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Ciudad de México.-
El Mágico no es “como el resto”. Martín Cabrera Posada, de 30 años de edad, hace rap para el barrio. Aunque valiosos como una semilla de cacao en los tiempos de la gran Tenochtitlán, sus versos no se comercian; su meta no son los grandes escenarios, sino llegar a aquellos que intentan alzar la voz y no son escuchados, los que necesitan la música les transforme la vida.
Oriundo del Estado de México, Martín es exponente del rap en náhuatl, la lengua indígena más hablada del país y que aprendió de sus padres, nacidos en San José Miahuatlán, Puebla. En cada una de sus rimas, El Mágico imprime la cosmovisión del pueblo mexica y su visión personal de la actualidad.
— Nací en Tlanepantla, en el estado de México, pero mis papás siempre hablaron náhuatl. En la calle donde estaba mi casa había muchos paisanos, por eso siempre entendí la lengua—, relata sentado en el Atrio de San Francisco, cuyo suelo, antes de la conquista, albergaba el zoológico del emperador mexica Moctezuma.
A Martín siempre le gustó la música, aunque en sus primeros años soñaba con cantar temas cumbia, su interés por la cultura del hip hop no tardó en desarrollarse, sobre todo cuando sus tíos, que migraron a Estados Unidos, le mostraron el chicano rap.
El quinto sol
De ojos redondos, cabeza pequeña y piel pintada por el sol y la tinta de diversos tatuajes, El Mágico explica que él no es “como los otros”. Al mostrar sus pantalones holgados, camisa polo de talla extra grande y un colorido collar con flores de chaquiras habla sobre su identidad.
— Nosotros, los que hacemos rap en lengua, somos varios, pero a veces a mí no me la creen (...) Yo comencé a interesarme por el hip hop de morro, gracias mis tíos, que se fueron en busca del “sueño americano” y se volvieron cholos, ellos me regalaban ropa y me mostraron chicano rap. Entonces dejé la Sonora Santanera, que era la música de mi infancia.
El Mágico, recuerda que durante su adolescencia comenzó a escribir sus primeras canciones, influenciado por la música chicana de los años noventas, los versos eran “de barrio”. Con el paso del tiempo la vida lo hizo cambiar de canal.
— Como todo chavo, cuando eres morro quieres escribir y pones cosas como: ´yo lo mato y tengo un cuchillo´, dice entre risas Martín, quien tras ser parte de pandillas y vivir en carne propia la pérdida de sus seres queridos, producto de la violencia o adicciones, decidió tomar otro camino.
Hace unos cinco años, platica, cayó en cuenta de la riqueza de la cultura de sus padres, por lo que decidió combinarla con una de sus mayores pasiones. A través del rap en náhuatl busca que los “más morritos” se sientan orgullosos de sus orígenes, busquen superarse y se alejen de ambientes violentos.
Herencia indígena
—Yo hago mi música solo, todo, desde la letra hasta las grabaciones. A veces, cuando no sé una palabra en náhuatl entonces sí le pido ayuda a mi mamá—, platica Martín, quien hasta ahora tiene en su repertorio unos 10 temas propios, así como colaboraciones con otros raperos indígenas, que junto con él comparten el deseo de eternizar sus raíces.
En sus letras, El Mágico habla del respeto a la madre tierra, de los dioses que fueron sepultados por la colonización y la discriminación que sufren los pueblos originarios. Para él lo más importante no es la fama, sino tener un espacio de expresión.
—A mucha gente le gusta el rap, pero es rap muy pobre, porque no tiene un buen mensaje, sólo promueve un mal ejemplo y los morritos lo siguen. Lo que yo quisiera hacer es que se sorprendan de que se escucha bien en náhuatl y retomen sus raíces—, sentencia.