San Luis Potosí.— German Jonguitud, conocido como Xermen, es un fotógrafo que nació y creció en la puerta grande de la huasteca potosina, en el municipio de Ciudad Valles.

A pesar de ello, confiesa que poco sabía sobre la fiesta más importante de los pueblos originarios, el Sanctorum o Xantolo, con la que los vivos honran a los seres que ya han partido del plano terrenal.

A través de la fotografía, los últimos cuatro años se ha dedicado a documentar el Xantolo en uno de los municipios con la tradición “más pura” en esta entidad: San Vicente Tancuayalab, lo que para él ha sido todo un descubrimiento, como llegar a las “entrañas” y mostrar más allá del color, las danzas, los sones, las máscaras y trajes que lucen los “huehues” y “coles” que protagonizan la festividad.

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En más de 10 mil imágenes fueron capturadas las emociones y corazones expuestos en medio de todo el folklore que rodea esta tradición. Foto: Xermen Jonguitud
En más de 10 mil imágenes fueron capturadas las emociones y corazones expuestos en medio de todo el folklore que rodea esta tradición. Foto: Xermen Jonguitud

“Fue en 2020 cuando iba yo como espectador nada más, iba a tomar material; sin embargo, al tomar fotos me di cuenta que para los participantes, para los huehues que bailan no era sólo un espectáculo, sino que para ellos realmente existía una conexión emocional, y ese fue el punto de partida para empezar a documentar, tanto que me mudé, Xantolo finalmente me llevó ahí”.

Xermen comparte que a través de documentar el Xantolo ha logrado entender la esencia de esta fiesta, y mediante cada imagen busca compartir, mostrar que la base de esta tradición está en el amor, en las emociones que se despiertan y se hacen manifiestas en cada símbolo y acción que se hace para recordar a alguien que murió.

“La esencia en sí es esa, recordar a los seres amados con ese amor que está en las expresiones que se usan: la danza, la música, los colores y la comida que les gustaba, se convierte en una fusión de emociones, es la misma nostalgia de ver sus fotografías, esperarlos y sentir que están aquí, es por el amor que nunca se ha ido, así es el duelo, así es la muerte”, explica el fotógrafo.

Las historias que envuelven la tradición

Xermen atestigua que a lo largo de estos últimos cuatro años se ha cruzado con cientos de “historias de amor”, que le han puesto al descubierto este ciclo interminable de la vida y la muerte, él cual toma forma de ritual como “la barrida del cementerio”, “el destape de máscaras”, “el prestar el cuerpo a un alma para la danza”, hasta la creación de arcos de cempasúchil, interminables caminos de veladoras y más, todo para mantener los lazos entre vivos y muertos.

Recuerda con nostalgia la historia de doña Cony; la conoció un 4 de noviembre en la “barrida de cementerio”, cuando se colocan las ofrendas y se baila sobre las tumbas.

La señora fue a honrar a su hija, quien recién había muerto. Al poco tiempo se encontró nuevamente con ésta familia. En esta ocasión era don José, esposo de la señora Cony, ahora “copaleando” un arco de flores por su esposa muerta; un año más tarde la ofrenda creció, pues don José murió y se unió con el amor de su vida.

“No son personas posando frente a una cámara, son portadores de memorias, algunos con máscara y otros mostrando su piel”, dice el fotógrafo. Foto: Xermen Jonguitud
“No son personas posando frente a una cámara, son portadores de memorias, algunos con máscara y otros mostrando su piel”, dice el fotógrafo. Foto: Xermen Jonguitud

El latido del alma, rostros de Xantolo

La documentación que Xermen ha hecho a lo largo de los últimos cuatro años culminará con la exposición El latido del alma, rostros de Xantolo, la cual se presentará en Ciudad Valles el 31 de octubre y 1 de noviembre.

El documentalista confiesa que ha sido un camino largo, que no fue planeado, simplemente ocurrió y lo llevó a capturar más de 10 mil imágenes, todas ellas con un mismo hilo conductor, las emociones y corazones expuestos en medio de todo el folklore que rodea la tradición.

“El latido del alma surgió de la necesidad de compartir las historias y emociones que he recopilado en este camino a lo largo de cuatro años, son puras fotos de San Vicente... Quise centrarme en San Vicente porque fue ahí donde, más allá de lo que es la fiesta, tuve una conexión personal”, explica.

La obra está compuesta por 20 fotografías, y adelanta que no retrata en sí los elementos del Xantolo, sino más bien son retratos con historias, conexiones personales y emociones contadas a través de la lente.

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“Seleccionar 20 fue la tarea más difícil, me llevó a un proceso interno porque cada rostro cuenta una historia. No son personas posando frente a una cámara, son portadores de memorias, algunos con una máscara de madera, otros sí, mostrando su piel, pero a final de cuenta todos con el alma expuesta hablándonos de la nostalgia y del vínculo inquebrantable que hay con los seres queridos que ya partieron”.

“Tal vez mis creencias no giran en torno a las mismas que ellos tienen, pero sí me ha sorprendido muchas veces que son como que cosas inexplicables que a final de cuentas te cuentan ellos la tradición y dices sí, coincide, es esto”.

Xermen dice que al documentar el corazón del Xantolo ha dejado de lado lo estéticamente perfecto para dar cabida a reflejar lo auténtico y lo real haciendo un homenaje a la tradición, a las historias personales y su deseo es que su trabajo trascienda para que este encuentro de la vida con la muerte se aprecie desde lo más puro del ser, el alma.

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