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Chihuahua, Chih.
Ser policía en una entidad como esta no sólo demanda valentía, sino también un alto grado de compromiso y vocación. Hay quienes además de enfrentar el riesgo de perder la vida a manos del crimen, también viven las inhóspitas condiciones geográficas y climáticas de la Sierra Tarahumara.
Chihuahua ocupa el tercer lugar nacional con más policías asesinados, 30 agentes en el último año, de acuerdo con la organización Causa en Común y, pese a ello, Dagoberto Hinojos Gaytán tiene 23 años de servicio ininterrumpidos en la región serrana de la entidad, motivado principalmente por la posibilidad de servir a su gente y enorgullecer a su familia.
“Los años han cambiado, pero la convicción por hacer bien las cosas me mantiene firme; nosotros [los policías] somos seres humanos, sentimos y tenemos anhelos, como ver crecer a mis dos hijos y ahora a mis nietos”, afirma Dagoberto.
Dago, como lo conocen sus compañeros de la Agencia Estatal de Investigaciones, tiene 45 años y durante su carrera policial se ha destacamentado en la Sierra de Chihuahua, donde incluso le tocó patrullar a lomo de mula en 1997.
“En ocasiones toca dormir en el monte, hacer fogatas y cocinar al aire libre, porque las camionetas no llegan a todos lados, también caminamos hasta siete horas para llegar a las comunidades y cumplir con nuestro trabajo”, cuenta Dago mientras muestra una serie de fotografías, testigos de estas experiencias.
Entre los casos más importantes en los que el agente investigador ha participado están los homicidios de diferentes activistas en la comunidad de Coloradas de la Virgen, en el municipio de Guadalupe y Calvo, donde ha colaborado con integrantes de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, y organizaciones de la sociedad civil para cumplimentar mandatos judiciales y brindar acompañamiento.
Ser policía en lugares tan lejanos y con recursos limitados, explica, requiere de una muestra adicional de empatía con las víctimas.
“La clave para resolver estos casos radica en hablar como los ciudadanos, respetar sus usos y costumbres y brindarles confianza para que se sientan con un igual, sin temor a resultar afectados”. Esto aunado a que en algunas ocasiones se requiere de un traductor que facilite la comunicación.
Dagoberto espera los días de descanso para reunirse con su familia que vive en la ciudad de Camargo. Ahí lo esperan su esposa, con quien está por cumplir 25 años de matrimonio, sus hijos y nietos, a quienes comparte sus andanzas y aventuras, pero que también han sido testigos de momentos difíciles como la ocasión en la que resultó herido en un brazo y una pierna.
“Iba con otro compañero y afortunadamente pudimos repeler la agresión, lo que hemos aprendido en la corporación y la vida nos permitió salir con vida y míreme, aquí sigo, gracias a Dios”, recuerda el policía, quien además continúa preparándose y también cuenta con una licenciatura en Derecho.
De la Sierra a la ciudad
Judas Iván Rodríguez Polanco es otro agente chihuahuense quien, a diferencia de Dago, lleva más de 17 años de labor investigadora en la ciudad. En este tiempo se ha distinguido por la logística y efectivas estrategias para resolver casos.
“Ser policía es diferente, es dar algo de ti, incluso tu propia vida; no nos limitamos con trabajar desde un escritorio, vamos hasta donde sea en busca de la verdad histórica”, comenta el oficial.
Sicólogo de profesión, con maestría en Seguridad Ciudadana y actualmente, estudiante de un doctorado en Ciencias de la Seguridad Pública, Judas relata el reto de actualizarse, llevar a cabo su trabajo y ser padre de cuatro hijos.
“Los asuntos que a veces atiendo me llegan a generar una carga emocional, sobre todo porque en ocasiones las víctimas me reflejan a mis hijos; sin embargo, eso me hace comprometerme aún más. Hoy tenemos una ventaja, ya que es de sumo interés priorizar al ser humano”, comenta.
Para él, su trabajo no sólo representa un auxilio a la ciudadanía, es también la mejor manera de dar un ejemplo a sus hijos y familia, pues cada ausencia prolongada es un sacrificio para brindarles lo mejor.
Judas Iván, originario de Delicias y destacamentado en Hidalgo de Parral, en el sur de la entidad, asegura que con la transición del sistema de justicia penal, los cambios que se vinieron fueron muy notorios, sobre todo en la profesionalización y capacitación, pero también en el manejo del recurso humano.
Una de las experiencias más difíciles ocurrió en 2011, cuando fue privado de la libertad. “En 2011, los malos me levantaron, me subieron a un vehículo, ¿qué puedo decir?, si me quitaron las armas, la cartera y la dignidad; finalmente, me dejaron ir; eso en vez de inducirme a desistir, me impulsó a continuar con gallardía, porque yo quiero dar lo mejor de mí, sé que somos más los buenos”, relata.
La Fiscalía General del Estado de Chihuahua cuenta con más de 2 mil elementos policiacos que arriesgan su vida en el territorio estatal.
“Hoy por hoy somos una familia, en la corporación nos conocemos, sabemos las habilidades y destrezas de cada uno, hemos tenido experiencias que nos llenan de gran satisfacción, pero también de tristeza. Egresé de la academia en el 2002 y lamentablemente, amigos míos han fallecido en cumplimiento del deber”, sostiene.
En el marco del Día Internacional del Policía, el fiscal de la entidad, César Augusto Peniche Espejel, hizo un reconocimiento al legado que van dejando todos los elementos de la corporación a su cargo.
“El mensaje que se les brinda es claro, llegar con bien al concluir la jornada porque alguien los espera en casa; además esa política de inclusión y prioridad al ser humano ha permitido mayor compromiso”, puntualizó el funcionario.