Hacienda de Cabañas.— La tarde del jueves 26 de septiembre, Anadelly Benítez Pérez lo perdió todo, menos la vida.

Esa tarde, Anadelly, su esposo Abel Zamora y su hija menor, estaban en su casa en la comunidad de Hacienda de Cabañas en el municipio de San Jerónimo, en la Costa Grande de Guerrero; ella preparaba arroz con leche para no pasar la noche con hambre.

Abel se dio cuenta que el nivel del agua comenzaba a subir, no se alertaron, tampoco intentaron salir de la casa.

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Anadelly, su esposo Abel y su hija menor estaban en su casa cuando entró el río a la vivienda como una ola. Foto: Arturo de Dios Palma | El Universal
Anadelly, su esposo Abel y su hija menor estaban en su casa cuando entró el río a la vivienda como una ola. Foto: Arturo de Dios Palma | El Universal

“En todas las temporadas de lluvias se mete el río al pueblo, pero nunca así”, dice Anadelly.

Habían pasado apenas unos minutos desde que se dieron cuenta del aumento del nivel del agua, cuando de pronto se escuchó un tronido, de inmediato entró el río a la casa como una ola, recuerda la mujer. “Todo fue de repente, muy rápido, no nos dio tiempo de nada”.

La casa de Anadelly está a unos 500 metros del cauce del río.

La corriente lo primero que se llevó fue el tanque con gas, lo arrancó de las conexiones y de la estufa brotó una flama, del tanque también. En ese momento no supieron qué hacer, si salir corriendo o apagar la lumbre. Abel intentó sofocar las llamas, pero se le vinieron encima, le quemaron la cara, el pecho y los brazos.

Abel no supo qué hacer y se tiró al agua que estaba entrando a la casa. Pero la corriente cada vez era más fuerte. Anadelly y su hija corrieron a la parte trasera de la casa, pero el agua ya estaba dentro, las atrapó y las sacó de la casa. En la calle las arrastró unos 20 metros hasta que un vecino las alcanzó a detener.

Anadelly y su hija se aferraron a las ramas de un pequeño árbol que tienen en la esquina de su casa. No podían quedarse ahí mucho tiempo, la corriente era cada vez más intensa y la fuerza de sus manos se terminaba. Caminaron unos cuatro metros hasta llegar a la casa de sus vecinos. Anadelly no recuerda cómo lo lograron, pero ahí subieron al techo y volvieron al primer piso de su casa.

En esa esquina, a varios vecinos los topó la corriente, todos hicieron lo mismo: subieron al techo del vecino y de ahí se pasaron a la casa de Anadelly. Desde el techo ayudaron a Abel a subirse. En el primer piso, Abel, su hija y otras diez personas pasaron la noche ahí. Todos mojados sin la posibilidad de taparse, ni cambiarse la ropa.

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“Nos pusimos en la esquina, ahí todos amontonados porque teníamos mucho frío”.

Anadelly es consciente que esa noche estuvo a punto de morir. Recuerda que desde el primer piso de su casa se veía cómo la corriente del río pegaba con mucha fuerza en la pared de la casa de enfrente.

“A cualquiera que le hubiera pegado la corriente lo mata, estaba muy fuerte, como nunca lo había visto, lo bueno que nos agarró en la tarde y no en la noche cuando todos estamos dormidos”, dice.

Marcos Vicencio es vecino de Anadelly, sus casas están en contraesquina. El hombre tiene 72 años, nació en Hacienda de Cabañas y, dice, nunca había visto algo así.

Coincide con Anadelly, recuerda que la corriente irrumpió en el pueblo de un momento a otro. “En menos de 15 minutos todo estaba inundado”, comenta.

Marcos no sabe porque se salvó su casa, recuerda cómo se sacudía cada vez que la corriente la golpeaba. El agua se metió por la ventana y llegó a un metro y medio de alto. Todo se le dañó, sólo pudo salvar dos colchones que subió a unos roperos antes de la corriente entrara al pueblo.

En Hacienda de Cabañas no se explican cómo entró tanta agua ese jueves, muchos coinciden en que abrieron las compuertas de la presa de Atoyac, el municipio vecino, y no les avisaron.

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A cinco días de que comenzaron las lluvias, Marcos y todos en este pueblo no dejan de sacar lodo y muebles inservibles de sus casas. Las lluvias no dan tregua en Hacienda de Cabañas. Desde el jueves pasado, hasta este martes, el río se les ha metido en tres ocasiones: el jueves, el sábado y, la última vez, este lunes.

En Hacienda de Cabañas los pobladores están en una batalla constante con el río: ellos sacan lodo de sus casas y el río lo mete de nuevo.

“El lunes estábamos contentos de que el agua estaba bajando, pero se volvió a meter y nos inundó de nuevo todo”, dice Marcos.

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