Tizimín.— En Xbohóm, una pequeña comisaría del municipio de , ubicado en el oriente del estado, entre brechas y selva baja, habitan alrededor de 32 familias, que son gente humilde y de campo.

Ellos sostienen que no tienen por qué vacunarse contra el Covid-19 porque están convencidos de que “no lo necesitamos, porque tenemos y queremos la ayuda de Dios, con eso basta”.

Es el caso de la familia Cauich, integrada por Severo Cauich May, el papá de 88 años, quien fue agricultor y su esposa Alicia Cauich Ucán, de 84, quienes viven con su único hijo de 51, Felipe Cauich Ucán, de oficio vaquero, quien los cuida y vigila.

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Tizimín es una zona netamente ganadera en donde la mayoría de la gente depende de la cría y comercialización de esos animales.

Ahí, entre pequeñas viviendas encimadas y calles empedradas, así como un pequeño parque, se encuentra Xbohóm, una comisaría en donde prácticamente no usan cubrebocas y así se cuidan, pues aseguran que nunca salen de casa. “Todos nos conocemos y nos cuidamos”, dicen cuando se les inquiere sobre las medidas contra el Covid-19.

Tal vez inspirados en sus creencias y convencidos de su religiosidad, ninguno de los habitantes usa nada para taparse cuando hablan y platican entre sí; consideran innecesario el cubrebocas.

Guiados por sus costumbres de origen, Felipe Cauich Ucán sostiene que sus padres y él nunca se han enfermado.

“Oímos decir que la gente se enferma y muere por ese mal, pero a nosotros nada nos ha dado”, comenta a EL UNIVERSAL.

De acuerdo con datos de la Secretaría de Salud federal (Ssa), en Yucatán hay 107 mil 932 casos acumulados confirmados por el coronavirus y 6 mil 252 defunciones. En el municipio de Tizimín se han presentado 2 mil 457 casos y 145 defunciones.

En este pequeño sitio, a partir de las siete de la noche todos duermen, porque en la madrugada del día siguiente deben ir a las tareas del campo y a los ranchos ganaderos a trabajar; no hay reportes de enfermos de Covid-19 o al menos no se tiene documentado que así sea.

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“Dios nos ha ayudado, porque ni catarro hemos tenido; ni yo ni mis papás”, dice Cauich Ucán.

La familia afirmó que saben que en Tizimín se está vacunando a la gente, pero ellos han decidido no ir; no por miedo a la vacuna, sino por otra causa: “No lo necesitamos, confiamos en Dios”, justifican.

A pesar de que desde hace una semana el ayuntamiento de Tizimín comenzó a pagar 200 pesos por vacunarse a las personas de más de 40 años, eso no ha sido incentivo para que esta familia acuda a inmunizarse.

Los dos adultos mayores dicen que se alimentan bien. “Toman jugo de china [naranja dulce] todos los días, comen frijol cabash [negro] y frutas, limón, papaya y cuando hay un poco de dinerito, compramos carne y huevos”, asegura Felipe.

Esa familia suele tomar varios sancochos (cocimiento) de hojas de guayaba y de yerbabuena, porque también creen en la influencia de las plantas como medio de curación.

La familia insiste en que no están en contra de la vacuna como pudiera creerse: “No, no nos da miedo ni nos molesta, nomás que nosotros creemos que no la necesitamos”, comenta Felipe Cauich.

“Estoy agradecido con la vida y con Dios por tener a mis padres sanos y aunque trabajo y hablo con mucha gente, no me ha dado nada, Dios está ayudándonos”, concluye.

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