A los 23 años, Eustaquio Matías Pérez salió huyendo de Oaxaca porque asesinaron a su padre . El temor a las amenazas de muerte y persecución contra él y su familia lo hicieron auto exiliarse de San Bernardino, una comunidad del municipio de Teotitlán de Flores Magón.

Su meta eran los Estados Unidos; sin embargo, el dinero no le alcanzó para llegar y se estableció en Ciudad Obregón, Sonora , donde encontró trabajo en una maquiladora y echó raíces.

Luego de 34 años de exilio, a Eustaquio Matías le intriga saber qué ha sido de sus cinco hermanos con los que no ha hablado desde hace 29 años , tras una discusión con el mayor. La última vez que los vio fue en el sepelio de su madre.

Le gustaría restaurar el vínculo y la comunicación con su familia, pues a la fecha desconoce si sus hermanos Constantino, Fernando, Raúl, Celia y Leonor siguen viviendo en Oaxaca.

Al padre de Eustaquio lo asesinaron por un conflicto campesino. Cuando se hizo de sus tierras y comenzó a trabajarlas “levantó envidia en otros campesinos; ya no tenía patrones, él tenía su propia cosecha y tuvo muchos problemas” por eso lo mataron y comenzaron a perseguir a su familia, cuenta Eustaquio a EL UNIVERSAL.

A raíz de los hechos, Eustaquio Matías fue el único de su familia que decidió salir de Oaxaca, incluso le dijo a su hermano mayor: “aquí está muy dura la situación no hay felicidad, puro problema y andar escondiéndose uno”. Sin embargo, nadie de sus hermanos quiso alejarse de la tierra que los vio nacer.

Una vez que salió de San Bernardino, emprendió su travesía con rumbo a los Estados Unidos , pero llegando a Sonora, varios paisanos le dijeron que del otro lado de la frontera “está muy duro y más si no tienes a nadie". "Comencé a trabajar en una maquiladora y gracias a Dios me quedé aquí (en Sonora)”, recordó.

Cinco años después de dejar Oaxaca, Eustaquio regresó brevemente a San Bernardino al sepelio de su madre . Al hacer ese viaje fugaz, y aún temeroso de que lo asesinaran, nunca imaginó que la vida de su madre se extinguía al tiempo que la relación con su familia.

La última vez que los vio tenía 28 años. En esa ocasión, Eustaquio trato de convencer nuevamente a sus familiares de irse con él a Sonora, pero se negaron argumentando que si sus padres y abuelos se quedaron toda la vida y murieron en San Bernardino, ellos también lo harían.

“Yo les dije ‘¿qué tiene? Los que ya están muertos ya están muertos; hay que pelear por nosotros y salir adelante’, pero no me hicieron caso y a la fecha no los he visto”, declaró.

Con quien Eustaquio siguió teniendo contacto telefónico es con su hermano mayor Constantino . Él le llamaba desde Oaxaca a la maquiladora en que trabajaba en Ciudad Obregón.

Sin embargo, la relación se fracturó cuando Eustaquio recriminó a su hermano: “en lugar de hablar para saludarme y saber de mí, me pides dinero muy seguido. No gano tanto para estar mandando cada semana; tengo muchos gastos entre renta, comidas...”; el resultado fue la ruptura y casi tres décadas sin saber nada de su familia.

Eustaquio teme buscar a sus parientes pues no sabe que pasó con ellos, si viven o los mataron. “Por eso tengo miedo y además porque allá no es fácil conseguir información de alguna persona. No sé si viven dónde mismo o se irían para otro lugar”, refirió.

Actualmente Eustaquio tiene 57 años y vive en Agua Prieta, Sonora, donde tiene una vida hecha. Trabaja en una maquiladora, vive con su pareja y tiene un hijo , Javier Matías, que acaba de culminar sus estudios en Diseño Gráfico Multimedia, quien no conoce a ningún familiar de su padre. Ambos albergan la ilusión de que Eustaquio pueda reencontrarse con su familia, hablar por teléfono con alguno de sus hermanos o al menos saber qué fue de ellos.

“Si pudiera tener comunicación con alguno de mis hermanos me gustaría mucho”, concluye Eustaquio.

afcl

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