Saltillo.— En Rancherías, municipio de Múzquiz, la larga y angustiosa espera de familiares, compañeros y amigos terminó la noche del jueves, cuando grupos de rescatistas localizaron y sacaron finalmente el cuerpo del séptimo minero.
La mina de carbón Micarán colapsó hace una semana, cuando presuntamente un desbordamiento de agua inundó el lugar, dejando atrapados a los siete trabajadores, mientras que 10 mineros más lograron salir con vida.
El gobierno del estado informó que con la recuperación de los restos de las siete víctimas concluyeron las labores en el mineral siniestrado. Este jueves por la noche, el cuerpo de Juan Carlos Moreno Cervantes fue el último en ser rescatado.
De acuerdo con algunos mineros que ayudaron en el rescate al grupo de expertos, el cuerpo de Juan Carlos, originario de Minas de Barroterán, se encontraba en estado de descomposición.
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Con dolor, tristeza y el sufrimiento reflejado en el rostro, parientes y colegas que estuvieron orando, rompieron en llanto al saber que no había esperanzas de que su familiar hubiera sobrevivido. Hasta el último minuto todos mantuvieron la fe de verlo con vida, pero el milagro no ocurrió.
Una semana de angustia
Tras darse a conocer la tragedia, padres, esposas, hijos, hermanos, familiares y amigos exigieron el rescate para darles cristiana sepultura y tener una tumba donde irles a rezar.
Más de 150 rescatistas y expertos, apoyados por binomios caninos de la Guardia Nacional se encargaron de las labores de búsqueda y entregar sus restos a sus seres queridos.
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Al día siguiente del siniestro, el sábado 5 de junio, los brigadistas localizaron y rescataron los primeros dos cuerpos: el de Mauricio Cortés, de 56 años, quien era vecino de La Cuchilla, en Palaú, Múzquiz, y el de Pedro Ramírez Sánchez, de 21 años, originario del ejido La Mota.
Para el domingo pudieron recuperar los restos de otros dos mineros: Humberto Ramírez Ríos y Gonzalo Alberto Cruz
Al quinto carbonero, Damián Ernesto, y el sexto, José Leopoldo Méndez Sánchez, de 24 años, los sacaron el miércoles.
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Familiares de las víctimas temían que se repitiera la desgracia de la Unidad 8 de la mina Pasta de Conchos, del 19 de febrero de 2006, hace 15 años, donde murieron 65 carboneros y sólo dos cadáveres fueron recuperados.
Sin embargo, en esta ocasión las labores de los brigadistas y mineros que ayudaron en el rastreo fueron arduas porque los fallecidos estaban a más de 60 metros de profundidad entre los diagonales 5, 6 y 7.
Trabajaron día y noche para desaguar el fundo inundado y, con ayuda de maquinaria pesada, sacaron cientos de toneladas de escombros entre piedras, carbón, tierra y lodo que les dificultaron el acceso.
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En Pasta de Conchos la explosión (onda expansiva) fue provocada por un corto circuito, debido a las pésimas condiciones de las líneas eléctricas y faltas de medidas de seguridad, además de que se acusó negligencia porque en el fundo no habían esparcido “polvo inerte” en las paredes del tiro.
El enorme manto carbonero tenía al menos dos kilómetros de largo. Pasta de Conchos fue la peor catástrofe minera en décadas, que enlutó a la cuenca carbonífera de Coahuila que hoy, otra vez, se encuentra en duelo por los siete mineros que murieron en Micarán.