Tula.- Ha pasado un año, 365 días desde la tarde del 6 de septiembre, cuando más de 500 metros cúbicos de agua por segundo ingresaron al , que al no tener la capacidad suficiente derramó y dejó una tragedia a su pasó de la que esta ciudad no se ha recuperado del todo. Las víctimas exigen justicia, pero ninguna autoridad se hace responsable.

Desde ese día, Tula ya no es la misma ciudad. Hay huérfanos, viudas y damnificados. Teresa Pérez Melgarejo , su madre, Esther, y su hermano son parte de la estadística de los afectados, una familia de tantas que se fue a dormir en un hogar y despertaron sin nada.

Esa noche, Teresa estaba sola en su casa, en la calle de Leandro Valle, en la margen del río, cuando recibió una llamada: “Asómate al río, viene muy crecido”. Y sí, al salir vio algo que la impresionó, el río estaba a punto de desbordarse, de inmediato salió a avisar a dus vecinos, una pareja de la tercera edad que vivían al otro lado de su casa y ya estaban dormidos.

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Así de puerta en puerta despertó a todos, dejó su casa y se fue con sus tías, que viven a unos metros, junto al jardín central. Estaba con ellas cuando su hermano le recordó de la urna de su padre, fallecido apenas unos meses atrás víctima de la pandemia de Covid19.

Sin pensarlo dos veces, ni el riesgo que ello implicaba, regresó a su hogar, el cual ya comenzaba a mostrar los estragos del agua, tomó las urnas, la de su padre y otra, con las cenizas de su sobrina, fue lo único que pudo sacar. Todo lo demás se perdió.

Entre lágrimas, Teresa y Esther cuentan que todo se perdió, el patrimonio que les dejó su padre. Ahora, todo lo que hay en su casa es regalado por extraños, conocidos y la familia. Del gobierno solo recibieron 10 mil pesos, que sirvieron para limpiar la casa, un refrigerador y un colchón en mal estado. Las pérdidas en su hogar fueron de 400 mil pesos.

Dicen que lo material se recupera, pero hay algo que aún no han podido traer de vuelta, y es la tranquilidad. Desde la inundación no han tenido una noche en que no piensen en lo sucedido y su mayor temor es que vuelva a pasar; mantienen una vigilancia constante en el río, para saber si viene crecido.

Los estudios e investigaciones de especialistas les hace pensar que esto no fue una situación de la naturaleza, están plenamente convencidas que alguien decidió el destino de Tula, dicen que la ciudad no se inundó, la inundaron, y así cualquier día pueden amanecer bajo el agua, porque si se trata de escoger no será la Ciudad de México, eso lo saben bien. “Esta inundación fue provocada lo sabemos todos y desgraciadamente el gobierno no ha volteado a vernos”, lamentan

Mujeres solas en medio de la tragedia

En la calle de Juárez, en el centro de Tula, viven Alicia y Georgina, las tías de Teresa. Ellas creían que estarían a salvo, por no estar tan cerca del río, pero no fue así, el agua pronto las alcanzó.

“Veíamos cómo subía [el agua] y decidimos ir al segundo piso”, cuenta Teresa.

Georgina recuerda que apenas alcanzó a agarrar algunos pocos alimentos --leche y galletas--, subieron a Alicia, de 82 años de edad, y decidieron esperar en el segundo piso a que el nivel del agua.

Fue hasta las 3 de la tarde del 7 de septiembre cuando elementos de la marina llegaron a rescatarlas a bordo de una lancha que, para su mala suerte, volcó.

Alicia y Georgina también perdieron todo, pero a ellas ni siquiera un colchón usado les dieron. El mal trabajo durante el levantamiento del censo las dejó fuera del pequeño apoyo. “Queremos que nos pague que el gobierno”, insisten las mujeres.

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La casa vacía

La casa de Silvia está vacía, solo una mesa grande se encuentra en el comedor, así sola sin sillas, no hay sala, no hay televisores. No hay nada. En la cocina apenas lo indispensable, una estufa y pocos trastes. La inundación dejó una casa vacía.

Silvia Muñoz vive con su hijo; antes de la tragedia su casa era hermosa, muebles finos, pantallas computadoras, adornos todo eso se perdió y también el valor de la casa. Antes de la inundación vivían en una zona bien valuada, codiciada; hoy ya no vale mucho.

Los precios de las casas se depreciaron, en la calle Héroes de Chapultepec, las viviendas bajaron su costo entre un 30% y 40%, explica el notario Venancio Velázquez.

La de Silvia no es la excepción, “no puedo hacer nada. Vender, nadie compra, y si lo hacen me van a dar muy poco”, lamenta.

Silvia vive con miedo y de las pérdidas económicas aún no se recupera, dice que no tiene motivación de intentar amueblar su casa nuevamente.

Tiene dos razones poderosas para ello; primero por la situación económica en que quedó y segundo tiene miedo de que vuelva a ocurrir otra inundación.

“Ya no quiero, no sabemos si se va a volver a inundar. En tiempo de lluvia todo mal, estamos en una psicosis, de no dormir. Anímicamente, psicológicamente estamos mal, la casa está horrible, no hay un ambiente bonito. ¿Quién puede vivir así, sin muebles, con lo poco que quedó amontonado?, pregunta.

Las pérdidas en la casa de Silvia están valuadas en más de un millón de pesos. Y la respuesta a su pregunta de ¿quién puede vivir así?, es fácil, los damnificados de Tula.

Dice que no ve futuro, está convencida que la única manera de poder vivir en paz, será migrando pero aún no sabe cómo.

