Tijuana.— La última vez que Lupita pisó su casa, en Michoacán, policías del pueblo llegaron mientras comía con sus hijos. Patearon la puerta, le apuntaron con sus armas y a golpes la sacaron de allí para entregarla a un grupo armado. Le advirtieron: “Te quedas y te mueres, o te vas”. Se fue. Llegó a Tijuana en donde quiso rehacer su vida, un año después. Aquí, en la ciudad más violenta del país, le desaparecieron a su hermano.
La delegación Sánchez Taboada es considerada uno de los focos rojos, el barrio más peligroso en la ciudad más peligrosa del país. Casi todos los días el reporte de la policía anuncia uno o más asesinatos. El hallazgo de cuerpos o de alguna cabeza acompañada de amenazas entre los grupos que pelean por la distribución de droga es normal. No es casualidad que el gobierno federal haya considerado el patrullaje militarizado en esa área donde vivir es casi una victoria.
La entregaron a Los Viagras y le dieron dos opciones: irse o quedarse y morir. Se fue. Cuando la soltaron llegó a un sitio en donde le ayudaron a comunicarse con su familia, llegaron por ella junto con sus hijos y así, sin nada, se fue y jamás volvió. La flecha apuntó al norte, en la esquina de México. Eligió a Tijuana como su hogar.
Vivía en un cuarto que le rentaron conocidos, enclavado en la delegación Sánchez Taboada, en donde recientemente el presidente Andrés Manuel López Obrador finalizó su gira de trabajo en esta ciudad. También es una de las zonas consideradas las más violentas y de mayor distribución y venta de droga.
Su hermano José Miguel viajó para visitarla en las fiestas de fin de año, tenía boleto para regresar el 13 de enero, pero una semana antes de irse desapareció.
Desde ese enero de 2020, Lupita inició su propia investigación. Se plantó frente a las oficinas de la fiscalía con una casita de campaña, protestó mediante una huelga y la respuesta de la autoridad fue amenazarla con quitarle a sus hijos, por arriesgarlos.
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Dice que desde ese día ha perdido la cuenta de la cantidad de cadáveres que ha visto.
Y sí. Son muchos los muertos y también los desaparecidos. De enero a julio 19, son mil 145 personas asesinadas en Tijuana, de esas 123 ocurrieron durante julio. “Yo fui como su mamá, crecimos juntos, y unos malditos me lo quitaron”, lamenta Lupita, desplazada de Michoacán y ahora también en esta ciudad.
Desde su nuevo hogar, ubicado en un extremo contrario al cuarto donde vivía en la colonia donde desaparecieron a su hermano, continúa con su investigación, y apoya a otras madres y familiares que como ella, buscan a sus hijos o hermanas, aunque de José Miguel, su hermano, no haya encontrado ningún rastro todavía.