse a la búsqueda de otros niños que como ella fueron asesinados.
Esto lo quiere hacer por su cuenta ya que descarta unirse a alguna organización: “Estoy destrozado, pero esto no termina, me voy a dedicar a apoyar a la gente que tiene a sus niños extraviados. Pero lo haré de forma tranquila, sin hacer destrozos, en eso no estoy de acuerdo”.
Ahora fue lo de Nicole, pero menciona que hay muchos niños más. “Lo principal es que a mi hija la voy a sepultar ya y que ahí puedo ir a llorar y no andar con la zozobra de andar buscándola 10 o 20 años”, lamenta un padre, quien agradece tener una tumba a la cual llorar.
om