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Nueva York, EU
Alfonso es oriundo de Copanatoyac, un municipio nahua de La Montaña, en Guerrero. Llegó a Estados Unidos en 1997 sin nada y ahora en ese país tiene casi todo: trabajo, amigos y a gran parte de su familia. Alfonso Verdis Rodríguez está viviendo su sueño americano, es el chef ejecutivo en Sanfords, un restaurante de comida internacional de Nueva York, donde dirige a 60 empleados. Durante 21 años ha trabajado intensamente para ganarse el lugar que hoy tiene, incluso, ha sido elegido para cocinarle a la superestrella del pop, Michael Jackson, o el ex presidente George W. Bush.
En busca de oportunidades
En 1997 Alfonso salió de Copanatoyac un municipio de apenas 18 mil habitantes nahuas enclavado en La Montaña de Guerrero. Se fue sin nada porque en realidad no tenía nada. Desde entonces en ese lugar predomina la pobreza y la marginación. El Inegi en su último censo registró que 80% de los pobladores viven en un “alto grado de marginación”.
En su infancia, Alfonso pasaba sus días entre la carpintería de su papá, sembrando maíz, frijol, cilantro y calabaza que después vendía en las banquetas de Tlapa, y en la escuela.
Cuando terminó la secundaria, se le esfumó la oportunidad de estudiar. La preparatoria más cercana la tenía a una hora, en Tlapa, y la próxima en Chilpancingo, a cinco horas. Hacerlo hubiera puesto a la familia al borde del hambre: o comían o Alfonso iba a la escuela.
El DACA hizo realidad su sueño
Hace cuatros años, Alfonso se inscribió en el programa migratorio DACA, que lanzó el ex presidente de Estados Unidos, Barack Obama, para regularizar la situación de los indocumentados en aquel país.
Cumplió con los requisitos: tener más de 15 años viviendo en Estados Unidos, no tener historial criminal y haber realizado estudios. Alfonso, por ejemplo, estudió inglés y acreditó su grado de secundaria.
Para Alfonso el DACA significó el acceso a las oportunidades que durante 21 años fue construyendo poco a poco. Le permitió poder trabajar sin preocuparse que lo detuvieran y lo deportaran. Obtuvo su número de Seguridad Social y pudo alcanzar el puesto más importante de una cocina: el de chef.
“Estar en el DACA es una puerta que nos abrieron, la oportunidad que muchos estábamos esperando”, dice Alfonso a través de la línea telefónica.
Antes del programa, Alfonso tuvo que sortear casi de todo. Su primer trabajo en l Estados Unidos fue en la pisca, algo que conocía, pero no le gustó. Probó en otros empleos y tampoco. Hace unos 14 años llegó a pedir trabajo al restaurante Viceroy y desde entonces no sale de las cocinas. Ahí comenzó desde lavando platos y fue en ascenso.
“No sabía lo que en este país me esperaba, una vez que entré a la cocina me encantó; llegué sin saber nada y en pocos años me convertí en el ayudante de cocina de uno de los mejores chef de Nueva York”, recuerda.
Vuelta a la incertidumbre
El 5 de septiembre, el gobierno de Donald Trump anunció el fin del DACA. Y la incertidumbre invadió a los 800 mil dreamers. Ese día, el fiscal general, Jeff Sessions, anunció la decisión y advirtió que el Congreso de Estados Unidos tenía seis meses para buscar una alternativa. Los seis meses se cumplieron el 5 de marzo. El funcionario dijo que la eliminación del programa sería gradual y que no concluiría a los seis meses, sino en 24.
El argumento central del gobierno de Trump es que a partir del DACA a Estados Unidos han llegado más indocumentados menores de edad y las oportunidades laborales para los estadounidenses se han reducido. El fin del DACA regresaría a Alfonso a la ilegalidad y el gobierno de Estados Unidos lo podría poner de regreso a México, lo que sería un drama.
Alfonso estos años no sólo logró alcanzar la cúspide de la cocina, sino formó su familia con Reinalda Altamirano, a quien conoció desde la secundaria en Copanatoyac y se reencontraron en Nueva York. Tienen tres hijos, de 13, seis y dos años, son ciudadanos estadounidenses. Si el gobierno decide deportar a Alfonso y a su esposa, los niños tendrían la posibilidad de quedarse, pero esa posibilidad, para la pareja es inviable. Si salen unos, salen todos.
A Alfonso le gustaría que sus hijos conocieran a su padre, su pueblo, pero no a un precio que puede ser muy alto: separarse.
La realidad que vive México y, particularmente, Guerrero le preocupa a Alfonso. Recuerda que cuando salió de Copanatoyac había muertes, asesinatos, pero eran aislados y no el tropel de muertes que se vive hoy. También le preocupa la falta de empleos, la corrupción, el nivel bajo de la educación.
“Si me sacan, los más afectados serían mis hijos; yo puedo regresar, vivir allá, pero ellos no sé, no conocen esa realidad, no es su realidad”, dice Alfonso.
Con el corazón en Guerrero
Alfonso ha vivido más años en Estados Unidos que en México, aun así, no se le olvida Copanatoyac. Una de las razones que lo obligó a salir fue la falta de oportunidades. Eso no lo olvida. Durante muchos años, los problemas de Copanatoyac, Guerrero, y México eran los temas constantes en las reuniones entre copeños en Nueva York. Reflexionaban sobre cómo la corrupción está debilitando al país o de las pocas oportunidades que tienen los jóvenes, como ellos mismos lo sufrieron.
Un día, decidieron dejar de platicar y pasar a la acción; conformaron la organización Copeños en Nueva York y desde entonces hacen fiestas, rifas, kermeses, bailes para recaudar fondos y enviarlos a Copanatoyac, principalmente. Con el dinero equiparon con 200 computadoras la secundaria de Copanatoyac, donde muchos de ellos estudiaron sin conocer una de ellas. Alfonso y su grupo están seguros que la educación es la mejor alternativa para que el país salga del trance por el que atraviesa.
“México puede crecer mucho, pero no estamos haciendo bien las cosas, tenemos que cambiar de mentalidad, la educación. La violencia es por la falta de oportunidades y la falta de educación. Yo extraño mucho México, pero por el momento estoy mejor acá, allá las cosas están muy difíciles”.