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Cuernavaca.— Sólo el diablo pudo salvar de la muerte al conquistador español Hernán Cortés, luego de que su caballo Rucio dio un gran salto para sortear una barranca de unos cinco metros y librar la persecución de un grupo de guerreros tlahuicas que defendieron su territorio.

La leyenda dicta que de no ser por el entrometido diablo, Cortés hubiera caído abatido a manos de los ancestros tlahuicas que seguían de cerca sus pasos para asesinarlo. Ese caballo, se cuenta, surcó los aires como si tuviera alas, como si Cortés hubiera pactado con el mal.

Desde entonces el Puente del Diablo o Callejón del Diablo, enclavado en el antiguo barrio de El Miraval, en el centro de Cuernavaca, guarda esa leyenda. Sin embargo, o algunos cronistas sugieren que el manejo de la historia tiene un sesgo de “romanticismo” para subrayar el acto heroico de los tlahuicas, porque la mayoría de las versiones indican que Cortés tomó Cuauhnahuac, actualmente Cuernavaca, sin mayores esfuerzos.

Valentín López González Aranda, cronista de la ciudad, afirma que en su travesía por conquistar Cuauhnahuac, Hernán Cortés acampó el 12 de julio de 1521 en Acapatzingo y después dirigió sus tropas, junto con un nutrido grupo de tlaxcaltecas, hacia la barranca de Amanalco para tratar de entrar a la ciudad, pero no pudo.

Cuauhnahuac estaba fortificada y rodeada de barrancas, lo que dificultaba su penetración, pero un tlaxcalteca encontró una parte estrecha por el norte de la barranca, por el cual pasaron, y luego de un breve combate las tropas de Cortés derrotaron al pueblo tlahuica.

Juana de Zúñiga, esposa de Cortés, vivió en Cuernavaca en el palacio que se construyó en 1526 y que lleva el nombre del conquistador. Posteriormente los indígenas, una vez convertidos al catolicismo, decían que Cortés había sido ayudado por el Diablo para conquistarlos.

De la leyenda queda constancia en la placa de un mosaico empotrado en el lugar que hace referencia a la presencia del conquistador español, cuyo relato forma parte del Códice Municipal de Cuernavaca, actualmente en custodia del Archivo General de la Indias en Sevilla, España.

El cronista Valentín López dice que las leyendas sobre el puente se multiplicaron, pero básicamente surgieron porque en el lugar se oyen ruidos de ramas, del viento y animales.

“Mucha gente se llega a espantar y dicen que el Diablo habita en ese lugar. Es un lugar oscuro donde los vientos que cruzan el lugar producen todo tipo de sonidos, pero la gente los interpreta como cuestiones demoniacas”, dice el cronista.

En la barranca, sitio de la presunta proeza, Cortés mandó construir un puente que hoy es paso obligado de automóviles que rozan las paredes del quimérico callejón de piedra revestido de yeso y cemento, llamado también Telpochhuehueco, “El viejo siempre joven”.

Son más de 20 metros de altura los que separa al puente de la profundidad de esa barranca que surca de pie a sur la antigua Cuauhnahuac. La construcción conserva su antigua ingeniería.

Entrar a ese lugar al callejón que le antecede, donde el silencio de pronto hace su aparición y deja de laso el bullicio de la ciudad en actividad, es ubicarse por instantes en otro momento de la historia y sumergirse por segundos en el tiempo en que el lugar era utilizado por caballos y carretas.

La edificación de esta obra de constructores hispanos sólo vino a darle cuerpo a la leyenda que nace a partir de un hecho histórico poco documentado, pero cuyo nombre simplemente llama a lo sobrenatural, a la contraparte del dios instaurado por los españoles a través de su importada religión.

En septiembre de 2012 la leyenda siniestra del Callejón del Diablo resurgió con el hallazgo de un cuerpo a una profundidad de 30 metros, postrado sobre la corriente de agua y con severas laceraciones en el rostro.

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