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Pachuca.— Verónica estuvo presa cinco años, dos meses y seis días por un delito que no cometió. El deseo de tener un trabajo digno para dar sustento a sus tres hijos la llevó tras las rejas.
Ahora, en libertad, la mujer de 46 años, oriunda de Veracruz, recuerda su historia. De niña emigró a Hidalgo, donde se convirtió en madre soltera; después se casó y tuvo otros dos hijos pero, tras ser víctima de violencia familiar escapó con sus vástagos.
Entonces, sus dos hermanos intentaron ayudarla: uno ofreciéndole un techo y otro llevándola hasta una prometedora oferta. Según narra, uno de ellos le contó que había adquirido una vivienda en condiciones favorables, barata y con pagos accesibles.
“Hablé con él y le pedí que me llevara a la empresa Sociedad de Beneficio Inmobiliario, donde le habían dado las facilidades”, recuerda.
En el lugar, le ofrecieron una vivienda y empleo, pero sus aspiraciones se vinieron abajo una mañana, cuando en su domicilio se presentó una persona quien dijo ser dueño de la casa. El hombre comentó que la propiedad se la había rentado a Otto, el dueño de la empresa en la que trabajaba y quien le “vendió” la propiedad.
“Supe que algo andaba mal, entonces tenía dos años trabajando en la inmobiliaria, el mismo que tenía pagando la casa con casi todo mi salario”.
De inmediato, Verónica intentó contactar a su jefe, pero no volvió a verlo; se esfumó. Ella y sus compañeros de trabajo supieron que todo se trató de un fraude y que las casas que habían vendido ya tenían dueño.
La operación que se hacía para este fraude, señala Verónica, contaba con la complicidad de un empleado bancario en la Ciudad de México, quien se encargaba de toda la documentación, ya que las casas se ofertaban con supuestos créditos bancarios. En total, fueron 10 denuncias de fraude las que se registraron en contra de ella.
La soledad. El temor a pisar la cárcel por un delito que no cometió, obligó a Verónica a esconderse durante ocho meses en Pachuca. Pero no pudo ocultarse más, el 3 de abril de 2013, al salir de su domicilio se le acercaron varios policías ministeriales; ella tenía 41 años y, su hija la menor 12.
Los agentes la llevaron a la Procuraduría de Justicia y posteriormente al Centro de Readaptación Social (Cereso) de Pachuca. Ese día, Verónica lo perdió todo, puesto que todos sus bienes le fueron confiscados.
Acusada del delito de fraude, fue sentenciada a cinco años y dos meses de prisión. En la cárcel, Verónica experimentó la soledad y el abandono.
“Aquí todas las mujeres somos abandonadas (…) conmigo sólo llegaron hasta el final mi madre, mis hijos y una amiga”.
El vuelo. Después de más de cinco años, Verónica volvió a abrazar la libertad, pero antes se preparó para volar.
“Soñaba con salir y hacía planes para ello. Un día acudí a una plática de la Fundación Alas para Crear, me llamó la atención el nombre”, recuerda.
La fundación tiene como meta apoyar a hombres y mujeres que se encuentran privados de su libertad y que por situación de vulnerabilidad, no puedan seguir un proceso adecuado o insertarse en la sociedad.
Hoy, fuera de la cárcel, Verónica intenta juntar sus pedazos, aunque no sea fácil. Perdonó también al hombre que la llevó a prisión y quien nunca pisó la cárcel, porque —asegura— el dinero le alcanzó para no hacerlo.