Una ciudad que se muere

Edith Guzmán está segura de que lo que se vivió en Tula fue una decisión y no efecto de la naturaleza. No lo dice ella, asevera, lo dicen los estudios y los investigadores. Hubo una decisión política y en ella se llevaron la vida de personas y el patrimonio de miles de habitantes.

“En Tula nos están matando. Nos están matando poco a poco y no podemos seguir viviendo así”, señala.

Lamenta que desde la inundación la ciudad muere , muchas familias no lograron reponerse y tampoco los comerciantes, algunos cerraron sus puertas cómo fue su caso, ya que de tener una tienda de ropa ahora atiende como empleada un negocio.

Acusa que tras estos sucesos surgieron algunas agrupaciones que se hicieron pasar como ambientalistas o bien interesadas en defender a los afectados, sin embargo la finalidad que tenían es política, como ocurre con La Gran Asamblea y Unidos por Tula.

Las demandas iniciales que encabezaron de manera paulatina fueron olvidadas; entre ellas la demanda penal que de manera colectiva planeaban en contra de la Comisión Nacional del Agua.

Refiere que muchos de los afectados y quienes pertenecían a estas organizaciones, una vez que se dieron cuenta que sólo habían sido utilizados y manipulados abandonaron sus filas y decidieron conformar una nueva agrupación denominada “Todos Somos Tula “.

La primera acción fue acudir a la mañanera donde pidieron una audiencia con el presidente Andrés Manuel López Obrador a quien le solicitan sobre todo, que no se envíe al río Tula el volumen de agua planeado con las obras de rectificación y que superan los 600 metros cúbicos por segundo, ya que consideran esto es un grave riesgo para una nueva inundación.

También una investigación y solución al tema de la salud, ya que en la zona se tiene un alto número de enfermedades como cáncer, problemas de la piel, respiratorios, de los ojos, así como renales. Y en tercer lugar piden un plan de desarrollo económico que es imperante para poder resurgir la ciudad.

Un nuevo hospital en construcción

Lo que sucedió dentro del Hospital Regional de Zona Número 5, del IMSS, es algo que marcará a esta institución. El desbordo del río ocasionó que se inundara la sala de máquinas, donde estaba el generador de energía eléctrica, lo que derivó en una falla y con ello se desconectaron los ventiladores y aparatos que tenían los pacientes del área Covid.

Se requirieron sólo 20 minutos para que el hospital quedara bajo el agua. De acuerdo con las autoridades, el 6 de septiembre había 56 pacientes internados, 17 murieron, de los cuales 15 recibían tratamiento contra Covid-19.

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EL UNVERSAL fue el primer medio en informar del deceso de pacientes, originalmente se señalaban seis. Más tarde la cifra subió a 17.

Las diversas áreas hospital quedaron inservibles, sumergidas bajo aguas pestilentes, lo que hizo necesario que muchos de los pacientes fueron evacuados por aire o bajados en canastillas hacia las lanchas.

Durante varios días los desechos del mobiliario y aparatos médicos permanecían en el patio y se anunció que este ya era inservible, por lo que el Presidente Andrés Manuel López Obrad informó, que una parte del polígono adquirido por el gobierno del Estado de Hidalgo para construir la fallida refinería Bicentenario, sería ocupado para albergar el nuevo edificio de esta clínica.

Hace apenas unas semanas arrancó la construcción en los terrenos que pertenecen al municipio de Tlaxcoapan. El alcalde Jaime Pérez Suárez, detalla que se iniciaron los trabajos de la clínica familiar y se tiene programado concluir en diciembre próximo.

Y además de la clínica, también se construye el Hospital de especialidades que contará con 144 camas y 34 especialidades.

Explica que la construcción se realiza en una superficie de 17 hectáreas, con una inversión superior a los 2 mil millones de pesos, la llegada del Hospital es una buena oportunidad para su municipio.

Esto se va a traducir en un detonante, ya que además de ofrecer empleo a por lo menos mil 500 personas.

Tlaxcoapan tiene alrededor de 30 mil habitantes y han solicitado al gobierno federal que al menos ellos puedan tener acceso al servicio médico.

El ayuntamiento dice trabaja de manera coordinada con los permisos; como la licencia de construcción, deslinde de los terrenos, así como la calidad hidrológica del agua y los servicios públicos básicos. La mayoría de los permisos asegura fueron sin costo, a excepción la licencia de construcción.

Lo que el agua dejó

Con el rostro cansado y la esperanza de que este día este sea el bueno, un grupo de hombres se han apostado afuera de la obra del hospital.

Javier Hernández Pérez cuenta que trabajo durante un tiempo en una de las compañías que prestan servicio a la refinería Miguel Hidalgo, pero desde que inició la pandemia se quedó sin trabajo.

Señala que al menos unas 25 personas se reúnen diariamente desde que comienza aclarar el día, con la esperanza de que los contraten para la obra . En su caso dice que es electricista, pero asegura que le entra a todo, con tal de trabajar. Durante 15 días ha acudido diariamente pero aún no logra ni siquiera una entrevista.

Andrés Ramírez también tiene 15 días que acude a la obra a buscar empleo. “Estoy aquí por lo mismo que el compañero, estamos esperando el trabajo, yo soy albañil y carpintero pero cualquier cosa que nos quieran ofrecer “

De él dependen cuatro personas, y lleva varios meses sin empleo fijo, la construcción del hospital significa para ellos una posibilidad de poder llevar comida a su mesa.

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