Durante más de una década, la comunidad científica ha temido que los arrecifes de coral en todo el mundo se “cocinen”, si la temperatura del mar se eleva más de 2ºC, como resultado del calentamiento global, fenómeno que incide en la acidificación del océano y en el blanqueamiento coralino.
Sin embargo, el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), prevé que los arrecifes de coral no resistan, si la temperatura asciende 1.5ºC para el 2050, pues prevalece la magnitud de emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) arrojados a la atmósfera, sin mencionar que hay otros factores que agudizan la degradación del ecosistema coralino, como la contaminación del mar por malas prácticas urbanas, turísticas, pesqueras, agrícolas e industriales.
A ese adverso escenario se suma la aparición de fenómenos emergentes que aceleran la mortandad de los corales y amenazan con extinguir localmente algunas especies que construyen arrecife, tales como el coral pilar (Dendrogyra cilyndrus) y el coral laberinto (Meandrina meandrites), situación que ocurre actualmente en el Sistema Arrecifal Mesoamericano (SAM), cuya longitud de mil 500 kilómetros conecta a Quintana Roo (México), Belice, Guatemala y Honduras.
Científicos, autoridades y organizaciones civiles consultadas por EL UNIVERSAL, alertan sobre el futuro del SAM, considerado el arrecife de coral más grande del Atlántico e identifican dos fenómenos emergentes como causantes de su posible colapso en los próximos 10 o 20 años, antes de que el incremento de la temperatura haga lo suyo.
Uno, es el Síndrome blanco, que mata el tejido vivo de los corales, pudiendo convertirse en la enfermedad coralina más letal jamás registrada, con graves consecuencias para la funcionalidad física de los arrecifes del Caribe, concuerdan.
El otro, es la proliferación del sargazo, una macroalga pelágica, cuya llegada, acumulación masiva y descomposición en las costas, cambia las condiciones óptimas del agua del mar, necesarias para la salud de los corales, animales marinos compuestos por pólipos y un esqueleto de carbonato de calcio, que vive en relación estrecha (simbiosis) con una especie de algas denominadas zooxantelas.
Los corales construyen arrecife. Tardan 365 días en crecer un centímetro y más de un siglo en alcanzar tallas de gran dimensión, para brindar la totalidad de sus servicios ambientales, como:
La producción pesquera, que da trabajo y alimento a comunidades ribereñas y urbanas; el atractivo turístico y la belleza escénica, que inciden en la economía de las localidades; y la seguridad, pues el arrecife de coral actúa como una barrera natural en contra de huracanes y tormentas, en una región proclive a tales eventos.
Tan solo los arrecifes del Caribe Mexicano sostienen una economía de 9.5 billones de dólares anuales y son cuna de una altísima diversidad biológica, se indica en el Plan de Acción del Síndrome blanco, elaborado en 2019 por la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), empresarios, académicos y organizaciones civiles.
El sorpresivo embate de estos fenómenos -precedido por otros, décadas atrás- tomó desprevenidos a diversos sectores y a la población en general en la región, sin marcos regulatorios adecuados, sin recursos financieros para hacerles frente y sin capacidad técnica para contener y remediar sus consecuencias, admite Cristopher González Vaca, quien fungió como coordinador regional de la Conanp hasta noviembre pasado.
“Definitivamente es algo que no tiene precedentes; no se tenía registro de esta enfermedad o infección, todavía no se define qué es. Es un fenómeno emergente que surge de manera casi súbita; aunque teníamos el antecedente de La Florida, su velocidad en el Caribe Mexicano nos agarró a todos en curva”, enfatiza.
La comunidad científica no ha identificado aún el patógeno, virus, bacteria o causa de la enfermedad. Hay más dudas, que respuestas, reconoce el Doctor Eric Jordán Dahlgren, investigador del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICMyL) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), al sur de Cancún.
“Desde los 80’s, 90’s tenemos epidemias letales, muy potentes, que han estado afectando a los corales que construyen el arrecife; su origen es muy complejo; son una serie de fenómenos emergentes, algo nuevo en intensidad, proporción o que nunca se había producido.
“Nos agarra totalmente desprevenidos, sin el conocimiento suficiente. Y aunque lo tuviéramos, ¿qué hacemos? Aquí en el mar, suponiendo que supiéramos de qué se trata y cómo combatirlo, ¿irías a cada coral?, ¿cómo los aíslas? Sería extraordinariamente costoso y probablemente impráctico”, reflexiona, Jordán.
El investigador documentó que entre 1980 y 1990, otras enfermedades como la Banda blanca, mataron del 80 al 90% de corales cuerno de alce (Acropora palmata) y cuerno de siervo (Acropora cervicornis) en el Caribe Mexicano. Ambas están sujetas a Protección Especial (PR), dentro de la Norma Oficial Mexicana (NOM-059-Semarnat-2010)
Para 1985, en Puerto Morelos, Akumal y Mahahual había una cobertura de coral estrella (Orbicella annularis) superior al 60 por ciento en el fondo, pero para el 2005 apenas llegaba al 10 por ciento, según su registro. Esa especie de coral, junto con los Acroporas, son los principales generadores de arrecife, al igual que los pilares.
“En 20 años perdimos el 50 por ciento de corales constructores de arrecife, por enfermedades que no eran el Síndrome blanco”, evoca Jordán.
Álvarez Filip, también investigador de la Unidad Académica de Sistemas Arrecifales del ICMyL, revela datos actualizados que estremecen y que presentó el 4 de diciembre pasado, ante el Consejo Asesor del Parque Nacional Arrecife de Puerto Morelos, área natural protegida afectada por el Síndrome blanco.
