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San Nicolás de los Ranchos.— Desde Santiago Xalitzintla, una de las comunidades más cercanas al Popocatépetl, el tiempero Antonio Analco Sevilla, quien desde niño recibió el don de dialogar con Don Goyo, asegura que Dios aún no ha llamado al volcán a “levantarse”.
“Yo que estoy acá, voy y vengo, y subo y nada de nada, y él que está en contacto conmigo. Cómo quieren saber, ¿a poco conocen a Don Goyo?, cómo camina, cómo anda, cómo se para, pues nada… yo soy su mensajero, más no el gobierno ni la gente”, ataja.
“Hay hartos rumores que ya está la fase amarilla y que no sé qué, pero no pasa nada, señores, por fin, con quién están hablando”, dice en Santiago Xalitzintla, localidad ubicada casi final de la carretera Paso de Cortés, una ruta perfectamente pavimentada.
Don Antonio proviene de una estirpe de tiemperos de la zona. Su padre, Pedro Analco Pérez, fue uno de ellos, constantemente subía al paraje El Ombligo, sobre los glaciares, a una roca que simula una mesa. Llevaba ofrendas y hablaba con la representación humana del Popocatépetl. Hasta que la muerte lo alcanzó a los 50 años.
De tal forma que el destino de su hijo Antonio estaba marcado. Y su camino a Don Goyo se perfiló cuando siendo un niño sus padres le compraron un cuaderno de 10 centavos, un lápiz de 10 centavos y en una semana se acabó ambos. “Me acabé el libro con borrones y les dio muina”, dice.
Como pobladores de la comunidad, fue enviado a cuidar las vacas en las partes bajas del volcán y entonces la comunicación fluyó con Don Goyo, en medio de miedos de un niño que poco comprendía. “Yo ya vengo soñando al volcán, que vengo a darle la vuelta al cráter, me alcanza un señor grande, con canas, lo muevo, voltea, me ve y me dice: ‘Ya llegaste, hijo’, me abraza… eran puros sueños”, relata.
Antonio cuestionaba a su madre sobre por qué divagaba sobre la montaña, para su mente eran incomprensibles los recados que había ocultos. Y le aclaró la mente y le hizo entender cuál era su función en la vida: “Tu papá fue tiempero y seguro le vas a heredar”, le dijo.
Entonces en las laderas se encontró al mismo hombre, grande, fuerte, canoso. Transitaba en medio del camino mientras las vacas se hacían a las orillas para darle paso. Y se presentó como Gregorio Chino Popocatépetl, como lo hizo con otros tiemperos antiguos, hoy convertidos en cenizas
“Cuando acabes de crecer vas a tener a tu esposa y amigos como no te imaginas, tanto mujer y hombre. Va a llegar el momento cuando acabes de crecer, vas a llegar al cerro humeante, porque te conocí y nos hemos visto en espíritu… se llama cerro humeante”, le dijo el hombre que aseguró llamarse Don Gregorio.
Desde entonces el tiempero Antonio se convirtió en el emisario del volcán, en su proveedor que cada 12 de marzo le hace llegar distintas ofrendas, desde ropa, jorongos, fruta y comida para que la montaña se alimente y se cubra en su día a día.
En esos diálogos que forman parte de estudios antropológicos de universidades, Don Goyo le dio recomendaciones simples y explicaciones de su nacimiento y su futuro: “El Padre celestial me va a decir cuándo me tengo que levantar, mi Padre creador me dejó aquí en la Tierra y sólo él tiene el poder de levantarme”, contó un día.
Y le describió que vería cenizas, gravilla y lodo saliendo de su boca, pero le ordenó jamás correr, nunca abandonar la montaña ni a su pueblo, porque el viento se llevaría lejos las cenizas, sin hacer daño a sus vecinos.
“Cuando el día que diga mi Padre que ya me va a levantar, te voy a avisar en sueño y en vivo, te avisaré tres días antes para que prepares a donde llevas a tu pueblo”, le advirtió Goyo. “Nunca tengas miedo”, le insistió.
Sin embargo, Analco asegura que desde hace tres años el Popocatépetl está enojado porque en la parte alta fue colocada una cruz y seguirá así hasta que sea eliminada de su cuerpo.
“La cosa es que está enojado, es que fueron a dejar una cruz y mucho le faltan al respeto: se drogan se emborrachan y faltan al respeto al lugar. Yo voy con respeto, me reciba bien o mal, pero voy a respetar, y estos ya la agarraron de borrachera allá, allá se ofenden y se reprochan… esa cruz no merece allí, le toca a la iglesia no en el volcán….”, recrimina.