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oaxaca@eluniversal.com.mx
San Juan Bautista Suchitepec.- Para los 113 habitantes de Guadalupe Cuautepec, la fe se materializa en una laguna. Ese cuerpo de aguas profundas, aseguran, es la última esperanza para frenar su extinción. Lo dicen porque esta alejada comunidad oaxaqueña se está quedando sin gente que la habite.
Guadalupe Cuautepec es una agencia municipal de San Juan Bautista Suchitepec. Se ubica 35.9 kilómetros al norte de Huajuapan de León, en la Mixteca. Aquí nadie sabe de crecimiento demográfico. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) explica que en 45 años la población se redujo 76%, pues la comunidad pasó de tener 470 habitantes en 1970, a sólo 113 personas en 2015.
—Somos poco más de 100 habitantes en la comunidad, de hecho, sólo hay 12 niños en la primaria.
Además de estar incomunicados, el principal problema es que los pobladores no quieren permanecer ahí porque no hay trabajo para todos. En los años 70 ocurrieron los primeros casos de migración hacia Estados Unidos, pues la agricultura y la ganadería no eran rentables por las condiciones del suelo y porque dependían del temporal.
Ángel Pérez Gallardo, el agente municipal, explica el fenómeno migratorio que afecta a su comunidad: “Todo era difícil, no había fuentes de ingresos y al emigrar a la primera persona le fue bien y empezó a invitar a más paisanos, y así se iban cada vez más”.
Casi 50 años después las cosas no han cambiado. Según el Consejo Nacional de Población (Conapo), Guadalupe Cuautepec es una comunidad con un alto grado de marginación: 25 de sus 113 habitantes son analfabetas, 70 no tienen primaria completa, 82 carecen de agua entubada y 93 no son derechohabientes de servicios de salud.
Los pobladores viven de la construcción gracias al dinero que envían sus paisanos que radican en EU para edificar sus casas.
Para detener el flujo de personas que se van y no regresan, desde hace cinco años las autoridades municipales y los pobladores se han propuesto explotar el turismo y convertirlo en una fuente ingresos. Y el principal atractivo que tiene la comunidad es su laguna de aguas profundas.
Se trata de un proyecto que surgió desde finales de los años 40, cuando “nació” la laguna. Desde entonces, ese cuerpo de agua (que en realidad es una presa natural) se convirtió en el eje de un plan ecoturístico que pretende generar la suficiente cantidad de empleos para abatir la migración.
Juan José García Guzmán, habitante de Cuautepec, recuerda lo que le contaba su padre sobre la formación de la laguna. Explica que en 1947 el río La Hierba, como lo conocen, nacía en uno de los cerros que flanquean al pueblo y cruzaba en medio de la comunidad para alimentar al río Mixteco —el afluente más importante de la región—.
En ese año los deslaves obstruyeron el cauce del río La Hierba, hasta crear una represa que se extiende como una gran laguna, y arrasaron con las tumbas del panteón e inundaron algunas casas.
—Se veían las tablas donde fueron enterrados los muertos. Dice mi papá que donde está la última vivienda había casitas, el río se fue tapando de ese lado hasta que tapó por completo.
Desde entonces, la existencia de nueva laguna se fue extendiendo de “boca en boca” y empezó a atraer visitantes. En 2013, las autoridades y los habitantes de Cuautepec vieron la oportunidad de explotar el atractivo turístico. Empezaron con la creación de reglamentos, señalizaciones, capacitación de guías y la formación de senderos.
"Es un proyecto de gran importancia porque genera empleos para nuestra comunidad, pero preservando la vegetación y la fauna", dice Ángel Pérez, el agente municipal.
En noviembre pasado los habitantes de Guadalupe Cuautepec organizaron su primer Festival Gastronómico del Guaximole —comida típica de la Mixteca baja elaborada con carne de chivo—. A esa actividad agregaron un torneo de pesca de lobina negra y una carrera a “campo traviesa”.
Utilizar las casas abandonadas
Francisco Alvarado, presidente del comité de Turismo, cuenta que a cinco años de iniciado el proyecto Guadalupe Cuautepec ya cuenta con cinco restaurantes; uno de ellos es propiedad la comunidad y su usufructo se va rolando cada año entre las familias de la localidad.
—De hecho, aquí no tenemos drenaje ni queremos tenerlo porque contaminaría la laguna, queremos paneles y calentadores solares.
Aun así, el mayor problema es la falta de comunicación, pues no cuentan con ningún tipo de transporte público, tampoco tienen telefonía celular, internet o teléfono fijo.
Una vez a la semana Francisco Alvarado, del Comité de Turismo, viaja a Huajuapan y aprovecha para revisar las redes sociales de la comunidad en las que han “colgado” la información turística y para pedir orientación para colocar una antena que brinde el servicio de telefonía.
Dice que todo eso es necesario porque sólo explotando el potencial de la comunidad se crearán fuentes de empleo y se detendrá la migración
—Es el principal objetivo, que la gente pueda irse a estudiar, pero que regresen a la población.
Ángel Pérez, el agente municipal, agrega que el proyecto está pensado, sobre todo, en los jóvenes que aún no se han ido. Que tengan el interés de trabajar en la comunidad, de estar con su familia y con buenos ingresos.
Del éxito de su proyecto ecoturístico, explican Francisco y Ángel, dependerá que la comunidad siga existiendo.