San Miguel Totolapan.— Un día después de la masacre, San Miguel Totolapan amaneció atrincherado. Los pobladores encerrados, los comercios cerrados, las calles casi vacías, las clases se suspendieron, no hay servicio de transporte público, la gasolinería no abrió. Hay profundo silencio.
El terror llegó el miércoles a esta comunidad con unos 200 o 300 hombres armados, según dichos de los pobladores, que atacaron el ayuntamiento y dos casas más; los vecinos aseguran que hay 23 muertos, pese a que las autoridades reportan 20.
Media hora de balazos fue suficiente para que el miedo se enraizara. Las huellas de la masacre están a la vista. Los alrededores del zócalo están repletos de casquillos de rifles AK-47 y AR-15. Por donde se camina es casi imposible no pisar uno.
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San Miguel Totolapan también amaneció sitiado por decenas de policías, militares y marinos que vigilan el pueblo, pese a que el miércoles ninguna autoridad impidió el ataque. Las paredes del ayuntamiento certifican la magnitud de la violencia; hay agujeros por todos lados.
“Nosotros sólo nos tapamos”
Muy pocos se atreven a hablar de lo que sucedió. Los que salieron la mañana del jueves se detienen frente al ayuntamiento. Lo miran con asombro.
La dueña de uno de los puestos que se instaló para la feria patronal cuenta lo que vivió la tarde del miércoles: “Yo no vi cuándo llegaron, primero escuché los balazos, pero pensé que eran cohetes. Después los vi enfrente de mí, estaban disparando. Lo único que pude hacer fue agarrar a mi hijo y corrimos, nos tiramos y cuando vimos, al lado de nosotros estaban disparando. Nosotros sólo nos tapamos. Gracias a Dios no nos pasó nada”.
Otra comerciante no puede calcular cuántos hombres armados eran los que llegaron, simplemente, dice, vio a muchos. Otros cuentan que vieron arribar a los armados en camionetas, unos 100, afirman. Otros más aseguran que fueron 300. La referencia que toman es el número de casquillos percutidos que quedaron regados por todo el pueblo. “Para tanto balazo tuvieron que ser unos 300”, dicen.
En lo que coinciden es en que tras el ataque se encerraron. “Yo fui por mi hijo [a la escuela] hasta las tres porque los maestros abrieron hasta que llegaron los militares”, dice otra comerciante. De acuerdo con el rastro de los casquillos, los hombres rodearon el ayuntamiento, se metieron entre los juegos mecánicos y puestos y dispararon indiscriminadamente. Una de las balas asesinó a Éric Contreras, El Querendón, un adolescente de 14 años que pasaba en su moto.
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Los panteoneros, rebasados
Al mediodía de este jueves, 24 horas después de la masacre, llegaron los peritos de la Fiscalía General del Estado (FGE) para hacer las diligencias.
A dos cuadras, en la calle Emiliano Zapata, está el autolavado Totolapan. El lugar está abandonado. Ahí asesinaron al alcalde, Conrado Mendoza Almeda, y su padre, el ex alcalde Juan Mendoza Acosta, junto a otras 17 personas, entre ellas funcionarios municipales, dos escoltas del alcalde y su consejero.
El reporte oficial dice que en ese sitio el alcalde sostenía una reunión con funcionarios y sus cercanos. En el pueblo, a esta versión le agregan un elemento más: la mayoría de los asistentes también formaban parte del Movimiento por la Paz de San Miguel Totolapan, el grupo de autodefensas que se formó para combatir a la organización criminal Los Tequileros en 2016.
Entre las calles sale el cortejo fúnebre de Martín Crescencio, El Paletero. Al ataúd lo acompañan unas 20 personas; es discreto.
El cortejo llega al panteón donde trabaja una retroexcavadora, que intenta tener listas 17 tumbas lo antes posible. El ataúd que llega tiene ya una fosa asignada.
Un grupo de pobladores que trabaja en la elaboración de las fosas explica que tuvieron que organizarse para hacerlas porque los panteoneros no se dan abasto con tanto muerto.
La tarde del miércoles, a horas de la masacre, enterraron a tres personas y ayer esperaban sepultar a otras 17. Los cadáveres de Conrado Mendoza y su padre fueron trasladados a Iguala, donde los sepultarán hoy.
En San Miguel Totolapan, además del miedo, impera la incertidumbre. Nadie sabe decir si el suplente de Conrado Mendoza fue asesinado en el ataque, muchos piensan que si no fue así, no aceptará tomar su lugar.
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