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Cerocahui.— Los sacerdotes jesuitas Joaquín Mora y Javier Campos descansan desde ayer en la tierra y templo al que le entregaron su vida y servicio: Cerocahui.
Desde antes de las 10 de la mañana el templo San Francisco Javier se vio abarrotado de fieles que les daban el último adiós.
Muchos de ellos fueron para agradecer la ayuda que los padres les brindaron en los momentos más difíciles de su vida.
Entre esas personas estaba Lencha, de la Diócesis Tarahumara, quien hace unos años perdió a su hija tras desaparecer en San Juanito, Chihuahua.
Javier Campos, conocido como El padre Gallo, la ayudó por más de 47 días a buscar a su hija. Por ello, Lencha consideraba a ambos sacerdotes como sus mejores amigos.
“Los conocí desde que cayeron aquí, para mí fueron mis mejores amigos en la vida porque ellos siempre estuvieron ahí en las buenas y en las malas. Los dos, pero El padre Gallo más”, contó a EL UNIVERSAL.
Relató que los curas la acompañaron cuando apareció su hija sin vida y le ayudaron a superar el momento. “No hay palabras, también he perdido familia. Yo duré 47 días buscando a mi niña hermosa, que me desaparecieron. Gracias a Dios encontramos su cuerpo con la lucha de mi padre Javier Campos”.
También llegaron habitantes de la comunidad de Piedras Verdes —a 600 kilómetros al norte del estado—, quienes aseguraron a EL UNIVERSAL que El padre Gallo ofició su última misa con ellos el 19 de junio, un día antes de que fuera asesinado.
“Fueron sus últimas misas allá con nosotros. Ahorita sentimos una tristeza muy grande porque eran unas personas muy queridas por nosotros. Ellos para lo que necesitáramos, con la gente humilde, con los tarahumaras; un enfermo, ahí iban”, dijo Yolanda Torres, de Piedras Verdes.
Llama obispo a la unidad
Durante la homilía de la misa de cuerpo presente, el obispo de la Diócesis Tarahumara, monseñor Juan Manuel González Sandoval, reiteró el llamado a un “¡hasta aquí!”, a la impunidad y violencia que se viven en el país.
“Un hasta aquí a la violencia e impunidad, un alto a las fuerzas del mal. La muerte de nuestros hermanos debe de ser un motivo de esperanza para la reconstrucción del tejido social”, expresó el obispo. Además, pidió no juzgar ni señalar, sino asumir cada uno [de los tres niveles de gobierno] su responsabilidad.
“Todos somos ciudadanos racionales, no vayamos mexicanos contra mexicanos. Como cristianos, hoy más que nunca, tenemos que estar unidos como pueblo y autoridades. Todos somos mexicanos y debemos permanecer en unión, aun y con nuestras divisiones ideológicas”, recalcó.
Monseñor González Sandoval pidió respeto y exigencia crítica para superar la ruptura del tejido social que se vive en el país.
A los sacerdotes y hermanas misioneras que se quedaron en Cerocahui, les aseguró que la muerte de los padres Javier y Joaquín no será en vano.
“Es esperanza de vida para todos nosotros. Algo bueno, muy bueno va a surgir, va a suceder algo. Veremos una tierra de paz y libertad”, expuso.
El obispo de la Tarahumara recordó a los padres Javier y Joaquín y les dio las gracias por sus más de 50 años de servicio a favor de la comunidad.
Al final de la misa, entre aplausos y bendiciones fueron depositados los cuerpos en dos tumbas que se cavaron en la entrada de la iglesia, en el centro del pueblo.
En el sepelio estuvieron presentes la gobernadora, María Eugenia Campos Galván; el titular de la Secretaría de Seguridad Pública del Estado, Gilberto Loya; la secretaria del Bienestar, Adriana Montiel, y el delegado de programas federales en Chihuahua, Juan Carlos Loera de la Rosa.
Este caso no está cerrado, aún falta la localización de los hermanos Paul y Armando Berrelleza Rábago, quienes fueron privados de la libertad por José Noriel Portillo Gil, El Chueco, el lunes 20 de junio, horas antes de que el mismo hombre asesinara a los padres Javier y Joaquín, junto con el guía de turistas Pedro Palma, en el templo de Cerocahui. El operativo de búsqueda continúa.
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