Zacatecas.— La emergencia sanitaria impactó al turismo religioso y un ejemplo es el Santuario de Plateros, en Fresnillo, Zacatecas, donde se venera al Santo Niño de Atocha y es considerado el tercer centro en su tipo más importante de México (después de la Basílica de Guadalupe y San Juan de los Lagos).
De acuerdo con monseñor Antonio Soto Guerrero, párroco del Santuario de Plateros, el aislamiento social ha impactado en la economía de más de 500 comerciantes, incluso en las aportaciones (limosnas) de los fieles a esta iglesia.
La afluencia de visitantes es de más de un millón de personas al año, y tan sólo para este mes de abril, en el calendario de peregrinaciones 2020 se tenía contemplada la llegada de 80 grupos procedentes de varios municipios del estado y de al menos otras 12 entidades del país, como Estado de México, Ciudad de México, Guanajuato, Querétaro, Aguascalientes y Guerrero.
El Niño de Atocha es considerado el santo patrono de los prisioneros, mineros, migrantes, excombatientes de guerra y todos los que están en cautiverio, pero también ha sido venerado hasta por narcotraficantes como Pablo Escobar y Ovidio Guzmán, hijo de El Chapo Guzmán.
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El Santuario de Plateros permanece abierto. Por ahora se practican medidas sanitarias como la aplicación de gel y la sana distancia, mientras que el personal de limpieza sanitiza las bancas cada dos horas.
“Ningún virus mermará la devoción ni la fe al Santo Niño de Atocha, porque los fieles están ansiosos por venir a verlo, porque no cancelaron sus visitas, sólo las pospusieron”, asegura monseñor Antonio Soto Guerrero, párroco del Santuario de Plateros en entrevista con EL UNIVERSAL.
El prelado realizó trabajo pastoral de salud en el Vaticano durante 14 años y desde hace ocho meses está al frente del Santuario de Plateros. Refiere que le ha tocado ver diferentes pandemias en el mundo, como el ébola en África y la lepra en la India, por ello, confía en que se saldrá avante de esta contingencia, pero, dice, este es el momento de la fe, la reflexión, la reconversión y la paciencia.
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Soto Guerrero reconoce que ahora priva el silencio y la desolación en el santuario que otros años lucía atiborrado de gente y lamenta que la situación de los comerciantes sea muy dura, puesto que dependen en gran medida de esta temporada de Semana Santa.
“Yo les digo que todo esto nos sirve para dar un mejor trato cuando regresen. No hay que aprovecharse de ellos al vender a precios caros, ni de quienes cuidan las aceras públicas, que cobran cuotas por estacionarse. Todo esto nos debe hacer más conscientes”, menciona monseñor.
En ese sentido, también admite que la Iglesia tendrá un fuerte impacto en las donaciones que los fieles aportan, las cuales ayudan para cubrir los gastos de todos los servicios públicos que se utilizan en el santuario y el pago de 35 personas que desempeñan actividades administrativas, de mantenimiento, limpieza y de culto. “Así que es tiempo de mayor austeridad y ser ahorrativos”, comenta.
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Por lo pronto, monseñor atiende de forma personal a los pocos fieles que acuden a orar, y la imagen peregrina del Niño de Atocha ha sido sacada al atrio para dar la bendición en momentos especiales, pero no se permite que sea tocada o besada por la población migrante, ya que cada año viaja a 10 parroquias en Estados Unidos. Este año, se prevé que sólo sea llevada en octubre.