Colotlán.— Cerca de las 10 de la noche del viernes, el ulular de una patrulla entrando al pueblo, un cohetón en el cielo y el doblar de las campanas anunciaron el regreso postergado de Viviana, Paola y Daniela a Colotlán, su tierra natal.
Debían estar aquí desde la Navidad pasada, pero varios sicarios les quitaron la vida e intentaron desaparecer sus cuerpos.
A pesar de ser de noche, la gente se congregó en las calles con veladoras, globos y rezos para resguardar el paso de la carroza que las devolvió a casa, como si quisieran cobijarlas para protegerlas de la noche fría.
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En el Centro Social y Deportivo Tenamaxtle todo estaba dispuesto para recibirlas y permitir que cientos de personas se despidieran de ellas. La cancha de basquetbol se transformó en altar, donde los féretros fueron colocados entre flores y fotografías de las tres jóvenes. A su lado, un espacio vacío para el cajón de José Melesio, el novio de Daniela, quien vino de Estados Unidos a pasar las fiestas con ella y también fue asesinado, pero cuyo cuerpo aún no había sido entregado por las autoridades de Zacatecas a sus familiares.
El silencio compartió espacio con el rumor del llanto sofocado, los misterios del rosario y el murmullo del duelo, pero algo más rondaba en las conversaciones a voz baja: el espanto y el coraje.
Un sitio generalmente tranquilo
Los jóvenes de este poblado del norte de Jalisco no recuerdan un hecho que causara tanta conmoción en la gente, pero en la memoria de los más viejos resuenan los relatos de lo ocurrido el 25 de mayo de 1927, cuando los presbíteros Agustín Caloca Cortés y Cristóbal Magallanes Jara fueron fusilados aquí durante la Guerra Cristera.
“Desde entonces no había pasado algo que enojara tanto a la gente. Hay miedo, pero también mucho coraje, porque esta es una guerra entre delincuentes y ellas nada tenían que ver con eso; eran muchachas sanas y la autoridad no hace nada”, dice un hombre que observa desde las gradas.
El malestar también tiene que ver con la sensación de haber perdido la libertad de recorrer un territorio propio: aunque geográficamente Colotlán pertenece a Jalisco, sus raíces culturales se extienden más hacia el estado de Zacatecas, y ahora el temor de transitar por la carretera que conecta con esa entidad se ha convertido en un muro.
“A Daniela, la más grande, le gustaba manejar y conocía bien esa carretera; podía ir y venir a Zacatecas el mismo día”, recuerda uno de sus conocidos.
“Mire, culturalmente somos más de Zacatecas, porque Jalisco nos abandonó. Si Colotlán tiene servicios públicos es gracias a Zacatecas; no tuvimos carretera hasta por ahí de los años 80. Todavía la Comisión [Federal de Electricidad] depende de Zacatecas, incluso en lo religioso la parroquia es parte de la Diócesis de Zacatecas y sí, ahora tenemos más relación con Guadalajara por motivos económicos, pero Colotlán se les olvidó mucho tiempo, yo no sé si fue porque Victoriano Huerta (el general revolucionario que traicionó a Madero) era de aquí y entonces se hicieron como que no existíamos”, explica otro de los pobladores.
Tras manifestarse en Colotlán y Jerez (Zacatecas) los últimos días de 2022, los familiares y amigos de las tres jóvenes desaparecidas decidieron protestar en Guadalajara y en la capital de Zacatecas para hacer más visible la exigencia a las autoridades de buscarlas y localizarlas vivas.
El gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, insistió en que no podía hacer mucho porque la desaparición había ocurrido en Zacatecas; el gobernador de Zacatecas, David Monreal, simplemente guardó silencio.
Este tipo de violencia es generada por la presencia de cárteles del narcotráfico en la región, reconoce el presidente municipal Julián Quezada, y la gente está de acuerdo en ello, pero también desconfía de las autoridades, ya sean de Jalisco o Zacatecas, porque hasta ahora no han podido explicar lo que ocurrió y mucho menos dar visos de que en este caso habrá justicia.
La huella que dejan
Aunque el dolor es grande, en algunos emerge un consuelo: “Fueron más de 20 días de incertidumbre para los padres, pero al menos las encontraron y eso permite empezar el luto, porque hay muchos que siguen desaparecidos y no encontrarlos debe ser muy duro, porque siempre tendrás, como madre, la esperanza de que regresen y estén vivos”, considera una mujer.
En el kiosco principal de la plaza aún están las veladoras y fotografías que la gente del pueblo colocó a manera de memorial para Daniela, Viviana, Paola y José. Al centro social siguen llegando personas para abrazar a los familiares de las tres jóvenes. El padre de Daniela y Viviana, Daniel Márquez, sigue resistiendo el embate del dolor: atiende a todos los que se le acercan, está pendiente de que no falte agua, café, galletas o viandas para los que llegan. La madre de ambas, Rosa Pichardo, agradece la solidaridad y el cariño de los asistentes.
Este domingo, al mediodía, las exequias se llevarán a cabo en la Parroquia de San Luis Obispo. Daniela, Viviana y Paola serán sepultadas en su tierra, mientras la familia de José lo lleva a casa.
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