.- Un golpe tras otro. Durante horas, días e incluso meses, con un martillo pega duro a clavos que se sumergen en pequeños y grandes trozos de madera y poco a poco, con paciencia, va edificando obras de arte.
Las manos delicadas de Yovana Guerrero Habib , terminan repletas del metal que sueltan los cientos y miles de clavos, pero inmediatamente, como una arañita tejedora, entrelaza miles de kilómetros de hilos para recrear rostros, lugares, nombres e imágenes coloridas, como aquellos rompecabezas de su niñez.
Aún tiene presente vívidamente aquel día, hace siete años, cuando sentía su departamento vacío, simple y frío en medio de un difícil momento personal. Ahí, cerca del Centro Histórico de la ciudad de Puebla, tomó un pedazo de madera, clavó clavos y tejió un corazón rojo.
“Mucha paz, mucha paz, como una terapia, sentía que me podía desconectar del mundo y conectarme conmigo, cosa que la vida diaria no nos lo permite y en este caso sentía que me podía ir totalmente”, afirma.
Y de manera natural fluyó el arte de sus entrañas y se quedó enredada en el string art o hilorama.
Foto cortesía: Yovana Guerrero
Desde Freddie Mercury hasta Charlie Chaplin
Hoy a sus 35 años ha logrado reconstruir el rostro de Charlie Chaplin, El Sombrerero, Freddie Mercury, Cantinflas, figuras geométricas, animales, personajes de la Guerra de las Galaxias, a sus amigos, clientes y todo aquello que huela a arte pop, como las emblemáticas de Andy Warhol. Yovana es una artista con más de 160 piezas.
Su primer trabajo, ese corazón, requirió cerca de 70 clavitos; después vinieron muchos más, entre ellos una enorme mariposa monarca con seis mil 116 clavos, siete kilómetros de hilo y ocho meses de clavar y tejer.
Yovana pasó de sentir pena por golpear y golpear ante la posible molestía del ruido en sus vecinos, a palpar y percibir de distinta forma esos sonidos y vibraciones del martillo chocando con la cabeza del clavo.
Foto cortesía: Yovana Guerrero
“Ahorita no es un sonido para mí, ya es más un sentir; es el sentir cómo entra el clavito, el golpe que le tengo que dar depende de la profundidad a la que quiero llegar; entonces es más un sentir que el escuchar”, describe.
Tejer y tejer, cerrar los nudos es un disfrute en su cuerpo, mente y corazón; poner el color y acercarse a ese resultado que tiene en la mente, se convierte en una satisfacción.
De rompecabezas a herramientas
Recrear distintas escenas con sus barbies y las figuras de acción (Tortugas Ninjas y Los Caza Fantasmas) de su vecino, formaron parte de su infancia y juventud, una donde era la menor de seis hermanos y sus grandes aficiones el cine y armar miles de piezas de rompecabezas.
Hasta dos mil 500 pedazos de un todo le hacían desvelar. Formaba rompecabezas, de castillos embrujados, cuya última pieza era una satisfacción en toda su ser.
“Creo que eso influyó un poco en lo que hago con los clavos y en tener la vista muy despierta, muy aguda por así decirlo (…) poner la última es una satisfacción, como me pasa ahora cuando pongo el último clavito o cuando cierro el último nudo de mis hilos, es una sensación muy padre”, describe.
Meterse a aquella bodega de su padre, dedicado a los bienes raíces y ver cómo arreglaba y restauraba cortando madera con una sierra y taladrando, era una emoción que le despertó jugar y trabajar con herramientas.
Una juventud divertida: volarse las clases, irse de pinta, trabajar al lado de su padre en bienes raíces y estudiar parcialmente la licenciatura en derecho, hasta convertirse en una mujer disciplinada y creativa.
Foto cortesía: Yovana Guerrero
“Totalmente natural, de repente tengo como el asunto de ver el arte y los colores, el tema de irle poniendo más complicación a las obras (…) explotar mi creatividad y ver qué más podía hacer”.
Pocas veces sufre daños en sus manos y cuando sucede es porque se mete en la vida mundana, piensa en sus pagos pendientes, el agua, luz y llegan los martillazos; por eso, casi siempre se deja llevar por esa quietud y paz que le provocan los clavos y los hilos.
Sus creaciones, que define como diferentes, bien trabajadas, con una pizca de cariño y con mucha dedicación, han sido expuestas en el Complejo Cultural Universitario de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) y forman parte de una galería de La Condesa en Ciudad de México.
Ahora se prepara para crear un conjunto de cuadros con identidad propia que puedan llegar a formar parte de una sola colección para exponerla donde la vida la lleve.
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