Guadalajara.— Antes de morir, Christian Leif (el chef privado de su libertad y asesinado mientras vacacionaba en Mazamitla el pasado 1 de mayo) logró enviar a sus amigos la ubicación de donde lo tenían retenido; se encontraba en una finca a pocos metros de la plaza principal del pueblo, pero cuando sus compañeros trataron de buscar ayuda del Ejército y la Guardia Nacional (GN) para rescatarlo, se desataron la balacera y los narcobloqueos, y ninguna autoridad los auxilió.

Christian llegó en autobús a Mazamitla el 30 de abril al mediodía para pasar el fin de semana con un grupo de amigos. Paseó por el pueblo y después se dirigió a las cabañas donde se encontraría con el grupo; el lugar estaba lejos. Un taxista le quiso cobrar 250 pesos y prefirió caminar.

Estaba molesto por la situación y, aunque un hombre le ofreció aventón y lo dejó en las cabañas, decidió regresar a Guadalajara porque estaba de mal humor. Sus amigos intentaron convencerlo de quedarse, pero no accedió.

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Por la noche, alguien del grupo le llamó para corroborar que hubiera llegado a Guadalajara, pero no respondió, llamaron a la casa donde vivía y supieron que no había llegado, pensaron que seguía enojado y por eso no respondía.

Pero Christian estaba retenido por la fuerza, al parecer su aspecto físico (robusto, rapado totalmente, barba roja y con tatuajes en la cabeza, rostro y brazos) llamó la atención de sus captores, quienes lo retuvieron para torturarlo e interrogarlo.

De alguna forma El Vikingo, como también lo conocían, logró tener acceso a su teléfono y a las siete de la mañana del domingo envió el primer mensaje de auxilio a uno de sus compañeros en Mazamitla; sin embargo, el destinatario nunca pudo leerlo.

A pesar de estar esposado, Christian logró contactar a alguien más en la Ciudad de México y a sus compañeros de casa en Guadalajara; el primero logró reportarlo como desaparecido en Locatel, los segundos llamaron al 911, pero no aceptaron el reporte por falta de datos como su nombre.

Al mediodía, Christian contactó con alguien más del grupo en Mazamitla, pidió que dieran aviso al Ejército y a la GN, no a la policía municipal; dijo que el sábado lo habían capturado, que lo tenían esposado y pudo mandar su última ubicación.

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El punto en el mapa estaba a unos metros de la plaza principal del pueblo y los amigos de Christian se movilizaron para buscar ayuda, en el camino recibieron otro mensaje: “Ya empezó una balacera”; al llegar al pueblo percibieron a la gente asustada y entró un último mensaje: “Nos van a matar. Gracias por ser y estar”.

Preguntaron qué pasaba en el pueblo, les dijeron que había un tiroteo cerca de la plaza y decidieron resguardarse. Un par de horas después decidieron volver a Guadalajara. Al llegar a la carretera, cerca de las cinco de la tarde, vieron una patrulla de la policía municipal y quisieron saber si alguien había muerto en la balacera: “Tres de ellos mismos”, les dijeron.

El gobernador Enrique Alfaro repitió esas mismas palabras, sin saber que al menos uno nada tenía que ver en los hechos.

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