Coatzacoalcos.— “Mami”, así le decían las chicas del bar El Caballo Blanco a doña Rocío González Ramos, de 53 años, originaria de Tabasco pero con residencia desde hace 35 años en Coatzacoalcos. Llevaba tan sólo cuatro días realizando la limpieza del lugar y ayudando a vestir a las bailarinas; ella, como las jóvenes, murió también asfixiada por el humo del fuego en el interior del centro nocturno el 27 de agosto.
María del Rosario González, hermana de Rocío, se quiebra al recordarla, no sabía que era afanadora en un bar, eso sí, no olvida que fue una generosa hermana y amorosa abuela de tres niños.
Ella dejó de trabajar hace como tres años para cuidar a sus nietos después de que perdieran a su madre que murió de cáncer. Sólo iba al centro nocturno por unos días mientras los encargados conseguían una asistente de limpieza de manera permanente.
“Ella era la mami, la que atendía a las muchachas y hacía la limpieza. Era mi única hermana, mi amiga, una excelente madre, lo mejor que Dios nos pudo dar. Lo único que pido al Presidente es que nos ayude a que se haga justicia”, dice mientras acompaña a las mujeres del Colectivo Madres en Búsqueda Belén González.
Ayer, por segundo día, el Panteón Antiguo recibió tres cadáveres más, sumando así el sepelio de 19 víctimas del ataque. Cuatro cuerpos más fueron trasladados a sus lugares de origen en Tabasco y Oaxaca para darles sepultura.
Cinco personas más reciben atención en el Hospital Comunitario por las heridas, aunque las autoridades de Salud no han dado información oficial de la situación de los enfermos, uno fue trasladado al Hospital de Especialidades en Veracruz por la gravedad de las heridas.
Y en el forense de Cosoleacaque continúan los cuerpos de Brayan y Natanhiel, los dos marinos filipinos que desembarcaron el martes en el puerto. La nave Liza partió sin ellos.
***El UNIVERSAL Oaxaca