Tierra Caliente.— Aunque se calculó que cerca de 20 mil personas huyeron de sus comunidades, desplazadas por el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) en la zona de Tierra Caliente, Michoacán, son contadas las que han regresado a sus hogares.
Los pocos habitantes que permanecen en la región, ubicada en los límites de los municipios de Tepalcatepec y Aguililla, piden la permanencia del Ejército en sus poblados. Las rancherías más afectadas son Loma Blanca, El Bejuco, Cansange, La Romera y Pueblo Viejo, donde se asentó el grupo delictivo.
No más de cinco familias regresaron a Loma Blanca. Lupita, ama de casa, es integrante de una de ellas.
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“Yo vivo aquí en Loma Blanca desde hace más de 50 años y nos tuvimos que salir hace seis meses por la inseguridad. Ahora que regresamos nos dimos cuenta de que nos robaron todo. Nos dejaron nomás las paredes y el techo”, cuenta a EL UNIVERSAL.
Mientras limpia su casa, que medio año estuvo abandonada, Lupita dice que lo más difícil fue escuchar las explosiones, las balaceras y dejar todo para salvar sus vidas: “Teníamos mucho miedo de esas gentes que llegaron aquí y que saquearon nuestras casas. Antes de eso, nos llovían balas a cada rato.
“Yo me metí debajo de la cama y ya no me podía salir porque nos llovían muchas balas, y ese viernes, dos días antes de huir, estuvo muy feo”, narra.
Ella y su familia huyeron y buscaron refugio con familiares en otro punto de Michoacán, el cual omite por seguridad.
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Lupita teme que se vaya el Ejército y que los criminales regresen al pueblo, “porque ahora sí no la contamos”.
“Tenemos que rehacer nuestras vidas, así que si el Ejército se va, que nos avise antes para volver a correr y a huir, porque tenemos miedo de que nos dejen solos y lleguen otra vez los grupos criminales”, expresa.
Explosivos destruyeron su casa
En esta localidad también hay sobrevivientes de los ataques con drones cargados de explosivos perpetrados por el CJNG, los cuales destruyeron viviendas.
Es el caso de Lourdes, una mujer de escasos recursos cuya casa quedó afectada por el impacto de una carga de explosivo C4.
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Casada y madre de una niña, Lulú cuenta que un día, mientras desayunaban en familia, se escuchó un estruendo que cimbró gran parte del pueblo.
Recuerda que el impacto los dejó aturdidos. Cuando salieron a ver qué pasaba, vieron destruida la cocina, que está a un costado de las habitaciones, las cuales quedaron con daño estructural.
Una vez que el Ejército recuperó el poblado e instaló una base de seguridad, optaron por regresar porque no soportaban estar más tiempo fuera de casa.
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Ahora, Lulú ve con tristeza las ruinas en las que los criminales convirtieron su vivienda, la cual también fue saqueada. Reconoce que aún siente mucho temor.
Se reactivan actividades
Las tiendas del pueblo han abierto sus puertas con la poca mercancía que les dejó el CJNG. Sus clientes son los soldados y uno que otro poblador.
Jesús Chávez Ceja es propietario de una modesta tienda de abarrotes y, junto a su familia, también fue desplazado a causa de la violencia.
Explica que él volvió; sin embargo, su esposa y sus hijos siguen refugiados en la cabecera municipal de Tepalcatepec.
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“Todavía no regresan porque no tienen mucha confianza, pero, al igual que mucha gente, ya están viniendo a limpiar sus casas para, a lo mejor, ya quedarse”.
Jesús revisa uno a uno los productos que había en su negocio y se da cuenta de que la mercancía caducó y tiene que tirarla.
Expone que tuvo que conseguir dinero para resurtir abarrotes y refrescos para poder retomar el negocio.
“Nos vamos a levantar, aunque sea poco a poco, porque somos gente de trabajo y si nos cuida el Ejército, pues mejor”, expresa.
Jesús reitera enfático que durante mucho tiempo les tocó quedar en medio de los ataques del crimen organizado y se dice agradecido con los militares.
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Menciona que, a pesar del temor que sienten todavía, ya respiran un poco de esperanza de que las cosas cambien.
Cuenta que el resto de los pobladores también tienen temor de que su pueblo sea tomado nuevamente por alguna organización criminal y deciden sólo echarle una vuelta a sus casas y parcelas, como sus hijos.
Los pocos vecinos cuentan que durante los seis meses de presencia del CJNG en este poblado, los criminales mataron a lugareños, saquearon negocios y viviendas. El ganado fue utilizado como alimento y las parcelas quedaron abandonadas.
Nadie pasa por los campos por el temor de que les detone algún explosivo escondido.
Por ahora, el personal de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) ha asumido las tareas de limpieza de la comunidad, entre otras labores sociales, a la par de sus recorridos de vigilancia. Los habitantes están agradecidos, pero convencidos de que si se van los militares, ellos también.