Sabinas, Coah.— Martha María Huerta Carrizales le prometió a Sergio Cruz Gaytán que cuando falleciera llevaría sus restos a Barroterán, en el municipio de Múzquiz, donde descansa su madre, pero esa promesa no la ha podido cumplir porque el cuerpo del minero quedó en el fondo de la Coahuila, desde el pasado 3 de agosto.

Martha María llega acelerada a su casa en Agujita y de inmediato prende un cigarrillo: “Ha sido un verdadero infierno”, dice de los primeros tres meses desde que ocurrió la tragedia en la que murieron su pareja y nueve trabajadores más.

Cuenta que no tendrá paz hasta que saque a Sergio del fondo de la mina y le pueda dar cristiana sepultura al lado de su madre: “Todo se lo cumplí en vida y ahora siento mucha impotencia porque no he podido cumplírsela”.

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La mujer siente que le está fallando al minero Sergio Cruz Gaytán, su concubino, a quien describe como un hombre tranquilo, demasiado hogareño y que no había cosa que no le diera: “Lejos de ser una pareja éramos amigos, confidentes, éramos uno”, confiesa.

Por eso cuando le avisaron de la inundación de la mina sintió ganas de morir: “Un compañero como él no lo voy a encontrar y no quiero”, comenta.

A la espera de maquinaria

La mina El Pinabete tiene militares que custodian todas sus entradas. Se hallan también remolques de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), encargada del rescate de los restos, y entre todo sobresale un enorme cerro de tierra acumulada de lo que se ha escarbado.

Unos días antes de cumplirse los tres meses los trabajos para realizar el tajo estaban parados. Según le informaron a la señora Huerta, se debe a que están esperando la llegada de maquinaria más grande, aunque otra versión es que la CFE no ha pagado a la empresa contratista y retiraron la maquinaria.

“Al parecer ya llegaron a tierra húmeda y hacen estudios en lo que llega la maquinaria”, comenta la viuda.

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En un inicio, las autoridades federales estimaron un periodo de seis a 11 meses para rescatar los cuerpos, pero la señora Huerta se sincera: “Es un mundo de agua. Se juntó el agua de la bocamina, de la mina 6. Añales que tienen esas aguas contaminadas, llenas de químicos. ¿Qué espero yo de seis a 11 meses? No espero nada”, dice.

Otras viudas como Hilda Alvarado, quien estaba casada con el minero Mario Alberto Cabriales, afirma que sólo se ve la tierra acumulada y que no pueden hacer nada. Ella cree que el avance debería ser mayor: “No puedo exigir, de todos modos no me van a hacer caso. Hacen lo que quieren”, comenta.

Al igual que Martha, Hilda quiere los restos de su esposo para tener un lugar donde rezarle: “No se merecen estar ahí. Sus hijos no lo merecen. Todos los días me duermo y me levanto pensando en él. Todo el día le lloro”, platica la señora Alvarado sobre estos meses.

“Los culpables tienen que pagar para que sepan que hay justicia”, reclama.

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