Hasta mayo de 2019 se sabía que de las 45 especies de coral existentes en Quintana Roo, la enfermedad mató, de junio a diciembre de 2018, a un 30 por ciento de las más de 20 especies de coral afectadas. La cifra es equivalente a los corales que perdió el estado en los últimos 40 años.
Sin embargo, minutos antes de su presentación, el científico -abrumado e impactado- se refirió al mar quintanarroense como un “cementerio de corales”.
“La historia no es alentadora. Los efectos del Síndrome blanco han sido devastadores. No afecta por igual a todas las especies de coral, pero algunas están casi en problemas de extinción local; uno de los ejemplos más clásicos o más carismáticos es el coral de pilar (Dendrogyra cilyndrus), el cual forma estructuras similares a catedrales submarinas y puede medir de 5 a 6 metros de alto.
“Básicamente, en los últimos seis meses nos hemos dedicado a encontrar cadáveres de este coral. El 3 de diciembre fuimos a Tulum para atender el reporte de una Dendrogyra, viva; en Cozumel han podido mantener viva a una colonia, pero la triste realidad es que el 99% de los corales de esta especie han muerto en todo el Caribe Mexicano, con excepción de Banco Chinchorro”, subraya.
Otra especie en esa condición es el coral laberinto (Meandrina meandrites); 98% por ciento de sus colonias se han perdido en Quintana Roo.
“Es realmente impactante ver estas mortalidades tan altas. Como ejemplo, imagínate que estás en un estadio de futbol con 100 mil personas y, de repente, 99 mil 999 personas se mueren y queda una viva… Esta es la magnitud de lo que estamos viendo con estas especies de coral.
“A futuro ¿qué pasa si en este estadio de futbol queda solo una persona viva? No estás garantizando que la especie continúe, porque no tiene con quien interactuar, con quien reproducirse. Es una persona que queda en medio de la nada. Eso es lo que estamos viendo para algunas de las especies de coral”, alerta.
Hasta antes de julio pasado, investigadores del Laboratorio de Biodiversidad y Conservación Arrecifal de la UNAM se concentraron en detectar y evaluar colonias de coral enfermas en arrecifes de Puerto Morelos, Cozumel y Tulum. Ahora cuentan colonias muertas.
“Lo que encontramos son cementerios, un montón de corales muertos. Ya no vemos la enfermedad, porque muchos de los corales que enfermaron, murieron. Básicamente estamos contando lo que nos quedó. Las colonias que se iban a morir, ya se murieron”, narra.
La mortandad del arrecife -aclara- pasa inadvertida, excepto para quienes saben identificar a un coral muerto de uno vivo o enfermo con posibilidades de sanar, como ocurre con el resto de especies no afectadas por este síndrome o aquejadas por enfermedades como el blanqueamiento, que es reversible y es un padecimiento distinto.
“Si tu no pones atención ves un arrecife sin evidencias de que haya habido una enfermedad; si tú pones atención y ves, vas a encontrar un montón de montículos que eran colonias de coral y ahora están muertas; otras, en proceso de erosionarse y de irse cubriendo de algas… es muy fuerte esto”, expresa, al mencionar que los efectos de lo que se vive hoy, se verán en 10 ó 20 años.
La industria turística en las costas del estado -oficialmente compuesta por 107 mil cuartos hoteleros, bares y restaurantes que dependen esencialmente de playas saludables y aguas prístinas- será económicamente la más afectada si el arrecife de coral sigue en declive.
La arena blanca y fina es generada por la descalcificación natural del coral y por la interacción de los peces loro, que viven en el arrecife, se comen su esqueleto y luego de un proceso digestivo, literalmente, defecan granos de arena que van formando playa.
La venta de excursiones para bucear y nadar por los arrecifes, que representa millonarios ingresos para prestadores de servicios náuticos y fuentes de empleo, se vería igualmente impactada, lo mismo que el turismo de buceo especializado, segmento liderado por Cozumel.
De acuerdo con un estudio elaborado por la Conanp, mantener el arrecife cozumeleño en su mejor estado, tiene un valor de 5 mil 493 millones de pesos (304 millones de dólares) al año, para 1.8 millones de turistas que visitan la isla.
El valor económico de sus arrecifes, en términos de protección contra eventos climáticos extremos, es de 596 millones de pesos (32.8 millones de dólares) anualmente.
Rodrigo Navarro Benítez, miembro del Consejo Asesor del Parque Nacional Arrecifes de Cozumel, indica que es el arrecife lo que atrae a los vacacionistas a la isla. Si continúa la degradación de los corales, el 12 por ciento de turistas dejaría de visitarla, provocando una pérdida anual para la economía local de mil 500 millones de pesos (83 millones de dólares), según ese estudio.
El también director de la Ocean Futures Society “Jean-Jean Michel Cousteau”, recuerda que en octubre pasado, el Consejo Asesor -conformado por autoridades, empresarios, organizaciones civiles y académicos- decidió cerrar parcialmente, y hasta el 15 de diciembre, 11 sitios de más de 20, dentro del Parque Nacional, para dar descanso a los corales, reducir su estrés y ayudar a que fortalezcan sus defensas ante el Síndrome blanco.
Pese a ello, la medida no impidió que la enfermedad se colara, así que prevén el cierre de toda el área protegida, una vez al año, revela.
* Este reportaje fue producido con el apoyo de la Earth Journalism Network de Internews