Guadalajara.— Hace 16 años, Arturo volvió de Estados Unidos a la comunidad de Palos Altos, en en los Altos de Jalisco; desde entonces, su madre y los ocho hermanos que tiene en California, Wisconsin e Illinois le mandan algo de dinero que le sirve para dar mantenimiento a la casa de sus padres, a algunos vehículos de sus hermanos y para completar los gastos de su familia. A diferencia de lo que ocurre a nivel nacional, en su caso 2021 no ha sido un año de aumento en el dinero que le llega desde fuera del país, pues ha disminuido.

“Tengo que mantener la casa de mis papás, agua, luz, predial, todo eso; ellos vienen dos veces al año y hay que tenerla bien, hay dos carros de ellos, tengo otros dos carros, hay que pagar placas y nos queda un poco para la manutención de nosotros”, dice frente al motor de una camioneta que arregla en un pequeño taller a un costado de su casa.

Recientemente, el Banco de México reportó que en 2021 se rompió el récord en los envíos de dinero de los connacionales que viven o trabajan fuera del país, el cálculo fue de más de 50 mil millones de dólares, lo que representó un incremento de 26.7% respecto a 2020, y la cifra más alta en 18 años, pero en este punto del territorio nacional es distinto.

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“Desde la pandemia ha llegado menos dinero, creo que se redujo a la mitad, o póngale que está difícil de saber; antes mandaban más dólares porque estaba barato, ahorita está caro y mandan menos”, dice. Pero hay otro factor que piensa influye en la baja de envíos: los requisitos que cada vez son más estrictos para el pago de los impuestos correspondientes.

Desde 1990 hasta la primera década del siglo XXI, Arturo trabajó en los Estados Unidos como mecánico, logró obtener la certificación de la empresa General Motors y siempre laboró en el taller de un mexicano que terminó por vender su negocio a un consorcio; en ese momento todo cambió y el mánager asignado al taller presionaba a los latinos para que renunciaran.

“Otra dificultad que tenía eran los papeles [de residencia], no los tenía y cuando ya la presión era mucho mayor me regresé; sí me gustaría volver y tal vez encontrar un trabajo allá, a veces nomás se me antoja regresar para comerme una hamburguesa, pero ahora es más difícil”, dice.

Palos Altos está aproximadamente a una hora de Guadalajara, cruzando la barranca del río Santiago, en el municipio de Ixtlahuacán del Río; es una comunidad de poco más de mil habitantes —según datos del Instituto de Información, Estadística y Geografía de Jalisco— y no hay nadie que no tenga un pariente en algún lugar de Estados Unidos o haya trabajado en ese país por un tiempo; la influencia estadounidense se nota en la construcción de algunas casas, muchas de ellas de estilo californiano que permanecen vacías casi todo el año.

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“¿Y sus hermanos y su mamá también piensan volver?”, se le pregunta. “Yo creo que ellos no, ya tienen más de 20 años allá y ya hicieron su vida, unos trabajan en jardinería, otros en construcción y otro ya vende bienes raíces; todos tienen papeles y no han tenido problemas”, responde.

Ahora arreglar carros es más un pasatiempo que un oficio para Arturo. Principalmente vive de la siembra de maíz en sus tierras, pero eso está por cambiar.

“¿Me deja echarle una a López Obrador? Bueno, no sé si dependa de él: hasta ahorita vamos tablas con la siembra, pero para este año, de 7 mil pesos la tonelada de abono, se fue a 22 mil, este año la gente no va a sembrar maíz; si piensan que necesitamos más maíz para la alimentación, pues no, vamos a buscar chía, agave u otro producto en el que uses menos abono”, concluye.

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